Mirella Latorre era la gran figura femenina de la radio y televisión cuando vino el golpe militar de 1973. Con el derrocamiento de Salvador Allende perdió a su esposo -el periodista Augusto Olivares, que se suicidó en La Moneda-, su prominente carrera acá y se autoexilió en Francia y desde 1975 en Cuba, donde vivió durante dos décadas.Allá llegó con 56 años a vivir en un sector llamado Alta Habana. Sola, en el primer piso de un edificio. Un lugar que le facilitó el gobierno de Fidel Castro, como recuerda la socióloga Patricia Espejo, quien era amiga de Latorre y estuvo junto a ella en Cuba durante esos años.

"Mirella tuvo que adaptarse a una situación de mucho dolor, por el suicidio del 'Perro' Olivares, echando de menos a sus hijos. Al tiempo llegó una de sus hijas, pero cada una vivía en su departamento, que eran los mismos que tenían los obreros cubanos", recuerda Espejo. Aunque aclara que "era una mujer que llevaba el dolor con mucha dignidad. No lloraba y se transformó en la mamá de nosotras, que éramos otras exiliadas,  pero unos 30 años menores que ella. Nos decía: 'No puedo hablar ni de tangos con ustedes'".

Latorre, quien falleció el jueves y tendrá sus funerales el martes, a las 16 horas en el Parque del Recuerdo (sus familiares llegan hoy y será sepultada junto a Augusto Olivares, como quería ella), se hizo cargo de amigas y también de los hijos de ellas viviendo en La Habana. Veía TV, jugaba cartas y luego partía a trabajar a Canal 2, donde realizaba Conversando con Mirella, que iba de 14 a 18 horas y que la mantuvo en pantalla por 11 años, entrevistando desde Benedetti hasta García Márquez.

"Lo que más admiro fue cómo se reinventó allá después de un tiempo", dice Espejo. Y recuerda que "no era la típica exiliada nostálgica de Chile". No militó en ningún partido político, no tuvo participación en esa área. "Fue como una cubana más", resume Espejo.

Latorre volvió a Chile en 1995, pero nunca quiso volver a trabajar en un medio. Según ella, eso ya era parte del pasado.