Miguel Ángel Serrano (47) llevaba casi diez años como primer bailarín del Ballet de Santiago. Tenía 30 años y ya empezaba a tener lesiones que lo complicaban y requerían mayor cuidado. La peor, común en los bailarines profesionales, fue la que afectó su tendón de Aquiles. Veía que en los próximos cinco años su cuerpo se empezaría a deteriorar. Eso, sus dos hijos y el título de psicólogo que había sacado a la par de su rol de bailarín, lo motivaron a acogerse a una renuncia con indemnización y ser el primero de su generación en retirarse en enero de 2004.
Los primeros cuatro años se mantuvo haciendo clases de ballet al tiempo que atendía su consulta, pero cuando nació su tercer hijo decidió dedicarse por completo a la psicología. Serrano quería tener otras opciones económicas y darle un mejor estilo de vida a sus hijos. Fuera del ballet podía administrar libremente su tiempo. "Me sentí muy nuevo porque tenía todo el tiempo disponible de un modo que desconocía. Yo empecé a bailar en el formato Teatro Municipal a los 18 años, entonces mi vida entera estaba regulada por una pauta que hacia la dirección artística. A los 35 salí a un mundo donde yo era dueño del tiempo y eso me encantó", cuenta Serrano.
A diferencia de Serrano, Marcela Goicoechea (49), se retiró del Ballet en 2009 sin saber que haría. Llevaba 19 años como primera bailarina y su último año no solo bailó, sino que empezó a hacer lo que sin saber sería su futuro en el ballet: impartir clases en la que también había sido su escuela, el Ballet de Santiago. "Siempre tuve la percepción de que me iba a gustar enseñar. Luego Marcia Haydée (directora del Ballet) me ofreció un puesto y acepté. Llena de dudas y de ganas. Era distinto, pero estaba dentro de lo que me apasiona", cuenta. Su primer trabajo en el Ballet, fue asistiendo al primer bailarín Luis Ortigoza (48), quien actualmente también trabaja en el Teatro, solo que en el lado de la dirección artística.
El propio Ortigoza, que también es argentino, bailó 27 años en el Ballet de Santiago y según dice, siempre supo que se quería retirar en buena condición física. Tenía una rutina de entrenamiento diario y desde abril de 2016 ya no tiene esa obligación. Los cambios en el cuerpo han sido lo más drástico para él. Cree que quizás en un futuro volvería a entrenar, pero por ahora lo tranquiliza que su salida le ha permitido hacer cosas que antes no podía. "Le dedico más tiempo a mis perros o a cosas que para la gente pueden ser súper domésticas, pero cuando bailaba siempre me estaba cuidando y no caminaba mucho para no cansar la musculatura".
Si bien el desgaste físico es una de las principales razones de retiro de los bailarines del Ballet, el poco tiempo que deja para la familia también influye. Es por eso que a pesar de que muchas veces la seguridad económica y laboral que genera el Teatro Municipal retrasa la decisión, la salida se vuelve inevitable. El 2013, Maite Ramírez (42) sintió un impulso y fue donde Marcia Haydee a decirle que ya no quería bailar más. Conversaron y decidió que se quedaría un año más. Fueron tres. Sentía que su cuerpo ya no era el mismo y que necesitaba dedicarle más tiempo a sus dos hijos. "Es impresionante. Allá adentro te ponen el vestuario, te quitan la corona, te hacen todo. Está todo a tu disposición y claro ahora me enfrento a un mundo donde voy a tener que buscarme todo. Eso te da un poco de temor". El 30 de diciembre de 2016 fue su última función y a dos meses de su retiro, Maite Ramírez, quien fue bailarina del Ballet de Santiago durante 17 años, está dando clases tres horas de lunes a viernes en la Escuela Moderna de Música.
Algo similar le pasó a Lidia Olmos (47). A pesar del miedo que le producía en un inicio dejar de bailar en el Municipal, quería pasar más tiempo con su hijo. "Teniendo esta carrera uno se demora en tener un bebé, porque siempre se está posponiendo por un papel o ballet que viene al otro año. Tuve a mi hijo a los 40 y quería participar en su vida y crecimiento, porque crecen tan rápido que después no los vas a tener". Otra razón que la impulsó a tomar la decisión, fue la edad. Quería que el público la recordara bailando bien y en un rol de su categoría. Su último año, el 2015, bailó tres títulos y prefirió no presentarse como Julieta, porque según dice: "es raro que se presente alguien de 46 años en ese papel".
La uruguaya Sara Nieto (68) fue una de las figuras más importantes de su generación en los 70 y 80. A comienzos de 1996 le avisó a la dirección del Ballet que sería su último año bailando y abrió su propia academia con una tienda de productos de ballet. Quería enseñar lo que había aprendido en sus 32 años de carrera. "Algo que hice toda mi vida, desde los tres años, es lógico que lo extrañe, pero a la vez hay una sensación de libertad y de satisfacción por haber realizado mis sueños".