Sólo en dos ocasiones el deporte ruso se vio golpeado tan duramente como lo  ha sido ahora; en ambos casos, por razones políticas.  Los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 fueron boicoteados por las potencias de Occidente debido a la invasión de Afganistán y cuatro años después, los entonces soviéticos y sus aliados se ausentaron en represalia de los JJ.OO. de Los Ángeles 1984.

Hoy, los motivos parecen estrictamente deportivos, pero están teñidos por los conflictos de la política internacional rusa y la figura del Presidente Vladimir Putin.

Lo cierto es que una extensa investigación de la Agencia Mundial Antidopaje, el Comité Olímpico Internacional y las confederaciones internacionales de atletismo y halterofilia decidieron suspender a todos los deportistas rusos de estas especialidades. En el caso de los pesistas, hasta junio de 2017, con lo que, al igual que los atletas de pista y campo, tendrán que ausentarse de los Juegos Olímpicos de Río 2016. En rigor, la medida afecta a la federación nacional, porque se considera que cuantitativa y cualitativamente se trata de dopaje como política de Estado.

Hace pocos días, el presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach, anunció que los representantes del gigante eurasiático tendrían la opción de competir bajo la bandera olímpica, pero hasta ayer ninguno de los afectados parece querer asumir el papel de traidor ante sus compatriotas; más aún, la eterna reina de la garrocha, Yelena Isinbáyeba, anunció que recurrirá a cortes internacionales de derechos humanos para anular esta sanción colectiva.

En el camino quedan muchas estrellas  que esperaban subir a los podios en Río 2016, incluyendo el caso específico de María Sharapova, quien sufrió una suspensión de dos años por dopaje con Meldonium, sustancia originalmente destinada a personas con enfermedades cardíacas y en torno a la cual existe una red que ha hecho caer a otros deportistas rusos y de otras nacionalidades.

Son malos días para Rusia, además, luego de que en la Eurocopa de Francia su selección de fútbol fuera eliminada debido a una desastrosa actuación en primera ronda, mal rendimiento deportivo que estuvo acompañado por la violencia extrema de sus barrabravas, tres de los cuales deberán cumplir penas de prisión efectiva en el país anfitrión del certamen continental.

Y, como una prueba de que no se trata de una situación casual, fue arrestado y expulsado de suelo francés  (tras violar una prohibición de ingreso) el jefe de la Unión de Hinchas Rusos, Alexander Shprygin, conocido por su amistad con Putin. Shprygin, hombre fotografiado haciendo un saludo nazi, había pedido jugadores sólo eslavos en la selección rusa (donde hay un germano-ucraniano y un brasileño), haciendo uso de sus vínculos con la Federación de Fútbol de Rusia.

Putin, además, no parece muy preocupado de disimular sus simpatías, cuando en el Foro Económicos Internacional, en San Petersburgo, se ufanó de la violencia de sus exaltados compatriotas. "No entiendo cómo 200 hinchas rusos le dieron una paliza a varios miles de ingleses", dijo entre aplausos de parte del público que asistía al pleno del Foro. Luego aclaró que esperaba que todos los hinchas tuvieran un trato similar.

Las sanciones por el uso de sustancias se suman a las acusaciones de soborno en la obtención de la sede del Mundial de Fútbol 2018, además de los riesgos que implica la presencia de barrabravas en ese torneo y también en la Copa de Confederaciones de la FIFA del año próximo, a la que Chile está clasificada como campeón de la Copa América 2015.

Acerca de la sanción olímpica que recaía, en ese momento, únicamente sobre los atletas, Putin reaccionó apelando a preceptos básicos del derecho. "Hay principios legales reconocidos universalmente y uno de ellos es que la responsabilidad debe atribuirse a alguien específicamente", dijo el Presidente. "¿Por qué la gente que no tiene nada que ver con las violaciones debería sufrir por los que las cometieron?", agregó.

El propio mandatario ha dejado entrever que detrás de todas estas sanciones hay una agresión occidental en contra de Rusia, sobre todo por el conflicto con Ucrania. Justamente en estas semanas, la Unión Europea ha prolongado  oficialmente las sanciones impuestas después de que Moscú se anexionase Crimea, en marzo de 2014; a modo de respuesta, Putin amenazó con prolongar hasta finales de 2017 su  embargo a los productos alimentarios que vienen de la UE, una medida que supone  un peso financiero considerable para los agricultores europeos (desde ayer, golpeados además por la salida de Gran Bretaña de la Unión).