Fue el viernes 11 de agosto. Nicolás estaba en el baño junto a un amigo cuando entró un inspector, un francés que había llegado a trabajar a la Alianza Francesa hace un par de años. Su amigo salió corriendo apenas vio al inspector y Nicolás se puso nervioso. No tuvo otra opción que mostrarle la caja metálica que llevaba adentro con dos o tres motas de marihuana: 1,7 gramos.
Lo que pasó después es objeto de investigación, pero también de discusión dentro de la comunidad de la Alianza Francesa. Nicolás es llevado a inspectoría y se llama a la madre, Ximena de la Maza, quien no contesta el teléfono. Luego de eso, las autoridades deciden reportar a Carabineros para que vayan a buscar al estudiante al colegio. Según fuentes cercanas a la Alianza, los carabineros salieron primero y Nicolás iba unos cuantos metros detrás, acompañado de la inspectora general. Una vez afuera es subido a un carro policial. Cuando la madre finalmente fue ubicada, su hijo ya estaba en la comisaría. De la Maza partió a encontrarse con él en el recinto policial.
Desde hace un tiempo, dentro de la Alianza había preocupación por el porte y tráfico de marihuana. Esto habría aumentado con la llegada de un alumno francés durante el año pasado y que ya se fue del país. En el colegio, según apoderados, se empezaron a hacer charlas de carabineros prácticamente semanales, donde los policías explicaban los riesgos a los que se exponían los alumnos en diferentes escenarios relacionados con drogas.
Aunque había habido episodios de este tipo, nunca se había llegado a llamar a Carabineros. Esta vez, según fuentes de la corporación educacional de la Alianza, se decidió seguir el artículo 12 de la ley 20.000, la ley de drogas, lo que fue corroborado por un comunicado escrito por Régis Haudecoeur, rector de la institución. "En abril, los Carabineros realizaron capacitaciones a los miembros de los equipos educativos, y en el mes de agosto, estuvieron viniendo a impartir charlas, donde se abordó la aplicación de la Ley de Responsabilidad Penal Juvenil y la ley 20.000, y fue en esas instancias que se nos instruyó la obligación de denunciar". El artículo de la ley al que se hace referencia en el colegio es el siguiente: "Quien se encuentre, a cualquier título, a cargo de un establecimiento de comercio, cine, hotel, restaurante, bar, centro de baile o música, recinto deportivo, establecimiento educacional de cualquier nivel, u otros abiertos al público, y tolere o permita el tráfico o consumo de alguna de las sustancias mencionadas en el artículo 1º, será castigado con presidio menor en sus grados medio a máximo y multa de cuarenta a doscientas unidades tributarias mensuales, a menos que le corresponda una sanción mayor por su participación en el hecho. El tribunal podrá, además, imponer las medidas de clausura a que hace referencia el artículo 7º".
Para Ricardo Freire, el abogado de la familia Scheel-De la Maza, el porte de marihuana por parte de Nicolás no ameritaba que el colegio llamara a carabineros.
"En Chile, el porte para el consumo es una falta" explica Freire. "Las faltas en Chile en general no ameritan le detención, solo una citación, excepto algunos tipos de faltas flagrantes. Y esta no era una falta flagrante. Sí existe una obligación de denuncia que está en el código procesal penal. Artículo 175-e, que habla de delitos. Ellos (el colegio) están obligados a denunciar pero el sentido es muy amplio. Llamar a carabineros en ese momento no era una obligación. Sí podrían haber llamado a los padres, hacer todo el proceso, y en la tarde alguien del colegio pudo haber ido a la comisaría con la caja con marihuana. Incluso si no hubiesen hecho nada, es discutible. La ley habla de delitos, no de faltas e insisto, esto es solo una falta".
Freire dice que la familia está esperando la investigación que lleva del caso el Mineduc y que luego de eso se evaluará si se toman acciones legales contra el colegio. "Falta esa investigación como para tomar una determinación como esa. Es una posibilidad que habrá que evaluar en su oportunidad".
Por el momento, lo único cierto es que el parte policial de lo que ocurrió esa tarde de agosto en el colegio llegó a la fiscalía. Debido a la muerte de Nicolás, la causa quedó sobreseída.
