MARLENE Ahrens nunca pensó que una simple casualidad terminaría cambiándole la vida y convirtiéndola en una de las atletas más importantes en la historia del deporte chileno.
"Yo jugaba hockey y todos los años, cuando terminaba la temporada, íbamos a la playa. Entonces me puse a lanzar piedras hacia el mar y mi marido vio que lo hacía incluso más lejos que los hombres. Observó que ahí había una lanzadora innata y me recomendó al entrenador del Club Manquehue. Así partió todo", relata la deportista que hoy cumple 80 años y que hace 57 logró la medalla de plata en el lanzamiento de la jabalina en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, con un registro de 50,38 metros.
A pesar de no tener ninguna instrucción, la atleta se las ingenió para adueñarse de todas las marcas. Sin embargo, rápidamente quedó embarazada de su primera hija, la periodista Karin Ebensperger, por lo que su preparación para la cita olímpica de Australia estuvo lejos de ser la óptima. Incluso, recuerda una anécdota que vivió tras adjudicarse el segundo lugar en el evento de los anillos: "Me dejaron un escrito que tenía que contestar. Me preguntaban cuántas horas entrenaba al día; cómo dividía mis horas; cómo me alimentaba. Yo contesté todo, no tenía entrenador. Sólo el fin de semana. El resto de los días entrenaba sola durante una hora. No me creyeron y me mandaron a llamar para decirme que era una encuesta seria. Les dije que era la verdad. Yo entrenaba a mi manera, a la 'brutanteca'", narra entre risas.
Con apenas 23 años, tampoco dimensionaba lo que era participar en unos Juegos Olímpicos. "No tenía idea lo que era, no le tomé el peso. Recibíamos El Mercurio que no traía nada de deporte, así es que nunca supe lo que era". Luego vendrían títulos sudamericanos y panamericanos. "Todos mis viajes los pagué con medallas de oro", destaca.
Pese a la contundencia de sus números, Ahrens asegura que algunos de estos triunfos estuvieron lejos de ser sus mejores actuaciones. "Cuando fui a Uruguay, venía saliendo de una operación en el uréter y en Cali tuve un desgarro y, más encima, falleció mi padre y no pude volar a Chile. Igual gané, pero con malas marcas", comenta. Esta situación se repitió en los Juegos de Roma 1960: "No estaba entrenando y no quería ir. Antes estaba esperando a mi tercer hijo y tuve una pérdida. Insistieron y me llevaron igual. Salí undécima", apunta.
Su destierro del atletismo
Cuatro años después estaba en su mejor momento y con la ilusión de superar en Tokio 1964 el hito de Melbourne. Sin embargo, recibió una insólita sanción. "Me suspendieron por un año en víspera de los Juegos, por unas declaraciones que salieron en el diario Clarín y que yo desmentí. Le pedí al periodista que fuera a la Federación para que dijera lo que señalé y lo qué él reprodujo. Igual me castigaron", señala, para luego explicar que "el presidente del Comité Olímpico (Alberto Labra) tenía sangre en el ojo conmigo. Todo porque cuando fuimos al Panamericano de Chicago 1959, él se sobrepasó y yo lo frené. Por eso, cuando él salió elegido, se agarró de esas declaraciones y no hubo caso".
Este incidente puso fin a su carrera. "El '64 me retiré y no quise saber nada más del atletismo. Cuando pasó el año, yo apelé con pruebas, pusieron una comisión elegida por ellos y al final dijeron que no merecía el castigo. Pero para que no tuviera que dimitir el directorio, sometieron el fallo a votación y trabajaron los votos. No me dejaron exponer mi parte, fue una votación viciada. Y ahí dije 'nunca más'", rememora.
Casi 40 años después, aún mantiene esa distancia con la disciplina y es clara al afirmar que "no sé lo que pasa en el atletismo, estoy tan alejada... Lo único que veo es que les pagan una brutalidad de plata, los apoyan y viajan por el mundo. En mi época, si me hubieran dado boleto habría salido campeona mundial con un poco de entrenamiento". Eso sí, valora lo hecho por Natalia Duco e Isidora Jiménez. A la primera la define como "muy aperrada" y de la segunda dice que "es fantástico lo que está haciendo, además que es muy buenamoza".
Tras dejar su pasión, se refugió en el tenis, donde fue campeona de Chile de dobles mixtos, junto a Omar Pabst, en 1967. "Me metí al tenis y en dos años estaba en escalafón nacional", cuenta para graficar su facilidad para los deportes, la misma que la llevó, con 62 años, a participar en la competencia de adiestramiento ecuestre en los Panamericanos de Mar del Plata 1995.
Su amor por el deporte la llevó a vincularse al Comité Olímpico, entre 2000 y 2002, período en el que fue vicepresidenta. Sin embargo, terminó muy desencantada. "Me retiré, porque había cosas que no me gustaban. Cuando les preguntaba por las platas, se molestaban y hacían cosas, como que a una boleta de 40 mil pesos le ponían un "1" delante y se echaban 100 mil pesos al bolsillo. Luego, cuando hubo un recibimiento a unos militares que fueron campeones mundiales en Italia, pregunté cuánto costó el cóctel y se molestaron. Ahí decidí no seguir".
Con esa misma frontalidad, manifiesta su desacuerdo con que Marcelo Ríos haya sido escogido como el mejor deportista del siglo XX. "Eligieron al 'Chino' que no hacía ni dos años que estaba en esto, y que fue primero sin ganar un Grand Slam. Se trataba del mejor del siglo, no de los últimos dos años. En cambio, Elías Figueroa, por más de 20 años, fue primera figura en el fútbol y reconocido por Brasil, en un deporte tan competitivo como el fútbol. ¿Yo? No, no se puede comparar el esfuerzo del fútbol con lo mío", declara.
Actualmente, se mantiene muy activa y sin mayores problemas de salud. "Uso lentes sólo para leer", aclara. Además, hasta el año pasado practicaba equitación a nivel competitivo. Hoy sólo lo hace de forma recreativa, lo que combina con la gimnasia acuática que realiza tres veces a la semana. También visita todos los meses el centro de madres ubicado en La Calera y que lleva su nombre desde hace 48 años, y en algunos días renovará su licencia de conducir. Tiene palabras para el futuro: "Quiero vivir mis años dorados", sentencia, al tiempo que agrega que "me gustaría que me recordaran como una persona a la que siempre le gustó trabajarle a la verdad. Me cargan las cosas falsas".