Lo más extremo que el periodista argentino Federico Bianchini (31) ha experimentado ha sido lanzarse en paracaídas. Lo hizo por encargo, para una nota del diario Clarín de Buenos Aires. Y si bien luego supo que en Argentina no había control para el tándem -aquellos vuelos en los que dos personas se lanzan enganchados con un arnés y un solo paracaídas-, Bianchini dice que es la experiencia más increíble que ha vivido.
Federico Bianchini ha escrito en Clarín, en la revista Brando y en Gatopardo, y ganó los premios Las Nuevas Plumas y el Don Quijote de Periodismo, este último entregado por la corona española. Actualmente, es editor de Anfibia, la prestigiosa revista digital de crónicas y ensayos que dirige el escritor chileno Cristián Alarcón.
En la pasada Feria del Libro de Santiago presentó el título Historias extremas (Ceibo Ediciones), su debut en este formato. En estos relatos, un hombre se sumerge más de ocho horas en las frías aguas del río Paraná. Otro sobrevive casi dos días en una cornisa, luego de perder el rumbo en una corrida de aventura. Una mujer se sumerge desnuda en el canal del Beagle. A esa mujer le falta una pierna. Los tres -y todos los demás protagonistas de estas crónicas-, a ratos parecen personajes de ficción: sus voces registradas con pericia y fidelidad; sus miedos y propósitos, textuales; el cuerpo que sobrepasa todos los límites imaginables del hambre y del dolor; y el frío, el frío constante de un paisaje que es siempre hosco y embriagador, el que se debe superar con esfuerzos sobrehumanos, con el corazón hipertrofiado de adrenalina.
¿Existe, en su caso, alguna relación personal con lo extremo?
Heraldo Conti piensa la literatura como un ejercicio de sustitución. Que hay muchas cosas que no podría hacer y entonces trata a través de las palabras de sentir como sintió el otro. Hay algo de eso. Pero tendría que cruzarme algo que los cruza a ellos, que es la necesidad.
En sus crónicas destacan justamente las emociones de las que dan cuenta los protagonistas. ¿Es eso lo que le llamó la atención en estas historias?
Siempre me entró curiosidad por saber por qué esta gente hace lo que hace. Por qué se arriesga a hacer estas cosas. Uno de los entrevistados me contaba que el día anterior a la carrera no duerme. Durante la carrera, las sensaciones que describe son atroces. Cuando llega, la euforia es un momento. Y después vomita. ¿Qué es lo que se disfruta, entonces? ¿Se están demostrando algo a ellos o a los otros?
Usted también escribe cuentos. ¿Por qué abordar estas historias desde la crónica y no desde la ficción?
Son juegos distintos. Acá estoy tratando de entender a personas puntuales y comprender sus deseos. El camino unívoco para hacerlo es entrevistándolos. De hecho hay una historia que después ficcioné, pero es otro registro. Yo cuando hago ficción escribo distinto a cuando escribo crónica. Acá las frases son más cortas, está más cerca de lo oral.
De todos modos el uso de la primera persona testimonial caracteriza a los entrevistados como si fueran personajes de cuentos.
Sí. A Damián, el nadador, le pregunté qué había sentido en cierto momento, y luego, más tarde, le volvía a preguntar lo mismo, le disfrazaba la pregunta. Si yo necesitaba una escena con lujo de detalles, podía volver a eso una y otra vez. Con la intención de provocar en el lector un efecto narrativo, un efecto literario.
¿Se siente parte de la nueva corriente de cronistas latinoamericanos?
En el sentido de que en este momento elijo ese segmento para escribir. Me parece, sí, que tiene mucho que ver con construcciones editoriales. Orsai cerró, Anfibia es digital. No hay muchos medios de crónicas. Paralelamente a eso va creciendo un rumor como que la crónica es lo mejor. Pero, al menos en Argentina, las secciones de los diarios siguen siendo muy duras.