MasterChef: La vida después de un programa

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MasterChef, el popular concurso que este domingo termina su tercera temporada, se ha convertido en una especie de academia para cocineros amateurs. Muchos de ellos terminan desarrollando carreras y empresas ligadas a la gastronomía, aunque reconocen que dentro y fuera del show la presión es sumamente alta.




Al principio, nadie sabe nada de ellos. Algunos son operadores de parquímetros, otros venden colaciones y los demás son garzones, estudiantes, recolectores de basura, extranjeros perdidos en este país o provenientes de la lucha libre, capitanes de barco e, incluso, actrices y modelos. Son personas normales que saben cocinar o alguien les dijo que lo hacían bien.

La normalidad y el anonimato se acaban cuando deciden sacar su habilidad de sus casas y llevarla a una competencia televisiva para mostrar que son el mejor cocinero amateur. De eso se trata MasterChef, el programa británico que fue estrenado en 1990 y que a nuestro país llegó en 2014 conducido por Chris Carpentier, Ennio Carota y Yann Yvin, que en el tercer ciclo que transmite actualmente Canal 13 fue reemplazado por Sergi Arola.

Incluso en los últimos capítulos de esta temporada que termina mañana, ha logrado quitarle el liderazgo que Mega tenía habitualmente en las noches de domingo. Parte del éxito proviene de un concepto que también aparece en la película Ratatouille (2007) de Pixar, donde un ratoncito sueña con ser el chef más grande de París y se guía por la consigna de que cualquiera puede cocinar, una idea que lleva a miles de personas a postular a los castings masivos que convoca el canal.

Varios de los participantes han logrado aprovechar la fama que brinda el programa para realizar proyectos propios. "Fue la plataforma que me permitió esta segunda oportunidad", cuenta Alejandra Orellana (33), semifinalista de la primera temporada que ahora estudia cocina y tiene una empresa de banquetería, además de haber sido rostro del programa Lleve de lo bueno de TVN. Ella agrega que, después que se apaga la cámara, "es difícil tomar decisiones correctas, porque hay hartas opciones cuando sales. Se debe tener mesura. Hay gente que salió del programa que se sigue dedicando a la cocina y que es el camino que siempre les gustó", comenta.

Varios han seguido esta línea. Daniela Castro (29), ganadora de la primera temporada, ya ha publicado un par de libros de recetas y, además, es panelista en el programa Mucho Gusto de Mega. "Al salir me di cuenta de que había hartas puertas que llevaban a pegas ligadas a la cocina, eventos, cenas, campañas publicitarias", cuenta Maximiliano Cabezón (27), finalista de la segunda temporada.

"La verdad es que el programa fue un sacrificio a nivel personal porque estás gastando lo que tienes ahorrado. Para mí haber salido segundo fue un tremendo logro", cuenta Cabezón, quien dejó de trabajar para mantenerse en MasterChef. Él y Felipe Taverne (40), también participante de la segunda temporada, comenzaron un programa en Canal 13 Cable llamado Saca el chef que llevas dentro: "Es una aventura culinaria en un viaje por siete ciudades de Chile", explica Taverne.

Ignacio Román (29), otro participante de la primera temporada, saltó de ser un recolector de basura a compartir pantalla con Jorge Zabaleta en los comerciales de Unimarc. Alfonso Castro (64), ganador de la segunda temporada, en tanto, siguió trabajando como mozo. "En un principio quería poner un restorán a mi estilo, lo pensé harto, hasta que un cliente me ofreció que fuésemos socios. Pero la verdad siempre lo vi un poco lejano. Como voy a jubilar en unos meses, pensé en que podía ganar más plata, pero también implicaba tener más problemas. Yo conozco la vida del restaurante desde adentro y es complicada. Me parece más cercana la idea de poner un bar, por ahí va el camino".

Lejos de los focos y las cámaras está Óscar Barrera (26), quien fue parte de la primera temporada y se mantuvo ligado al mundo de la gastronomía, pero con otro giro. Tras salir de MasterChef terminó la carrera de Medicina y se puso a hacer clases de cocina y foodstyling (el arte de la presentación de los platos), además de publicar algunas recetas en revistas. Lo más importante vino cuando ganó un concurso de cocina patrocinado por la lista inglesa The World's 50 Best Restaurants para ser parte de la premiación de 2015 en Ciudad de México. Siguió en contacto con ellos hasta que le ofrecieron ser un tastemaker. "Somos 20 personas alrededor del mundo que estamos dedicadas a hacer contenido para la organización, que básicamente consiste en ir a un restaurante y decir cómo es, cómo es este otro, si está bien o no", cuenta desde Nueva York, donde estudia cocina en el International Culinary Center.

