Acá somos todos Manquepi. Estamos como a seis kilómetros de las termas del Chonchoco, a donde vamos a buscar el agua del agrio pa' las enfermedades", cuenta Gabriel Manquepi Paine (32). Mientras se despide de su esposa Marisel Vicanco y de Elizabeth y Angelo, sus dos pequeños hijos de dos y un año, respectivamente, suben a uno de los buses que los llevarán a los albergues para los habitantes de Butalelbún y Trapa Trapa, ante el riesgo de erupción del volcán Copahue.
Su pequeña casa de madera, junto a la de su tío Patricio, son las viviendas más aisladas de Butalelbún, emplazadas casi en las faldas del macizo. Al igual que el resto de los comuneros pehuenches del sector, viven de la crianza de corderos, chivos y gallinas que dejaron en sus predios con el temor de perder toda una vida de esfuerzo.
"Mi abuelo se dedicó siempre a sembrar alfalfas y vender corderos y esto se traspasó a todos los Manquepi", agrega el comunero. El lonko de Butalelbún, Elías Pereira, confirma que la familia de Gabriel Manquepi es la que está en la zona de mayor peligro. Son ellos quienes grafican que hoy el Copahue no tiene un comportamiento normal.
"En la noche siempre se mueve. A veces el humo viene hasta acá y uno siente el olor a azufre", agrega Gabriel. El joven agricultor se da el tiempo de hablar de las bondades del "agua agria", la que extraen de las termas ubicadas en pleno macizo y que, aseguran en la zona, es el mejor remedio para dolores estomacales y bajar la fiebre.
Son poco más de tres horas las que Gabriel demora en recorrer a caballo los seis kilómetros que lo separan de este punto del volcán, para volver con el brebaje.
"Hace un mes fuimos a buscar agua y no pasaba nada, pero hace una semana fue un pariente y dijo que ya no se podía entrar, porque se sentía una sonajera en su interior", contó.
"Soy nacido y criado acá. Tengo más de 50 años y nunca ha pasado nada con el volcán. Pa' Argentina sí", agrega el tío de Gabriel. En las últimas casas de Butalelbún también vive el matrimonio de María Carmen Buqui (65) y José Salvador Manquepi (70). La pareja fue una de las primeras en ser evacuada. Un pequeño canasto que en su interior tenía un tejido, presas de pollo que quedaron del almuerzo del día anterior, algunas sábanas y frazadas fueron las pocas pertenencias que la pareja se alcanzó a llevar.
María Carmen apoya su cabeza en la ventana del bus que la lleva al albergue, ubicado en Ralco. En el trayecto aparecen las lágrimas y la preocupación por no saber si volverán a ver sus gallinas, ovejas y a "Toby", uno de sus perros que debió dejar encerrado en su casa.
"Uno se preocupa, porque nos cuesta criar los pollos y dejarlos acá. Dejamos todo tira'o", señala.
El duro invierno, dicen, lo pasan prendiendo un fogón y sólo bajan una vez antes de junio, ya que luego la nieve se los impide. Ni ella ni su marido recuerdan cuándo y cómo se conocieron. Aparecen risas cómplices y luego la mujer reafirma que "el volcán nunca ha hecho daño. Cuando chiquitita también se reventó, pero no hizo daño. Pa' acá vimos sólo cenizas y el olor a azufre que tira cuando corre viento. En la casa sólo nos mirábamos y teníamos que esperar ver qué pasaba".
Los Maquepi, al igual que el resto de los comuneros de Butalelbún, dicen sentirse abandonados, vivir con necesidades, pero son conscientes de que si algo favorable les dejará la alerta por el Copahue será que sus demandas serán escuchadas. "Puede ser que cambie esto, porque quiero volver a mi casita y ver mis pollitos", dice María Carmen Buqui.