Los antiguos tendían a creer en los más fenomenales prodigios, credulidad bien documentada en las historias completas o fragmentarias que se conservan del mundo romano. Frecuentes eran los rumores de sucesos maravillosos ocurridos en algún lejano punto de sus vastos territorios pero cuya noticia se extendía con velocidad mágicamente superior al galope de los caballos o el navegar de los trirremes.

Podía ser que en tal o cual templo se hubiera visto a la estatua del César de turno llorando a gritos o acaso había nacido un ternero con cabeza humana o una bandada de cuervos revoloteó sobre el procónsul comunicándole a coro, en perfecto latín, que las hordas germanas acababan de invadir la provincia. Lo extraordinario estaba a la orden del día. Eran augurios de grandes y normalmente nefastos acontecimientos y tanto las estrellas, las aves, el viento y hasta los mariscos eran capaces de hacer esos anuncios. Hoy, con dos mil años de distancia y gracias al progreso acumulado en ese enorme lapso de tiempo, Chile ha sido capaz de manifestar un prodigio bastante superior en calibre; tiene la ventaja adicional de que su existencia no puede inspirar dudas y se prolonga mucho más que el eco de un lejano chisme. Este prodigio persiste presidencia tras presidencia y generación tras generación. Es la vaca de las mil y una ubres y se llama Codelco.

Digno de Ripley

No deja de ser curiosísimo -aunque la mera duración convierte lo extraño en cosa familiar y luego en entidad invisible- el silencio a veces auténtico en su ignorancia pero más a menudo cómplice que envuelve en su espeso manto el modo como la empresa minera Codelco, teóricamente de propiedad de todos los chilenos, se convirtió hace ya muchos años en el más colosal pituto para beneficio de políticos, sus amigos, familiares y camaradas que exista y jamás haya existido no sólo en el país sino en todo el planeta y quizás también en la Vía Láctea. Es una vaca monumental de cuyas innumerables ubres se cuelgan y han colgado, siempre succionando a más no poder, miles de beneficiados.

No exageramos. Las revelaciones de algunos de sus empleados en posesión de altos cargos de supervisión financiera ejercidos durante años y que pudieron seguir de muy cerca las operaciones de la empresa y/o dentro de la empresa, amén de información proveniente en constante goteo de otras fuentes, de denuncias, de filtraciones e incluso -con no poco descaro- haciéndose ver hasta en las actas y libros oficiales, revelan, todas ellas, que Codelco ha sido una increíblemente generosa fuente de ingresos extraordinarios por años de años para MILES de personas ubicadas en todos los estratos de la corporación, desde el escalón más alto donde el presidente y los directores se sientan a parlamentar con Dios hasta el último empleado beneficiado con bonos "por término de conflicto" cuyos montos millonarios van debidamente a parar a las concesionarias de automóviles de la zona, pasando por ejecutivos altos y medios, administrativos, técnicos, etc., sin dejar casi a nadie sin su oportunidad de lamer la enorme torta.

Se trata principalmente de directores haciendo negocios con Codelco con SUS empresas y/o de familiares o socios, de licitaciones arregladas de antemano para favorecer a aquellas, de sobreprecios, de información confidencial entregada ex ante para forzar un buen resultado, de maletas con plata para pagar silencios y en casos extremos silencios forzados con amenazas físicas -tal vez hoy el blanco sea Oscar Landerretche, a quien le estalló un aviso en la cocina de su casa-, a lo que se agregan bonos insólitos, pensiones e indemnizaciones colosales, transferencias por "asesorías" fantasmales para alimentar las cajas de los partidos y como guinda de la torta, porque a menudo la deshonestidad y el abuso van de la mano con la incompetencia, se suman tan malos negocios que el país ha dejado de percibir sumas siderales, como ocurrió con el perpetrado hace unos años con una empresa china y que le ha costado al país SIETE MIL millones de dólares. Esa y otras inversiones han resultado colosalmente catastróficas, pero se olvidaron con rapidez.

