Son las 6.20 de la mañana y en la cabaña chilena en la Villa Olímpica Montaña de Sochi ya  hay movimiento. Es Henrik von Appen, quien se levanta para estar junto a su compañero de pieza, Eugenio Claro, a las 7.45 ya entrenando. A esa misma hora, Dominique Ohaco recién está despertando, mientras que Yonathan Fernández vuelve de un trote para desayunar. Esta es una postal diaria que refleja el diferente horario que tienen los deportistas nacionales en estos Juegos Olímpicos de Invierno.

"Nos comunicamos más por WhatsApp, porque nos vemos poco", dice Fernández. "Tratamos de juntarnos a almorzar o cuando uno de nosotros compite", agrega el especialista en cross country. A pesar de los contratiempos, existe buena relación entre todos. El promedio de edad de la delegación es de 22 años (en los Jj.OO. es de 28), lo que provoca tener muchas cosas en común. "Con mis compañeros la química es muy buena. Tenemos un equipo bien variado y existe buena onda entre nosotros. Nos llevamos súper bien", afirma Von Appen.

La seguridad a sido un tema que no ha pasado inadvertido para los chilenos. Existe fuerte control policial en la Villa, que para Hermógenes Guerrero, encargado de la comitiva, es necesario.

"Que los controles de seguridad sean así de rigurosos puede ser molesto, pero nos da tranquilidad  de concentrarse solamente en lo deportivo", afirma.

A pesar de no compartir mucho tiempo juntos, cada uno de se las arregla para pasar el poco tiempo libre divirtiéndose a su manera. Las instalaciones de la Villa ofrecen desde una lujosa piscina hasta una sala de juegos muy equipada, pasando por una discoteca.

"La sala de juegos tiene pool, taca taca, Wii, Playstation, juegos de carrera. Ahí existe buena onda entre todos los que van a pasar el rato", cuenta Ohaco. "También está la opción de ir a bailar un poco a la disco sin alcohol que hay en el hotel", comenta Yonathan, el mayor del grupo (27 años).

Ver el resto de las competencias es otro de los panoramas que tienen, donde aprovechan de conocer gente de otros países en sus momentos libres.

"Cuando tenemos tiempo aprovechamos de lesear con gente de otros nacionalidades", dice Von Appen. "También compartes cuando vas al casino. Te sientas al lado de otra gente y así vas conociendo a los demás, preguntando en que especialidad compiten, y así. De repente me toca ir sola y es el mismo ambiente", menciona la abanderada.

La delegación chilena, al igual que el resto, tiene designado cuatro attachés, quienes se encargan de ayudar a la comitiva con el idioma o con algún inconveniente que tengan en la Villa.

"Conducen el auto, nos ayudan con los buses, son clave para las actividades diarias", afirma el delegado Guerrero.

"Por el idioma son necesarios, ya que, en general, los rusos se acercan y comienzan a hablar y no paran, pensando que nosotros los entendemos, pero no. Es chistosa la situación que se da con ellos", añade Ohaco.

La infraestructura es otro de os detalles que les ha llamado la atención a los chilenos. "La Villa es un lujo", destaca Fernández. on Appen agrega: "Hay un tren desde el mar hasta la montaña que se demora minutos, un sistema de góndolas y de buses muy eficientes. Hace un año no había nada".

La atención de la prensa también ha sido algo nuevo para los deportistas. "A pesar de todo lo que se ha generado entorno a ellos, los chicos se han portado como profesionales", cierra Hermógenes Guerrero.