"Chuteen mientras tanto. Yo los llamo". La orden de Manuel Rodríguez Araneda a sus alumnos en la escuela Teniente Dagoberto Godoy, en La Granja, consigue calmar momentáneamente a los pequeños, cuyas edades no superan los 10 años. Pero no logra frenar su curiosidad. Al rato, los pequeños rodean a su profesor y comienzan a preguntar el motivo de esta entrevista, inocentes respecto de la trayectoria del personaje.
Cuando escuchan que "El Guerrillero" defendió a la selección chilena en un Mundial, en el de 1962 nada menos, y que logró un histórico tercer puesto, la impresión que tenían de él cambia de inmediato y la comparación brota instantáneamente. "¡Ah! Igual que Alexis Sánchez y Arturo Vidal", exclaman antes de volver a la multicancha para seguir dándole al balón. Algunos, con una potencia insospechada para su estatura.
"Hay varios con muchas condiciones, pero es complicado dirigir a niños. Algunos padres creen que un chico con condiciones es una cuenta de ahorros, que puede asegurarles el futuro. Y lo presionan a él y al resto. Igual, aprendo bastante con ellos. Hasta de la nueva forma de hablar que tienen los jóvenes", cuenta el ex defensa y técnico profesional.
Rodríguez se excusa, deja su asiento y se inserta de lleno en el entrenamiento que pretende reflejar formalidad. Los equipos están vestidos con petos de tres colores distintos. El proceso de selección para un torneo escolar está a punto de comenzar.
El ex adiestrador de Cobresal y Unión Española suelta el balón anaranjado para que sus pupilos comiencen a "pichanguear".
Al poco rato, los movimientos bruscos y descontrolados de su mano izquierda denotan su último desafío. En octubre del año pasado, le diagnosticaron Mal de Parkinson, un trastorno neurodegenerativo crónico que, con el tiempo, conduce a una incapacidad progresiva.
El ex jugador asume su enfermedad con una naturalidad que conmueve. Tiene 75 años y la considera una consecuencia de su avanzada edad.
"Uno ya está en la edad de dar vuelta la página. Fue en un momento especial en que empecé a adquirir un movimiento raro en el brazo. El médico me dijo que era un principio de Parkinson y que era cuestión de hacerse un par de exámenes y resonancias, que salieron negativos. Tengo que tomar remedios para mantenerlo controlado" explica.
Después, incluso, bromea. "Hay que mirar el carné y tomárselo con humor, sobre todo a esta edad. Mientras uno tenga el espíritu y el ánimo de estar metido en cosas, lo demás pasa inadvertido. Te lo echas al hombro. Si no, te echas a morir, te pones más viejo y te pones a esperar que te calcen el pijama de palo", agrega, algo resignado.
Independientemente del diagnóstico, no ha dejado sus actividades normales. Tiene un pasar económico tranquilo, producto de acertadas decisiones de inversión y de las dos pensiones que reciben los mundialistas del '62, una estatal y otra de la ANFP. Se mantiene ocupado en su labor de presidente de los ex jugadores de fútbol, rol que le permite criticar el escaso compromiso gremial.
También fustiga la elección permanente de foráneos en el fútbol local, tanto técnicos como futbolistas. "No soy xenófobo, pero es un hecho que las sociedades anónimas son más proclives a contratar extranjeros", añade.
En el intento por mantener la normalidad, suele juntarse a jugar fútbol con miembros de la colonia española. También da clases a menores en la Municipalidad de Las Condes. En el sector alto de la capital, no lo duda, también podría encontrar al nuevo Iván Zamorano.
"Bam Bam", su orgullo
Haber contribuido en los primeros pasos del ex goleador de Real Madrid en el profesionalismo es el gran orgullo de "El Guerrillero". "No fue el único", aclara, mientras agrega a la lista de herederos ilustres a Rubén Martínez, Sergio Salgado, Manuel Pedreros y Ronald Fuentes.
"Bam Bam", en todo caso, es el ícono de su carrera como técnico. "Hasta hoy, somos amigos", confiesa Rodríguez. Zamorano asiente. "Tuve la suerte de que, cuando comencé a jugar fútbol, me encontré con una persona como él. Lo quiero muchísimo", resalta el ex capitán de la "Roja". Regularmente, hablan por teléfono y coinciden en eventos.
La estrecha relación entre ambos sirvió para que aparecieran en un comercial de una marca de vinos, a principios de los 90.
"Quizás sea la mejor anécdota que tengamos juntos", añade el atacante. "Iván grabó su parte en España y yo la mía acá en Santiago. Me complicaba promocionar el consumo de alcohol, pero me tranquilicé cuando me aseguraron que nunca aparecería con un vaso en la mano. Comenzábamos a grabar a las cinco de la mañana y terminábamos en la noche. Ahí logré entender que la pega de actor es harto más difícil que lo que uno piensa cuando los ve por la televisión", concluye Rodríguez, que ahora mira hacia adelante, tranquilo frente a una de las pruebas más duras que le ha tocado vivir.