El gran golpe
El lunes 14 de agosto el alumno volvió a clases. Ese día habló con una de las sicólogas del colegio y ella determinó que el niño tenía problemas, pues le habría dicho que se sentía un estorbo en la vida, que no debió haber nacido. Le sugiere terapia a la familia. Alcanzan a ir a una sesión.
Antes de que explotara el caso en la prensa y que los alumnos de la Alianza Francesa decidieran acordar dejar de hablar con los medios, algunos de sus conocidos lo describieron como un chico tímido, introspectivo, que tenía unos cuantos amigos, pero que nunca sufrió de bullying. "Era muy digno y sabía cómo enfrentar ese tipo de situaciones", dice un chico de un nivel menor y que se consideraba su amigo. "Quizás le pesaba no ser de los más populares, pero no creo que haya sido un gran tema para él".
A Nicolás le gustaba la música electrónica, jugaba rugby por el Stade Francais, y dentro de sus preferencias futbolísticas estaban la Universidad de Chile, el Real Madrid y el Barcelona. En abril de este año le había pedido a las autoridades del colegio que lo saquen del programa que prepara a los alumnos para el BAC, la prueba de ingreso a las universidades francesas. A pesar de tener buenas notas, había decidido estudiar en Chile y con eso se sacaba una carga académica importante.
Quienes conocen su historia familiar dicen que le pudo haber influido ser el último de una familia con hermanos mucho mayores. Su padre, el ingeniero comercial Gerardo Scheel, tuvo tres hijos con edades que fluctúan entre los treinta y los cuarenta años. Su madre, Ximena, también tiene dos hijos de un matrimonio previo que son mucho mayores que él. "Nicolás pudo haber sentido que era una carga, que su padre, de 68 años, no podía jubilar por tener que pagar su educación". La evaluación de la psicóloga tenía que ver con esta sensación de sentirse apartado, aunque su padre siempre estuvo presente. Lo iba a buscar todos los días a casa de su madre en Providencia y lo llevaba al colegio en Vitacura. Luego lo iba a buscar a la salida para volver a dejarlo en su casa. Scheel padre era un aficionado a escalar cerros y muchas veces lo hacía con su hijo Nicolás. También lo iba a ver jugar rugby al Stade.
Por eso lo que ocurrió la noche del 30 de agosto nadie lo esperó y nadie lo sospechó. Nicolás, dicen en su entorno, no tenía diagnosticado depresión, ni ninguna patología psiquiátrica. Por eso, para la familia el hecho es doloroso e incomprensible. Esa última noche, Nicolás tuvo una larga conversación con su madre en su hogar, cerca de la calle Pocuro. Agarró su mochila, dijo que iba a dar una vuelta y salió.
Horas más tarde apareció colgado en una plaza de Providencia.
Un día antes de su suicidio, el consejo de disciplina del colegio le había comunicado que debía cumplir nueve días de suspensión de clases. Además, se le pidió que entregara dos investigaciones a su regreso. Una sobre ONG que se dediquen a trabajar el consumo de drogas en adolescentes y otra sobre los efectos de las drogas en las personas.
En el consejo -compuesto por tres alumnos, tres profesores, tres apoderados, tres directivos, además del rector- habían quedado satisfechos con la sanción que se le impuso. "Se había llegado a un acuerdo entre todos los estamentos del colegio y fue un esfuerzo colaborativo", explica una fuente de la corporación. Incluso, cuando se le pidió investigar sobre los efectos de la marihuana, Nicolás les habría respondido en tono de broma: "Sé de los efectos a largo plazo, pero igual voy a fumar".
Tania Melnick, una ex alumna, en medio de los debates dentro de la comunidad, e incluso antes de que se diera a conocer la muerte en forma pública, escribió sobre esa instancia en su Facebook: "Ya los juicios del consejo de disciplina del colegio hacia su mamá eran los de un tribunal militar. Lo conozco y no me digan que porque egresé hace más de 20 años del colegio, no puedo opinar. Porque tengo a muchos amigos con sus hijos ahí y ya varios lo han enfrentado en los últimos años".
