Mamá, la ciudad parece como una guerra". Así le dijo Matías, de cinco años, a Sara Díaz. La ciudad a la que aludía el niño es el acomodado barrio de Chacao, a tres cuadras de Altamira, centro neurálgico de las protestas de la oposición en Caracas. Desde que se agudizaron las manifestaciones el 12 de febrero pasado, la periodista y su hijo tuvieron que abandonar su casa y, en un mes, sólo han dormido cuatro noches en el lugar. "Es intolerable estar ahí, tengo un niño de cinco años que se ha visto sometido a los gases lacrimógenos, y básicamente huimos. Desde entonces nos dividimos entre la casa de mis padres y dos amigas", contó a La Tercera. Díaz señala que cada noche los "guarimberos" -como se conoce a los manifestantes que bloquean las vías y hacen barricadas- queman basura, plásticos y sustancias tóxicas, lo que provoca un olor "insoportable". Luego llega la policía que lanza bombas lacrimógenas, que incluso son dirigidas hacia los edificios. "Hay que refugiarse en casas que tienen todo sellado, y como ya están acostumbrados, tienen el departamento preparado para esta miniguerra que se vive en Chacao", sostuvo.
Díaz destaca lo "agotador" que significó abandonar su casa. "Hay que ir a buscar ropa, lavarla, revisar que la casa esté en orden, cambiar fundas y sábanas, lavar cortinas más de lo habitual y hacer planes logísticos para cada día, lo cual es agotador. Extraño mis rutinas. Uno que suele detestar caer en rutinas, cuando la ciudad está como en una guerra, las extraña", señaló.
Las protestas que comenzaron a comienzos de febrero pasado en contra de la inseguridad, la inflación y el desabastecimiento que afectan al país, ya han cobrado la vida de 39 personas. Ante esta situación, el mes pasado, una comisión de cancilleres de la Unasur visitó Venezuela, con el fin de facilitar el inicio del diálogo entre el gobierno y la oposición. Sin embargo, la Mesa de la Unidad Democrática rechazó cualquier posibilidad de que el organismo actúe como mediador.
El analista venezolano Christian Burgazzi dijo a La Tercera que la razón por la que las manifestaciones se han concentrado en lo que se conoce como el "este" de la ciudad, especialmente en el municipio de Chacao -donde se ubican los barrios Altamira y Chacao- es porque posee un alcalde opositor, Ramón Muchacho.
Chacao y Altamira son descritos como barrios residenciales de alto nivel económico. En los alrededores de la plaza Francia, en Altamira, por ejemplo, hay embajadas, restaurantes, las veredas son amplias y se respetan las normas del tránsito. "Eso es mucho decir en esta ciudad", dijo Pilar Díaz, periodista del diario El Universal.
No sólo ahora han sido el escenario del malestar opositor. De hecho, durante el gobierno de Hugo Chávez (1999-2013), fue el centro de concentraciones de ese sector político. Así, en 2002, previo al paro cívico en rechazo a las medidas económicas y políticas del gobierno de entonces, la plaza fue tomada por militares disidentes que apoyaron a Pedro Carmona (presidente de facto tras el golpe del 11 de abril de ese año, que derrocó por dos días a Chávez). En el lugar acampó un gran número de personas, quienes fueron autorizadas por el entonces alcalde del municipio, Leopoldo López (actualmente detenido bajo la acusación de incitar a la violencia durante las protestas de febrero). La toma de la plaza Francia fue la antesala de la ocupación de zonas públicas por parte de la oposición, como la plaza cerca de un edificio de la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) en Chuao (en el mismo municipio Chacao de Caracas). A la plaza se le colocó el nombre de Meritocracia, en alusión al reclamo de los trabajadores petroleros de defender sus derechos laborales dentro de la empresa.
La corresponsal colombiana Catalina Jofré vive hace dos años en Altamira y dice que desde que comenzaron las protestas, la vida se ha alterado para los vecinos. "Si bien ahora la situación está más calmada, nuestra rutina se alteró. Por ejemplo, en la tarde comenzamos a ver Twitter para saber dónde hay barricadas, así calculamos a qué hora tenemos que llegar a la casa o si podemos salir de ésta o no. Ahora yo siempre llevo un limón por si acaso, para sobrellevar las lacrimógenas en caso de que me encuentre en la calle", contó a La Tercera.
La mujer, de 28 años, indicó que algunos de sus vecinos en el edificio en el que vive se han ido a casa de familiares, que residen en otros sectores de la capital. "Creo que muchas familias, sobre todo las que tienen hijos, cuando tienen la oportunidad de hacerlo, han optado por mudarse, para poder tener una vida más normal", indicó. Aunque advierte que esa normalidad también se ha visto dañada por el desabastecimiento. "Ese es otro problema, todos nos hemos organizado para comprar cosas y funcionamos con el trueque. Me das un aceite y yo te doy harina, así lo hacemos", dijo.