28 de junio de 2014. Estadio Mineirao, Belo Horizonte, Brasil. Gonzalo Jara camina con la cabeza baja pero esbozando una leve sonrisa hasta llegar al punto penal. La hinchada sigue sus movimientos expectante y en silencio. Todo transcurre en menos de 10 segundos, pero para los chilenos, que permanecen pegados a sus televisores, la espera parece eterna.
En la cabeza de Jara los pensamientos se confunden. Trata de entender por qué se le dio ese rol crucial, si él no lo buscó, pero no tiene tiempo para darle más vuelta al asunto. El momento parece haber llegado.
Hace sólo unos minutos, Sampaoli le había preguntado al equipo quiénes estarían dispuestos a patear tras un extenuante partido. Jara fue uno de los que aceptó. Quedó último en la lista, pero en ese momento poco le importó porque no imaginaba que tendría que marcar el empate con Brasil, el pentacampeón del mundo. Ni siquiera habían practicado los penales.
Se escucha el silbido del árbitro. Jara corre y patea. La pelota pega en el palo y sale. Los brasileños corren eufóricos hasta la mitad de la cancha y suben en andas a sus compañeros para celebrar el escurridizo triunfo.
En Chile los hinchas lloran. Se toman la cabeza desesperados sin entender por qué el balón no quiso entrar al arco. Lo mismo que con el travesaño de Pinilla. En el Mineirao Gary, Arturo y Bravo deambulan por la cancha. ¡Jugamos como nunca, perdimos como siempre! Se lee en varios estados de Facebook.
El país queda por unos segundos en silencio digiriendo la amarga derrota, aceptando que La Roja sólo llegó hasta octavos de final. Gonzalo Jara también. No llora. Abraza a sus compañeros, pero se separa de ellos cuando tratan de hablarle. Él no quiere escuchar a nadie, no quiere que lo vean destrozado ¿Por qué tuve que ser yo?, se pregunta.
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A Gonzalo Jara nunca le había tocado patear un penal importante. Ni siquiera cuando jugaba en el club que lo vio crecer: el Críspulo Gándara, ubicado en la población que lleva el mismo nombre, en la comuna que en ese entonces se llamaba Hualpencillo (hoy Hualpén), donde creció y al a que permanece estrechamente vinculado.
Su carrera no fue meteórica porque ni él mismo tenía claro que quería convertirse en futbolista profesional. Tras 15 años entrenando en la cancha de tierra, y jugando con amigos hasta 10 años mayores que él, el "Rana", como lo apodaron en su población, fue invitado a probarse a Huachipato.
Cuenta que no llegó al primer encuentro. Entonces, el entrenador Luis León, quien lo invitó tras seguirle la pista durante unos partidos, fue a su casa a hablar con su padre para que lo llevara hasta las dependencias del club acerero, ubicado en la vecina comuna de Talcahuano. Le fue bien y se integró a la sub 15.
Y fue en ese momento cuando su vida cambió. Los entrenamientos pasaron a ser diarios y comenzó a viajar seguido a Santiago. Cuatro años después, y tras una prometedora y exitosa carrera, pasó a vestir la camiseta de Colo Colo. Después vino el West Bromwich Albion, el Brighton & Hove Albion, el Nottingham Forest, en Inglaterra, y luego el FSV Mainz 05, en Alemania, donde fue marginado tras un episodio que protagonizò en la Copa América, provocando un alto en su estadía en Europa.
Finalmente, en 2016 se convirtió en titular de la Universidad de Chile, donde asegura volvió para cumplir un "sueño", pero también para estar cerca de su señora e hijo , que habían optado por quedarse en el país por un tiempo.
Pero para el defensa, su lugar favorito en el mundo sigue siendo Hualpén. Específicamente la casa de sus padres donde vuelve cada vez que puede. Allí se junta con sus amigos de la infancia, compra en el negocio frente a su casa donde ayudaba a atender cuando era un niño, y organiza partidos con el Críspulo Gándara, donde es un ídolo.
