Hay imágenes y hechos que horrorizan a Nicolás Franco (1973), que lo obsesionan y que sin querer se transforman en el motor de su obra. Como lo que sucedió en octubre de 2013 en la isla de Zanzíbar, Tanzania, cuando dos jóvenes británicas que hacían caridad fueron atacadas con ácido por dos hombres en moto. La noticia fue portada del London Evening Standard, el que llegó a manos de Franco mientras hacia su residencia artística en Gasworks, Inglaterra.
La trágica historia dio pie para una nueva obra: el chileno tomó la portada del periódico y la transformó en una placa de aluminio donde cada letra fue tallada por el ácido. "Me interesa evidenciar cómo la violencia está contenida en cada acto que cometemos. Yo mismo como artista tengo que destruir para crear algo nuevo. Otras veces me encuentro con imágenes tan potentes que no es necesario darle una participación más importante a mi gesto como artista", dice.
El agua fuerte con la portada del diario londinense es una de las obras que el artista exhibe en el Mavi, en la muestra Cortado en pedazos, como último paso de la Beca Ama, que el coleccionista Juan Yarur entrega todos los años a artistas jóvenes.
Sin efectismos
En la muestra se exhibe una serie de imágenes, donde el artista explora el tema de cómo llevar a un formato visual los hechos que lo conmueven. A Franco no le interesan los efectismos ni las lecturas obvias. Por eso, cuando se sumergió en los archivos de guerra de las bibliotecas londineses, buscando la palabra "ojo" y se encontró con diversas descripciones sobre las lesiones de los soldados producto del gas mostaza, no pensó en mostrar algo literal, sino escabullirse por los resquicios de las sensaciones. Imprimió los textos en hojas blancas y los sometió a distintos procesos de "violencia", envolviéndolas en plástico y fotografiándolas para luego quitarles la tinta.
Para llegar a estas complejas estrategias de producción, Franco hizo un recorrido de 20 años. Un camino que lo separó de la pintura en la que partió como un aventajado estudiante en Madrid, luego recibió una beca en Holanda y finalmente ganó un premio de la Fundación Pollock en Nueva York. Sin embargo, algo pasó y Franco abandonó las telas y el color, por la foto y el blanco y negro.
Tampoco eligió el camino fácil. El artista sabe que su actual obra es hermética para el gran público: "Me interesa conectarme con ese reducido grupo de gente que ve en mi obra algo que le hace sentido. No creo en ese arte que comunica. Hay artistas que eligen los grandes temas, pero luego tampoco sucede mucho", dice.
Así y todo, en este último año su obra hizo ruido. Primero ganó la Beca AMA y luego participó en Feria Chaco, representado por Metales Pesados, que vendió toda su obra en el primer día. Este año tendrá una muestra en septiembre en el MAC y una colectiva en la galería González&González.
Ahora en el Mavi exhibe una serie sobre la guerra y la medicina, en la que reflexiona sobre cómo muchas veces los avances de la ciencia se producen a costa de vidas humanas. Además hay un video que mezcla imágenes de un grupo de soldados jugueteando con animales de una granja, durante la I Guerra Mundial, junto a la escena de dos lámparas atestadas de mosquitos. "Aún busco la explicación de por qué me fascinan ambas imágenes", concluye.