Llegó a la librería con unos poemas de amor entre sus papeles. Iba recomendado por Eduardo Barrios. Todavía era flaco, su voz no era mucho más que un hilo y en esa ocasión estaba especialmente pálido. Pero ya entonces, con sólo 21 años, Pablo Neruda era convincente: Carlos George-Nascimento aceptó publicar en una edición de gran formato nada económica su libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada. "Se salía con la suya", recordaría años después el editor. Corría 1924, Neruda iniciaba su conquista literaria y Nascimento se convertía en una de las más decisivas editoriales de la literatura chilena.
Inmigrante portugués de fugaz pasado ballenero, Carlos George-Nascimento llegó a Chile en 1905 siguiendo una intuición azarosa. La misma seguramente que lo llevó una década después, a los 31 años, a comprar la librería que dejó al morir su tío, en Ahumada 265. El olfato comercial lo llevó en 1917 a imprimir por su cuenta un solicitado manual de historia. Luego lo cautivó la literatura chilena y creó la editorial Nascimento, una de las primeras de su tipo. "En esos días sabía tanto de vender y hacer libros como hoy sé de aviación", bromearía décadas después, cuando ya en su catálogo estaban, al lado de Neruda, Gabriela Mistral, Manuel Rojas, José Donoso, Nicanor Parra y un larguísimo etcétera.
Hombre clave en las bambalinas de las letras locales, Nascimento fue sin intentarlo un motor cultural de su tiempo -murió en 1966- y su nombre hoy es una marca que se repite insistentemente en librerías de segunda mano. "¿Quien es este Nascimento?", se preguntó hace unos años Felipe Reyes y se puso a escarbar. Llegó hasta la familia del editor e incluso leyó las notas de una biografía que intentó su hijo. Con ese material como base, escribió Nascimento: el editor de los chilenos, un volumen de múltiples rostros: es la historia de un inmigrante en el Santiago de inicios del siglo XX, también la del despertar de los escritores chilenos.
DE BALLENERO A LIBRERO
Venía de Corvo, la isla más pequeña del archipiélago de Azores, en Portugal. Antes, había pasado por Estados Unidos, donde desde San Francisco se subió a un buque ballenero con destino a Chile. Pagó con trabajo el viaje: había aprendido a cazar ballenas desde niño en Corvo. Al llegar en diciembre de 1905 todo salió mal: le robaron en Valparaíso y, peor, su tío en Santiago, el dueño de la librería Nascimento, le cerró la puerta.
Según cuenta Reyes en el libro, Nascimento pasó sus primeros años en Chile con familiares en Concepción, hasta que en 1917 murió su tío: le encomiendan vender la librería de Ahumada. Antes de que lleguen compradores, él se hace cargo del negocio. Venden títulos legales, libros en inglés, mucha literatura francesa, algo de poesía; llegan pedidos de provincia y el extranjero, tiene numerosos clientes. Entonces decide ser él el comprador.
Por esos años, el centro de Santiago empieza a ser el escenario de una incipiente escena literaria. Edwards Bello, Ricardo Latcham, Manuel Rojas, Mariano Latorre y muchos otros iban de la librería Francesa a la Nascimento comentando las últimas novedades. También el novelista Eduardo Barrios, que se convertirá en el principal asesor de la nueva editorial, que el mismo inauguró con El hermano asno (1922).
Después de Teresa Wilms Montt y Edwards Bello, Nascimento amplía su giro e instala una imprenta en el fondo de su casa, en la calle Arturo Prat. Lo primero que sale de ahí es Desolación, de Mistral. A la par de Zig-Zag o Universitaria, Nascimento se convierte en un sello ineludible: publica La amortajada, de María Luisa Bombal; Poemas y antipoemas, de Nicanor Parra; Hijo de ladrón, de Manuel Rojas; Coronación, de José Donoso; entre otros. Como dice Felipe Reyes en la biografía, cuando la editorial cerró, en 1986, había publicado a 35 de los 37 premios nacionales de literatura que se habían entregado. El último libro del sello fue Aproximación histórica folklórica a los juegos de Chile, en 1986; luego cerró la librería y la imprenta. "Sentí que nuestra orfandad colectiva era mayor", escribiría Alfonso Calderón, al pasar por la vitrina cerrada ya para siempre.