A Hualpén retornó cuando perdió el penal para buscar consuelo en su familia. En esta casa que lo vio crecer recibe cariños, consejos, pero también retos y "tirones de orejas" cuando se ha equivocado en sus decisiones. Porque Gonzalo, en sus 12 años vistiendo la camiseta de Chile, ha estado lejos de pasar inadvertido.
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8 de noviembre de 2011. Santiago de Chile. Gonzalo Jara acapara las portadas de los medios de comunicación por un escándalo deportivo con tintes faranduleros. Esa tarde primaveral la Selección Chilena es liberada de la concentración y aprovecha de asistir al bautizo de los hijos de Jorge Valdivia. De regreso a Pinto Durán, llega 45 minutos tarde a la concentración, al igual que sus otros cuatro compañeros: Arturo Vidal, Jean Boseajour, Carlos Carmona y el "Mago".
La falta indigna al DT Claudio Borghi, quien, además, evidencia a la prensa que llegaron en "estado indefendible e inadecuado" y decide marginarlos de 10 partidos a modo de castigo. En apenas unas horas estalla la polémica y se convierte en un asunto de interés nacional.
En paralelo, los canales de televisión difunden los videos del "Bautizazo" en horario prime. Las imágenes muestran que bajo el ritmo de "Está la escoba", el "Mago" baila sin polera junto a otros hombres, que son identificados por los "opinólogos" como sus compañeros de equipo. Aunque ellos lo niegan.
Los noticieros califican el hecho de un "nuevo acto de indisciplina de La Roja". Los futbolistas, incluido Jara, se enfurecen. Realizan una conferencia de prensa y se refieren a Borghi en duros términos.
De los cinco, sólo Jara mantiene la mesura frente a las cámaras y reconoce que "llegaron tarde" a Pinto Durán y que "siente pena" por lo sucedido. Aprovecha las pantallas para pedirles perdón a sus compañeros por haberles faltado el respeto.
A los meses y tras quedar marginado de la Selección por cinco fechas, Jara pide un indulto apelando a su buen comportamiento. Fue el primero en hacerlo entre los sancionados. Allí reconoce que se equivocó con participar en la conferencia de prensa y vuelve a pedir perdón.
Tres años después, Jara nuevamente se convierte en noticia. En plena Copa América y ante un decisivo partido con Uruguay, en las instancias finales del campeonato, el hualpenino introdujo su dedo entre las nalgas del futbolista uruguayo Edison Cavani, quien reaccionó pegándole una cachetada en la cara, provocando su expulsión del encuentro del que Chile resultó finalmente vencedor.
El gesto del defensa terminó convirtiéndose en la imagen del partido y la foto de la provocación se multiplicó en los medios de comunicación y en las redes sociales. Incluso fue llamado "el dedo de Dios", en alusión a Diego Armando Maradona. Nuevamente, todos hablan de Gonzalo Jara.
El jugador fue sancionado, esta vez por la Conmebol que le impidió jugar el resto de la Copa donde Chile se coronó campeón. Además, el tema llegó nuevamente a ser comentado en los canales de televisión, en las radios, en las columnas de los diarios, en la sobremesa de la casa. ¿Qué estás dispuesto a hacer para ganar un partido? Se cuestionan los chilenos.
El tiempo pasa y tras cumplir su sanción, "Jarita" se reintegra nuevamente a La Roja. En la Selección dan por superada la polémica, zanja el problema con el FSV Mainz 05, su club de ese entonces, retornando a Chile para vestir la camiseta de La U. Meses después vuelve a jugar contra Uruguay y los fanáticos de ese país lo acusan de un nuevo "toqueteo", pero el tema no pasa a mayores.
Con el tiempo, Jara reconoce que esta provocación no solo se la hizo solo a Cavani. También a Luis Suárez y Gonzalo Higuaín en otros encuentros deportivos. Dice que en su casa lo retaron, que le "avergüenza" que los niños se hayan quedado con esa imagen. Pero no se muestra arrepentido de su decisión. Insiste en que nadie sabe lo que ocurre dentro de la cancha. Y él está dispuesto a tomar la decisión que sea necesaria para defender a La Roja.