"Nos entrenaban algunos días para ser atacantes suicidas y otros para aprender a usar las armas". La voz de Ibn Omar se escucha tranquila, habla pausado, sin acelerarse. Tiene sólo 15 años y es uno de los más de 30 desertores del Estado Islámico entrevistados para un proyecto del Centro Internacional para el Estudio de la Violencia Extremista, liderado por su directora, Anne Spekhard, y Ahmed Yayla, ex jefe de contraterrorismo de la policía turca, que vive actualmente en Estados Unidos. Al igual que el resto de las entrevistas reunidas en el libro Isis Defectors Inside Stories of the Terrorist Caliphate (Desertores de Isis, historias desde el interior del califato terrorista), la de Omar -cuyo verdadero nombre se mantiene en secreto- fue filmada.
"Me gustaban mucho al comienzo, nos enseñaban sobre Dios, el Profeta y nuestra religión. Pasamos un mes en el campo de entrenamiento. Fue un entrenamiento militar, no había compasión. Gran parte del entrenamiento era con armas, pero si te distraías mientras cargabas un arma, ponían tu dedo a la fuerza en el gatillo y casi te lo quebraban. Algunos de los niños tenían 13 o 14 años", relata el adolescente ante las cámaras, quien, además, entrega sorprendentes detalles sobre cómo el EI prepara a los menores para ser terroristas suicidas. "Les enseñan sobre el auto, sobre cómo funciona y cómo al acercarse y apretar el botón explota… Les dicen que se hagan explotar entre los infieles, que cuando se metan al auto y aprieten el botón se irán al paraíso".
El recuento de Omar es uno de los más detallados sobre la formación de los llamados "Cachorros del Califato", el grupo de menores reclutados a la fuerza por el grupo terrorista para adoctrinarlos. Sin embargo, es sólo una de las decenas de historias de desertores que Yayla y Spekhard lograron reunir para intentar, por una parte, entender qué lleva a alguien a unirse al Estado Islámico y, por otra, difundir las dramáticas historias de los desertores para desalentar a otros a incorporarse al grupo. "Los líderes del EI saben lo que están haciendo, pero el hecho es que hay personas que se siguen uniendo al grupo, jóvenes de distintos países, por eso la gran pregunta es cómo hacen para reclutar a tantos terroristas. Eso es lo que queremos tratar de responder", dice Yayla a La Tercera.
Como recuerda Anne Spekhard en el prólogo del libro, "en el otoño de 2015 -cuando comenzó a gestarse el proyecto-, cerca de 30 mil extranjeros se habían unido al Estado Islámico y más de 5.000 sólo de Europa. El Estado Islámico seguía creciendo y tenía la capacidad de atraer a 1.000 combatientes por mes". Por ello, la apuesta era lograr que desertores del grupo yihadista hablaran ante las cámaras. Al comienzo, Spekhard habló con ex miembros de Al Qaeda que habían dejado la organización y que estaban dispuestos a ser filmados, pero la idea era llegar al EI. En ese proceso, el rol de Ahmet Yayla, quien acababa de dejar la policía turca, fue clave. Desde la frontera entre Turquía y Siria, donde vivía, comenzó la difícil búsqueda de ex miembros del EI.
Según Yayla, lo que más le sorprendió del diálogo con los desertores no fue lo que relataban sobre la vida en el califato, sino que se trataba en su mayoría de gente que creía realmente en lo que hacía. "Especialmente entre los extranjeros había verdaderos creyentes, gente que seguía sus 'sueños', y eso es lo más difícil cuando se busca derrotar a una organización terrorista, porque si matas a uno siempre habrá otros que sigan sus pasos". Por eso, para Yayla, si bien hay que luchar en el campo de batalla contra el Estado Islámico, la guerra no se ganará ahí. "Hay que enfrentarse a la ideología que se expande por el mundo, tiene que ser una guerra completa", dice. "Ganar en el campo de batalla no asegura un triunfo, en especial cuando luchas contra el terrorismo", dice.
Hipocresía yihadista
La difusión de las entrevistas a los desertores es parte de ese esfuerzo. "La mayoría de los que deciden desertar lo hacen por la hipocresía del EI. Dicen algo, pero hacen otra cosa. Han decapitado, por ejemplo, a mujeres sirias musulmanes sunitas, a esclavas musulmanas, y eso no es aceptado por los sirios", asegura Yayla.
El libro entrega dramáticos relatos sobre cómo los cuadros del Estado Islámico evitan las estrictas normas impuestas al resto. "En 2014 me di cuenta que ad Dawlah (nombre usado por los ex miembros del grupo para referirse al EI) era mentiroso", cuenta Abu Walid, otro de los desertores entrevistados para el proyecto. "Por ejemplo, había un tipo del EI que violó a una mujer, pero logró salirse con la suya. (Ellos) no tienen nada que ver con el islam", agrega.
Según Yayla, el explosivo crecimiento del Estado Islámico se explica por la lucha entre sunitas y chiitas en Irak y la decisión del gobierno de Bagdad, tras la caída de Saddam Hussein, de despedir a los sunitas que trabajaban en el Estado. "Eso movilizó a la juventud sunita de Irak, que finalmente terminó uniéndose al EI". Pero, además, asegura que el EI contó con la complicidad de Arabia Saudita y Turquía. "Ankara ayudó al Estado Islámico, porque pensaba que podía matar dos pájaros de un tiro, sacar a Basher Assad de Siria y golpear con fuerza al PKK (el Partido de los Trabajadores del Kurdistán que lucha contra el gobierno turco), pero nada de eso pasó". A ello se suma, según él, que tanto Turquía como el propio Assad financian al EI a través del contrabando de petróleo.
En este escenario, la operación iniciada el 16 de octubre contra Mosul es sólo un paso más en la lucha contra el califato, que para Yayla aún está lejos de ser derrotado. "Si el EI pierde Mosul, tendrán muchos lugares donde ir, probablemente se afeitarán sus barbas, se cortarán el pelo y se perderán en medio de la sociedad civil iraquí", asegura el ex jefe de contraterrosimo de la policía turca, citando la estrategia que los desertores del EI le contaron.
"Lo que pasará entonces es que se iniciará un nuevo tipo de guerra de guerrillas contra el EI. Tomará un tiempo liberarse de ellos. No ganaremos esta lucha muy rápido, hay mucha gente allá afuera y la ideología sigue presente", agrega.