La vigencia de una peluquería de seis décadas
Especializada en cortes de niños, tres generaciones de santiaguinos han pasado ya por la Peluquería Tello.

UN niño de un año y medio llora, mientras desde las murallas aparecen hadas y personajes como Buzz Lightyear, para guiñarle un ojo y se calme. El "tío Héctor", uno de los cinco profesionales de la Peluquería Infantil Tello, hace lo propio. Le cuenta un cuento y el niño comienza a tranquilizarse. "Es como si le cortara el pelo a un nieto, que aún no tengo", confiesa el peluquero.
En el local 6 de Huérfanos 757, él y sus colegas saben que la paciencia es clave. "Eso y una técnica depurada. Tocamos lo menos posible la cabeza del niño y cortamos en el aire con la ayuda de la peineta y la tijera. Se hace con rapidez: no te puedes demorar más de 10 o 15 minutos", explica Rodrigo Tello, el nieto de José, quien abriera esta peluquería en 1949 unos metros más abajo de su ubicación actual.
Por aquí han pasado tres generaciones de guaguas y niños. "Gloria Benavides venía de niña; después trajo a sus hijas y más tarde, a sus nietos. Lo mismo que Rodrigo Salinas, del Club de la Comedia", comenta Tello.
En las décadas del 30 y del 40, José trabajó en el salón infantil que estaba al interior de la tienda Gath y Chaves. Cuando éste cerró, remató el mobiliario y se instaló con su propio establecimiento en la Galería del Angel, en Huérfanos con San Antonio.
Más tarde su peluquería se convirtió en un éxito: tenía un staff de 14 profesionales y atendía a más de 7.000 niños al mes. "Cuando mi abuelo falleció, en 1973, mi padre José Miguel se hizo cargo del negocio. Los buenos resultados siguieron hasta que en los 90 surgieron las peluquerías infantiles en los malls", cuenta el actual dueño.
Casi cierran, pero en 2009 cambiaron de local, siempre en Huérfanos, pero unos pasos más al oriente. Reemplazaron los sillones enlozados y los espejos señoriales por una decoración más moderna y de colores vivos. Además, incorporaron pantallas LCD para que los pequeños puedan entretenerse viendo películas infantiles, y compraron una consola de videojuegos para las largas esperas.
No trasladarse a un centro comercial fue una ventaja. "En la comuna de Santiago se siguieron construyendo nuevos edificios y aumentó la clientela", afirma Rodrigo, nieto de José Tello.
Este salón atiende hoy a más de 400 niños a la semana. "Muchos de ellos vienen de la mano de sus papás o de sus abuelos, que también fueron atendidos por nosotros", cuenta el empresario.
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