Este miércoles gran parte del mundo fue testigo de un eclipse lunar total, un fenómeno que mostró al satélite de un color rojo pálido.
Allá colgada en el cielo, se atribuyen a la Luna poderes mágicos y misteriosos, como convertir a un hombre en lobo o hacer que el pelo nos crezca más rápido. Pero más allá de los mitos, el satélite de la Tierra es en verdad único y sí ejerce una extraordinaria influencia sobre el planeta.
La orquestación de las mareas, su papel en el inicio de la vida terrestre y cómo marca el ritmo y hasta la estabilidad del mundo son algunos de los asombrosos poderes reales de la Luna. Tiene el tamaño exacto y está a la distancia justa, a 402.000 km, para ser la compañera perfecta del nuestro planeta.
Pero no siempre estuvo allí, tal como explica Maggie Aderin-Pocock, científica y presentadora de televisión, además de gran admiradora lunar. Su historia está estrechamente ligada a la de la Tierra. Es más, sin ella, probablemente, no estaríamos aquí. Te contamos por qué.
Las mareas
Esa gran roca redonda que nos mira desde el espacio dirige las mareas en la Tierra con su fuerza de gravedad. Como explican las leyes de la física, cuanto más cerca están dos objetos, mayor es la fuerza con la que se atraen entre sí, dice Aderin-Pocock, y eso es lo que ocurre entre nuestro planeta y su satélite.
La Luna tira de los océanos hacia ella y hace que la Tierra se abulte ligeramente: este abultamiento crea las mareas.
Pero las mareas que tenemos se deben a que la Luna está donde está. Si estuviera más cerca, la fuerza sería mayor: las mareas bajas serían más bajas, las altas harían desaparecer las ciudades costeras. ¿Cómo sería, por ejemplo, la marea alta de una luna que estuviera 20 veces más cerca?
Sería capaz de sumergir por completo ciudades como Londres o Nueva York, dice la experta en un documental de la BBC. Parece inimaginable, pero cuando la Luna recién se había formado, estuvo una vez así de cerca y tuvo ese poder.
El origen de la vida
Hace 4.500 millones de años, un planeta del tamaño de Marte colisionó con la joven Tierra, y el choque lanzó una enorme cantidad de roca líquida alrededor, explica Aderin-Pocock. Ese choque creó la Luna y cambió la química básica de nuestro planeta: se formó el llamado caldo de la vida, con hidrógeno, nitrógeno y carbono.
Pero aún pasaron otros 700 millones de años tras aquel impacto: la Tierra se enfrió, se formó una superficie rocosa, el vapor de agua se condensó en los océanos, y la Luna empujó esos océanos.
De acuerdo al químico británico John Sutherland, fue precisamente este reflujo de mareas primitivas el que dio el puntapié inicial a la vida.
Sutherland sugiere que las primeras moléculas orgánicas se crearon a partir de estos químicos naturales, tal como le explicó a la BBC.
Para demostrar su teoría, el científico hizo experimentos en la playa: mezcló aquellos elementos primitivos y los calentó con luz ultravioleta. Así recreó las condiciones de las charcas que deja la marea al retirarse, que se calientan con la luz del sol. Como resultado, obtuvo elementos de ácido ribonucleico ARN, los bloques esenciales de la vida.
En esas charcas cálidas creadas por las mareas, dice Sutherland, nació la vida hace 3.800 millones de años. Y por eso hay que darle gracias a la Luna.
Ciclo vital
Los hombres antiguos reverenciaban la Luna y muchas culturas crearon a su alrededor leyendas, como la del hombre lobo. Algunos creen que la luna llena nos altera, incluso que en esas noches hay más crímenes, en lo que se ha dado a llamar efecto Transilvania. Sin embargo, esto es algo que la ciencia no ha podido comprobar.
Pero sí es cierto que muchos animales se vuelven más activos, sonoros y fértiles cuando brilla la luna llena.
Los corales tropicales, por ejemplo, sincronizan su ciclo reproductivo y una noche de luna llena desovan todos a la vez. La especie Diploria strigosa, conocida como coral cerebro, es un otro ejemplo. Cada 29 días, con la luna llena, los corales generan una nueva capa ósea sobre la anterior y este crecimiento está dictado por la órbita mensual de la Luna.
Ritmo y estabilidad
La luna rota cada 29 días, el mismo tiempo que tarda en orbitar alredor de la Tierra y por eso nos muestra siempre la misma cara. La Tierra, en cambio, lo hace cada 24 horas, pero hubo un tiempo en que la Tierra giraba tan rápido que un día duraba 5 horas.
La Luna, sin embargo, actuó como un freno, explica la experta Maggie Aderin-Pocock. Desde su formación y durante miles de millones de años la fuerza gravitacional de la Luna ralentizó la rotación de la Tierra.
Y así, el mismo ritmo del planeta ha sido marcado por su satélite.
Y si la Tierra se ha ralentizado, como consecuencia, la Luna se ha acelerado.
Y eso quiere decir que se está alejando. Exactamente 3,78cm por año, según las precisas mediciones de los astrónomos. La misma velocidad a la que nos crecen las uñas, compara Aderin-Pocock.
Eso, en el larguísimo plazo -es decir, miles de millones de años- hará que la Tierra gire más lentamente: habrá, entonces, días mucho más largos.
Y esto afectará la estabilidad del planeta.
Desde la colisión que creó la Luna, el eje la Tierra ha estado inclinado, girando a un ángulo constante de 23 grados, lo que permite las variaciones de la luz del sol y las estaciones, la estabilidad del clima, y por lo tanto el ciclo de la vida.
Esta estabilidad depende de la velocidad de rotación del planeta, tal como se puede comprobar haciendo girar una pelota de baloncesto sobre un dedo: cuando más rápido gira, con mayor estabilidad se mantiene en su eje.
Cuando la Luna se aleje, el eje terrestre se desestabilizará y comenzará a oscilar, tanto que los polos podrían bajar hasta el Ecuador y el Ecuador ocupar la posición de los polos. Eso volvería el planeta inhabitable tal como lo conocemos ahora.
Por eso, dicen los científicos, la Luna es un elemento fundamental para mantener la vida en la Tierra. Y un último detalle dedicado a los fervorosos "lunáticos": la Luna es 400 veces más pequeña que el Sol, pero está 400 veces más cerca.
Pero por un efecto óptico, parecen, en el cielo, del mismo tamaño. Por eso son posibles fenómenos como los eclipses. Y eso es una genial coincidencia cósmica.