Son más de 700, entre monstruos, marcianos, manos de tijeras, payasos, novias cadáveres, niños melancólicos y criaturas de varios ojos. Se exhibirán desde este domingo en el MoMA de Nueva York y allá piensan estar hasta mayo, compitiendo con los Mirós y los Picassos, y atrayendo de paso a una clientela más habituada a la oscuridad cinéfila que a las paredes blancas.
"Este museo tendrá un antes y un después de Tim Burton", vaticinó Glenn Lowry, el director del MoMA. Y el propio cineasta certificó: "Esto es como una experiencia fuera de tu propio cuerpo... Me gustaría saber si hay un doctor en la sala, para certificar si estoy efectivamente muerto".
El realizador de El gran pez agradeció al MoMA el detalle de "haber hurgado en mis armarios para dar sentido a mi vida". "Gracias también a Ron Magliozzi y a Jenny He por descubrir en mí influencias que ni yo mismo sospechaba", terció Burton, sobre los curadores de la exposición.
Los comisarios Ron Magliozzi y Jenny He ven en Burton influencias que van desde el arte pop de California hasta el expresionismo alemán, pasando por el gótico o el grand guignol. "Hemos querido que el museo se contagie de la energía de Tim Burton", concluye Magliozzi, vigilado desde lejos por el gigante hinchable Balloon boy, una de las siete obras concebidas para la exposición.
EN TRES ESCENAS
He aquí el recorrido visual de la exposición. Sobreviviendo a Burbank alude a Burbank, la ciudad natal de Burton, al sur de California. Es una especie de paraíso suburbano que siempre le resultó lo más parecido al infierno.
Las películas de horror, la ciencia ficción de los 50 y los monstruos japoneses fueron el antídoto de Burton contra el aburrimiento. Con 13 años, y con sus vecinos como protagonistas, rodó su dos primeros cortos: La isla del Dr. Agor y Houdini: la historia nunca contada. Una escultura de acero y poliéster es el homenaje que Tim Burton rinde a su infancia.
Embelleciendo Burbank indaga en la etapa de Burton como animador para Disney en los 80. En esa época empiezan a dibujarse sus obsesiones góticas. Como entretiempo, las caricaturas de Ronald Reagan o de The Ramones, testimonio de aquella década.
Más allá de Burbank toca primero las cintas iniciales del director: La gran aventura de Pee-Wee y Beetlejuice. Pero antes, su colección de juguetes 'trágicos', y las ilustraciones de su libro La muerte melancólica del niño ostra. Siguiendo la estela de sus dos Batman se llega a la sala consagrada a sus grandes aventuras de celuloide, con la réplica de El joven manos de tijeras y el rincón dedicado a los dibujos de El cadáver de la novia.