Desde que en enero el fuego acabó en un abrir y cerrar de ojos con las más de mil viviendas de Santa Olga, el pequeño pueblo de la región del Maule se ha convertido en un símbolo.

Sin embargo, y pese a que el pueblo se está recuperando lentamente, a tres meses de la tragedia la devastación aún genera momentos que sobrecogen. Como la jornada de hoy.

Porque los censistas debieron llegar a un pueblo donde prácticamente no quedaron casas en pie. Y realizaron su labor con la gente que aún permanece en sus terrenos.

Algunos de los habitantes fueron censados en sus carpas. Otros, detrás de la reja que era, hasta comienzos de año, la entrada a su casa, y que hoy conecta con un terreno aún vacío, con la esperanza de volverse a levantar.

Éstas son las imágenes que tomó el fotógrafo Javier Torres, de la agencia Aton, en el corazón de Santa Olga.

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