Ricardo Freire, el abogado de la familia, dice que en algún momento de la investigación, a Nicolás se le hicieron preguntas que estaban fuera del marco legal. Freire sabe que existe una versión de esa declaración en castellano y francés a instancias del colegio, aunque no tiene la certeza de cuándo y quién la tomó. "Tengo entendido que en el proceso disciplinario aparece una declaración de Nicolás, que ellos lograron que él diera, y donde se le preguntaba quién le había vendido la marihuana. Esto es algo irregular. Aunque sea una mínima falta penal, la investigación de las faltas penales por una cuestión de orden constitucional corresponden al Ministerio Público. No debe el colegio estar indagando en eso, a mí entender. Además, Nicolás era menor. La Ley de Responsabilidad Penal Adolescente establece excepcionales garantías para que un menor declare. Solo puede declarar ante un fiscal acompañado por su abogado defensor. Ni siquiera ante la policía. El régimen de declaración en menores es mucho más estricto que con los adultos".
El día siguiente
El día en que en la Alianza Francesa llegan las noticias de la muerte de Nicolás fue confuso. Se sabía que alguien había muerto, pero todo apuntaba a un alumno de gustos más góticos y oscuros. Muchos alumnos lloraron la muerte equivocada. Hasta que se enteraron de que el que había muerto era Nicolás. Los llantos cambiaron de destinatario.
Al día siguiente, Ximena de la Maza, la madre, llegó al colegio. "Tienen un problema menos, mi hijo se acaba de suicidar", le dijo al inspector que lo encontró en el baño. La madre también visitó a la psicóloga que se encargó de la evaluación. De la Maza, desolada, le dijo "tú lo mataste", mientras estaba atendiendo a otro apoderado.
El shock fue fuerte. Uno de los alumnos que relativiza sobre el impacto de los procedimientos de su colegio sobre Nicolás, dice que tras su muerte la administración se quedó paralizada. El jueves y el viernes fueron días en que nadie supo bien qué hacer. Tras los funerales de Nicolás el sábado pasado en el Parque del Recuerdo, fueron los alumnos los que animaron a la administración a hacer un homenaje en el patio central. Esa fue una suerte de catarsis. Soltaron globos blancos al viento y todos se tomaron de las manos haciendo un gran círculo.
El día del funeral destacó el discurso de Sebastián Tellechea, su entrenador de rugby en el Stade. Tellechea leyó: "Con una sonrisa tímida, pero con gran corazón que ya al entrar en confianza, Nicolás tendía a tirar algunas frases de doble sentido, algunos comentarios exagerados y una que otra talla demasiado ingeniosa para entenderla a la primera. El Nico nunca fue la estrella del equipo, no era de los jugadores que tomaban la pelota y se pasaban al equipo completo haciendo que se levantara la tribu. No. Nicolás era un jugador trabajador, realizaba la jugada precisa en el momento indicado que los que saben de rugby notan y que comentábamos en el banco al lado de la cancha". Con ese esfuerzo, Scheel se había ganado la titularidad en su equipo.
Aun así, su muerte dejó atrás a una institución llena de dudas. Cristián Warnken, poeta y profesor, además de ex alumno y apoderado, escribió sobre la deshumanización que se vive en el sistema educativo de la Alianza Francesa. Y desde adentro, otros apoderados, que no se atreven a opinar con nombres, hablan de alumnos estresados que viven en tal competitividad que no conocen la solidaridad. También de un colegio en el que el área científica es muy fuerte y donde los matemáticos desprecian a los que se inclinan por las letras.
Un apoderado habla de la vez que a un profesor lo fueron a acusar a la Embajada de Francia porque hizo leer a los alumnos de 15 años Sobredosis, de Alberto Fuguet. También hubo conflicto con otra profesora porque hizo leer a sus alumnos una novela francesa en que había temas de incesto y violencia. Ella les contestó a los apoderados que sus hijos, entonces, no podían pasar la tragedia griega, que correspondía a ese nivel, porque para eso tenían que leer Edipo rey y Antígona.
Un apoderado lanza una tesis: "El niño se suicidó porque estaba presionado por sus compañeros que no querían que se supiera más, y por el colegio, que quería que el niño hablara más".
De momento, la herida que queda en el colegio es esta: el casillero de Nicolás Scheel pintado de blanco con fotos de él pegadas. Para que su muerte, como dicen sus compañeros, no sea en vano.