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La cocina tras bambalinas

"Tengo que hablar contigo, pero promete que no te vas a enojar. Te inscribí en MasterChef y te llamaron para el casting", le dijo su polola a Yuhui Lee (27), finalista de esta temporada. Debido a su precario español, a este inmigrante proveniente de Shanghái, China, le costó entender en qué lo había metido su novia. "Después me llaman por teléfono. Y yo no quiero, mi español muy malo. Me obliga a ir", cuenta a sólo horas de la gran final de mañana. No es el único participante que fue inscrito a sus espaldas por un familiar o un amigo. A Faryd García (21) y Valentina Ramos (27), también finalistas, les pasó lo mismo.

La misma historia de uno de los personajes más reconocibles del programa, Eliana Hernández (86), más conocida como "la Naná" de la primera temporada a quien en una reunión familiar en 2014 su nieta comenzó a preguntarle por la cocina y su vida. Semanas después, dice, su hija le avisó que habían llamado de la producción para avisar que había sido seleccionada para participar: "Le dije que no bromeara conmigo, pero sí, en dos días tenía que ir a presentarme a una entrevista. Así que fui", cuenta. No ganó el programa ella, pero estuvo entre los cinco mejores, pasó a ser rostro de Abastible, es consultada por casinos de empresas para probar la comida que les dan a sus funcionarios y aparece en algunos episodios de Cocineros chilenos de Chilevisión. "A mí, MasterChef me cambió la vida", confiesa.

Dentro del programa, hay participantes que por su carisma llaman la atención, tal como pasó con Yuhui, quien en menos de dos meses pasó de tener unos cuantos seguidores en Instagram a ser prácticamente vigilado por 61 mil personas. La fama no siempre produce alegrías, a través de redes sociales, los concursantes ven cómo se comenta su trabajo, su vida y relaciones tal como explica Valentina, que dice que a veces siente "tanta mala onda que les respondo. Es cuático. En un comienzo me tiraban caleta de mala onda por juntarme con Sandra. La gente se siente con el derecho de tratarte como ellos quieren", confiesa.

Por otra parte, como explica Andrés "Bundy" Cid (41), finalista de esta temporada y un exponente de la lucha libre nacional, la exposición puede volverse asfixiante. "Al principio nos íbamos caminando hacia Bellavista a tomar una cerveza y no pasaba nada. Pero ya avanzado todo esto, una vez fuimos a tomar una cerveza con Vale y Yuhui y no nos dejaban tranquilos. Era pura gente que estaba dándonos buena onda, pero invadiendo nuestro espacio", comenta.

Con el tiempo, también aprenden. "Me pasó que no sabía qué estaba haciendo allí. Había un montón de cosas de las que no tenía idea. Con el tiempo ocupé las instalaciones del canal para practicar, preguntar. Eso hizo que no estuviera tan perdido y entendiera algo de lo que era el idioma gastronómico", cuenta Bundy.

Como en la mayoría de estos programas, en cada capítulo uno de los aspirantes a chef sale, por lo que el fantasma de la eliminación siempre está presente. De hecho, durante las primeras grabaciones que se realizaron cerca de Navidad, Yuhui llegó inesperadamente con regalos para todos los participantes. "Yo extranjero, en poco tiempo más 'chao Yuhui chao Yuhui'", explicaba nervioso, pensando que pronto lo iban a eliminar.

A los que no les ocurre eso, y van quedándose se les pone la pista cada vez más exigente. "Tuve que dejar a mi familia y trabajo de lado para concentrarme en el programa, lo que me afectaba económicamente", cuenta Faryd, y agrega: "No quieres llegar a la casa y decir 'ya, basta, no quiero más' y no te pones a llorar ahí mismo para no mostrar debilidad".

A Valentina le pasó algo similar. Debido al tiempo que invertía en el programa, se distanció de su pareja. "La dejé botada mucho rato por el tema de MasterChef, que cada día se va haciendo más difícil. También dejé la pyme que tenía en la que mi pareja me ayudó bastante; ella pagaba todo", aclara la participante. "Por eso llegábamos con tanta presión al programa. Por eso es que uno se ponía a llorar, porque todo eso te afecta, todo es una bola que se junta dentro tuyo hasta que en algún minuto no da más", agrega Faryd.

Independientemente de lo que ocurra mañana, para los próximos ex participantes las cosas están claras: Faryd quiere poner su propia sandwichería. A Valentina le gustaría instalar una cevichería en Puerto Varas. "Bundy" quiere mezclar la lucha libre con la cocina y Yuhui, según dice, apunta. "Primero aprender muchas cosas. Después, yo creo que tranquilo trabajar con cocina desde la casa, cachái. Eso po".

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