En una casa sin timbre que medio esconde el número que debería identificarla, Fernando Cuadra pasa la mayoría de sus días. Pequeña figura, 87 años, grandes lentes, mucha lana, el dramaturgo habita la gran casa que tiene en Cartagena, distante de sus mascotas, de su biblioteca y de las propiedades que marcaron por décadas su trabajo. Todo eso está en Santiago y ya no todo le pertenece.
Romero 2421, Estación Central. El letrero de Teatro La Casa sigue ahí, colgando de los mismos muros que anuncian su venta. El 2011 Cuadra cerró su instituto profesional. ¿Por qué? Dice que la competencia de las universidades hizo que la calidad de sus postulantes disminuyera, y como no quería bajar la exigencia, cerró. Al año siguiente un apuro económico lo hizo poner a la venta el Teatro La Palomera, la sala que tenía a la vuelta, en García Reyes 58. Después postuló a un Fondart para estrenar una obra escrita por Benjamín Subercaseaux, pero no recibió el fondo.
Sin proyectos profesionales en Santiago, Cuadra pasa cada vez más tiempo en la casa de Cartagena, que tiene hace más de 30 años. Ahí lee por las mañanas, escribe por las tardes y ve películas en la noche. No deja de escribir nuevas obras, nuevos cuentos. Ahora, por ejemplo, trabaja en una obra que se le ocurrió cuando le contaron los problemas que hubo para subir la figura de una Virgen a la parte más alta de una iglesia. Además, revisa antiguos textos, porque está armando su propia antología. "Soy el dramaturgo menos publicado. No ha habido mayor interés en que se editen mis obras", dice.
Vive solo, pero sale harto. Tiene obligaciones que lo mueven por la ciudad, que lo enfrentan al público. Es vicepresidente de la Corporación Cultural de Cartagena, institución autónoma de la que hace menos de un año fue uno de sus miembros fundadores. Y todas las actividades que organizan son presentadas por él. El autor de La niña en la palomera introduce películas, conciertos, danza y modera debates.
"He decidido concentrarme en Cartagena. Es una ciudad mágica entre marzo y diciembre. Tiene crepúsculos muy lindos y silencio". Además, Cartagena tiene sus proyectos. Su próximo estreno lo planea con la Corporación Cultural, y dos de sus miembros serán su elenco. Antes de fin de año, Aniversario debería subir a escena la historia de una pareja que enfrenta un tema pendiente tras 25 años de relación.
Con distancia
"Hice un compromiso con la verdad y me quedaron dos o tres amigos", cuenta. Y aunque confiesa que siempre fue "un francotirador, nunca de sectas ni de clubs, porque la libertad es la condición esencial de toda creación", hoy está más alejado de la comunidad teatral que nunca. Dice que va poco al teatro, y cuando va trata de que no sea en estrenos. Sigue escribiendo, pero de las cerca de 60 obras que calcula haber creado hasta ahora, al menos la mitad no se ha estrenado.
"Tal vez mi actitud de independencia me ha jugado en contra. Creo que mis éxitos los impuso el espectador y no el reconocimiento de mis pares, entonces en cierto sentido ha habido un nivel de injusticia". Injusticia que explica por esa distancia, pero también por motivos políticos: Cuadra fue decano de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile entre 1983 y 1986.
"Creo que lo que le molestó a mucha gente fue cuando acepté ser decano en los últimos años de la dictadura de Pinochet, porque ese decanato se lo habían ofrecido a dos o tres personas que no quisieron comprometerse. Y yo vi, y con esto no me siento héroe, que si fallaba un nuevo candidato desaparecía el arte definitivamente. Yo pude gobernar los años que fui decano con una libertad cuidadosa y manejé la facultad con el sentido de que perdurara".
¿Le pasó la cuenta?
Sí. Y algunos me la siguen pasando.
¿Cómo?
Difamando.
¿Se arrepiente de haber aceptado el decanato?
No, porque yo defendí.
¿Entonces no apoyó el régimen?
No, pues.