Santiago Centro, 20.40 horas. Unas 70 personas entusiastas esperan que Carolina Crespita Rodríguez salga al improvisado escenario del gimnasio Box Radical, un galpón reacondicionado para la práctica de los deportes de contacto. El recinto es pequeño, pero es ideal para darle un ambiente íntimo a las palabras de la campeona mundial.
"Un ganador es un perdedor que nunca se da por vencido", reza un mensaje estampado en una de las paredes del lugar. Esta frase se convierte en un eslogan de vida para los distintos deportistas que entrenan. Muchos de ellos presentes ayer en la exposición, de la que también tomaron parte los españoles Josef Ajram e Israel García. Entre la audiencia hay mujeres, que ven en la puentealtina una luz de esperanza y un ejemplo a seguir.
Poco antes de presentarse, Crespita comenta: "Es una sensación gratificante ver cómo la gente se identifica con mi historia y ha hecho cambios en su vida gracias a mi ejemplo". También confiesa que tiene nervios, porque quiere dejar un mensaje coherente. "Hay que buscar las palabras precisas para que lleguen a la gente. A la dueña de casa, al trabajador de una empresa… Ellos tienen que irse con un mensaje positivo y tengo que saber comunicárselos", declara.
Pero todo ese nerviosismo quedó rápidamente en el olvido. La ovación que recibió la hizo entrar en confianza rápido. Sentada sobre un cajón de madera, cruzando las piernas "a lo indio", comenzó su intervención. Con voz firme y un timbre suave, muy distinto a la rudeza de sus golpes en el ring, relató sus inicios. Palabras de agradecimiento para sus padres, un recuerdo a su infancia y a sus estudios de contabilidad en un liceo comercial fueron los guiños más emotivos a sus orígenes.
Otro espacio destacado en la conversación es el que ocupan las decisiones que ha tenido que tomar en su vida. Dejar de trabajar, apostar por un sueño y enfrentarse al mundo del boxeo. Superar los prejuicios, la discriminación y los malos comentarios fueron sus primeros grandes triunfos. Esos que trascienden más allá de lo que se haga en un ring y que, a la larga, han ido forjando su carácter luchador.
La falta de recursos es el problema mayor para muchos deportistas. Crespita no es la excepción. A pesar de los triunfos y de la efervescencia que genera, el dinero se hace escaso. Se emociona, respira. "Los chilenos no saben cómo me ayudan. Hay días que salgo triste a la calle, pero la gente me abraza con tanto cariño y me lleno de energías. A veces me dan ganas de quedarme en la cama acostada y me pregunto para qué sigo en esto. Pero el cariño de las personas me hace seguir adelante", afirma.
El relato también toca su período en Argentina y los malabares que hizo para cubrir las deudas. Pero siempre con una consigna: buscar todos los caminos. "A veces los deportistas piensan que las cosas les van a caer del cielo, pero si no hay leyes hay que ponerse a cosechar y ser coherentes y luchar", plantea como única vía para derrotar a la adversidad.
Ya han pasado 40 minutos y el público premia con un efusivo aplauso a Crespita. Luego, las preguntas, que más que interrogantes, se tornan en palabras de agradecimiento. "Tú reflejas cariño", le dice una señora mayor. Otro joven le pregunta si se siente la mejor. La respuesta es rotunda: "No, siempre tengo que estar perfeccionándome, porque vienen otras chicas detrás de mí que quieren ganarme". Mientras tanto, Ajram, uno de los 50 hombres más influyentes según el portal Askmen, interviene y le hace una particular petición. "La próxima vez que venga a Chile quiero que una campeona del mundo me pegue", le solicita.
Rodríguez ríe, recibe un nuevo aplauso y agradece. Sabe que tuvo las palabras precisas para tocar con su mensaje la fibra de la emocionada audiencia, que ayer se rindió a sus pies.