Los jugadores de Colo Colo se frotaban las manos días antes del partido de Chile frente a Venezuela. Dicho encuentro, válido por las Eliminatorias al Mundial de Rusia 2018, se disputaría el 28 de marzo, en el estadio Monumental, la casa alba.

Había mucho entusiasmo en el camarín. De hecho, en el vestuario del Cacique daban por descontado que a cada jugador le corresponderían, al menos, un par de entradas para ver a la Roja ante la Vinotinto. No podía ser de otra forma, ya que eran futbolistas del club dueño del recinto que albergaría el compromiso. Ese era el pensamiento.

Sin embargo, la sorpresa y la molestia fueron mayúsculas en el plantel, ya que sólo recibieron 20 tickets, los que tendrían que repartirse entre casi 30 personas. O sea, algunos se quedarían afuera y tendrían que ver el duelo por televisión. Evidentemente, nadie lo podía creer. Así lo relatan a La Tercera varios miembros del plantel popular.

Esto se consideró una falta de respeto al interior del camarín, desde donde dicen estar seguros de que a las oficinas de Blanco y Negro llegaron casi 400 boletos.

Este episodio es apenas uno de los tantos que generaron fastidio en el grupo durante este negro semestre; porque no sólo la temprana eliminación en la Copa Libertadores y la pérdida del Torneo de Clausura, a manos de Universidad de Chile, provocaron dolor, sino que también hubo factores externos que alteraron el día a día del conjunto blanco en Macul. Una situación de la que Blanco y Negro debe sacar lecciones.

Por ejemplo, el gran arranque del equipo dirigido por Pablo Guede en el torneo local se tradujo en 13 puntos en las primeras cinco fechas, gracias a cuatro triunfos y un empate. Precisamente, por cada una de esas victorias los jugadores tenían que cobrar sus respectivos premios. Casi en su totalidad, estos se van pagando en cheques nominativos cada semana, una vez que el presidente de la sociedad anónima, Aníbal Mosa en este caso, los firme.

No obstante, lo que parecía un simple trámite, comenzó a tardarse demasiado: los cheques se acumulaban en las oficinas de administración y no volvían. Faltaba la rúbrica del timonel, explican en ByN.

La inquietud llegó a tal punto que los jugadores alzaron la voz. Ya iba un tercio del torneo y consideraban impresentable que sus premios siguieran impagos porque nadie había sido capaz de llevarles los cheques al empresario puertomontino para que los firmara.

En ese instante, las miradas del vestuario apuntaron a Oscar Meneses, director deportivo de la concesionaria, quien está llamado a ser el nexo entre la directiva y el primer equipo. Luego del reclamo del plantel, el lío se solucionó.

El caos en el estacionamiento privado de los jugadores fue otro problema. El desorden que se producía en cada partido tenía a varios molestos en el camarín. El asunto llegó al límite en el partido con Universidad de Concepción. "Ese día había autos ocupando el estacionamiento de algunos jugadores. Además, había muchísima gente: amigos de amigos de amigos de tal jugador", explican en el club.

Quien tomó la palabra en este caso fue el arquero Justo Villar, dicen en Pedreros. El meta planteó mejorar este aspecto, cuestión que fue tomada en cuenta por Guede, quien restringió el número de personas que podían ingresar hasta ese sector durante la recta final del torneo, con tal de mantener concentrados a sus pupilos.

Otras circunstancias que le desagradaron al vestuario fueron la escasez de indumentaria en ocasiones y, ahora último, el regreso en bus desde La Serena a Santiago, tras perder el título en la última fecha. "Todos querían llegar rápido a sus casas ese día, así que el viaje se hizo insoportablemente más largo y tedioso de lo normal. No se explicaban cómo un club grande no viajaba en avión", admite un testigo del funeral albo ese día.