Las cifras son elocuentes: entre el 2000 y el 2009 y sumando ingresos no percibidos, malas inversiones, pérdidas por operaciones a futuro como la ya mencionada con una empresa china, aumento del endeudamiento, negocios con empresas relacionadas con directores, presidentes ejecutivos, vicepresidentes, gerentes generales, gerentes, ejecutivos, supervisores y empleados, la mina fantasma de El Salvador, pagos a políticos -hay lista peso a peso-, bono "de desempeño" a 190 ejecutivos, lucro cesante de proyectos anunciados y costeados y que nunca rentaron, pagos "varios" fuera de giro, fraude contable de la isapre Codelco, sobresueldos a ejecutivos y un largo etcétera, la vaca de las mil y una ubres ha vertido leche por un monto de casi varios millones de dólares por encima de los siete mil ya perdidos por el "negocio" con los chinos. Quién sabe cuánto más se ha sumado desde el 2009 hasta el presente.

Aun más extraordinario…

Pero si acaso dicha incesante hemorragia de recursos es extraordinaria por su sola cuantía, no lo es menos y hasta quizás lo sea aun más la reposada e impune costumbre con que se ha producido sin que nadie levantara la voz, sin que nadie pidiera cuentas, sin que ni Cochilco ni tampoco por años -hasta hoy- la Contraloría se hiciera cargo de siquiera la más somera revisión, sin que políticos de todos los colores dijeran ni una palabra, sin que la prensa, incluyendo la que ha hecho de la denuncia su profesión y su mérito tocara el asunto más allá de una leve y pronto olvidada mención al vuelo, en fin, sin que NADA ocurriera especialmente hoy, en el momento mismo cuando la obsesionada nación, escandalizada por el lucro y los negocios, escarba hasta el bolsillo chico de los pantalones de los millonarios a ver cuánta plata tienen y dónde la gastaron y dónde la guardan y si acaso mañana aprovecharán sus eventuales cargos para ganar aún más plata y si hay conflicto de intereses y si los fideicomisos son adecuados, etcétera, mientras el Súper-Mega-Escándalo permanente de Codelco pasa colado como si no existiera y eso, dicha coexistencia de tan frenético celo por las actividades de fulano o mengano y tal ausencia mental respecto de Codelco, es sin duda lo más extraordinario de todo.

Defensa corporativa

La tímida incursión de la Contraloría en los asuntos de Codelco, acción única en su género motivada por una indemnización -se pregunta uno de qué daños se ha querido indemnizar el caballero- de 500 millones de pesos, produjo una inmediata reacción corporativa. Esta incluye no sólo a los más encumbrados gestores, socios y partícipes de esos enriquecimientos de años, sino incluso a la dirigencia gremial, la que siente que de un modo u otro-en verdad de un solo modo: con dinero- han sido partes de esta prolongada edad del oro o más bien del cobre a alto precio. La reacción adquirió casi un carácter épico, el enaltecido tono de caballeros andantes luchando contra la iniquidad. Se anuncian incluso acciones legales, no vaya a ser que el Estado pretenda inmiscuirse en el modo cómo Codelco gasta SU dinero.

¿Cómo ha sido posible el rentable silencio de tantas décadas? ¿Y que hoy se llegue al punto de defender con aire altanero y amenazante una autonomía tan indefendible? La respuesta se reduce a algo muy simple: un abuso que se ha estado cometiendo por mucho tiempo termina por adquirir un talante de cosa normal, de sagrada costumbre y hasta de derecho consuetudinario. Lo mismo pasaba con el financiamiento de las campañas de los partidos políticos. ¿No se dijo que todo el mundo lo hacía desde siempre?

Hay otro factor: Codelco, pese a esa sangría, entrega cuantiosos recursos al Fisco y se temen los paros de protesta que pudieran secar esa fuente; mejor entonces hacer la vista gorda. Item más: en situaciones de este tipo, donde es abundante el dinero, el reparto favorece a muchos, conviene a demasiados e involucra a casi todos.