Carlos Campos camina con dificultad en dirección al círculo central de la cancha. Lleva una muleta en la mano derecha y en las rodillas demasiado fútbol. Tanto, casi, como su Universidad de Chile, que justo hoy cumple 90 años. Y es por eso, porque la U de los 18 títulos nacionales se ha vuelto nonagenaria, que se encuentran aquí reunidos, en pleno césped del Estadio Nacional y en compañía de La Tercera, nueve partes indivisibles de un mismo todo. Nueve rostros que han sido testigo de las penas más amargas y de las victorias más gloriosas. Nueve vidas que multiplicadas por diez resumen 90 años de historia.
En el centro del terreno de juego aguarda al Tanque otro goleador azul cuatro décadas más joven, Diego Rivarola. El hoy asesor deportivo del club es el máximo realizador extranjero de la historia del conjunto estudiantil. Al encontrarse se funden en un emotivo abrazo. Es un abrazo de gol. De casi 300 goles. "Tuve ofertas para irme en su momento a Unión, pero no lo hice porque mi gran amor es la U. Gracias a la U conseguí todo lo que tengo y hoy puedo vivir tranquilo", confesará más tarde Campos, el inolvidable artillero del Ballet Azul.
Sobre el césped del Nacional, ataviado con terno oscuro y bufanda del conjunto laico, se encuentra también Marcos Kaplún, actual director de Azul Azul, pero azul, en rigor, desde mucho tiempo antes. Él ha sido el primero en llegar al estadio en este mediodía santiaguino particularmente nublado. Aunque se podría decir, perfectamente, que nunca se ha marchado, pues su presencia en el club -visible o invisible- ha sido una constante durante los últimos años. Sus recuerdos alcanzarían para escribir un libro, pero hoy, coincidiendo con el aniversario de la entidad, no hay tiempo para tanto. Sí para algunos episodios recordados. "Cuando volvimos a Primera queríamos remecer el mercado. Y entonces traje a Patricio Yáñez, que en ese tiempo estaba en el Betis. Nadie podía creer que viniera a la U, pero jugó 12 partidos y en todos la U sacó puntos", rememora.
A algunos pasos de distancia de Campos, que comparte ahora confidencias con Braulio Musso (el fiel líder de aquel Ballet Azul que bailó con música propia sobre las canchas de Sudamérica en los años 60), caminan otros dos pedazos de historia viva de la U, Jorge Socías y Luis Musrri, entrenador y capitán -respectivamente- de aquel legendario equipo que volvió a reinar en el fútbol chileno en 1994 y 1995 tras una sequía ganadora de un cuarto de siglo. "¿Cómo estás, profe?", le pregunta el futbolista con mayor número de partidos oficiales en el club al que fuera su maestro, preservando el orden jerárquico de entonces, pero también con innegable afecto.
Y cuando Rivarola regresa de tomarse una foto en la soledad del arco norte con la pelota que en 2011 envió a la red de un cabezazo en su último tanto logrado en un Superclásico (el que anunció, por cierto, el despegue de la era Sampaoli), los nueve protagonistas forman para la cámara.
Completan el grupo Juan Fuentes, coordinador de la U hasta 2009 y durante 35 años -su ausencia habría sido imperdonable-; Marcelino Toro (82), el abonado de mayor edad de cuantos alientan al Romántico Viajero cada fin de semana ("Cuando bajó la U las lloré todas, esa semana no salí de casa y debía tener como 35 años"); y Giorgio Jackson, diputado del PR y fanático confeso de la U a quien Rivarola invita a "jugar a la pelota algún día" y a quien Kaplún sugiere dónde situarse para la instantánea: "Tú a la izquierda, poh".
Formados en el círculo central, los protagonistas se reparten las reliquias del pasado. "Estos zapatos deben ser de Musrri" -dice uno de ellos, sosteniendo un calzado visiblemente añejo y desgastado- "son con los que pegaba las patadas". A lo que el ex capitán responde, prosiguiendo con la ironía: "Pero si yo no pegaba patadas, yo jugaba bonito". Y todos rompen a reír. El Lulo Socías se hace cargo de un tablón del estadio El Cobre de El Salvador, donde la U logró el recordado título del 94, diciendo: "Esto creo que me pertenece". Musso sentencia en presencia de Fuentes, a propósito del legado de aquellos ya lejanos años 60: "Después de tantos tiempo de sequía, llegó el Ballet Azul y lo cambió todo".
Y Toro, que trae consigo un histórico lienzo que reza: "Amor sin barreras, pasión sin fronteras", y que ha recorrido ya medio mundo, se limita a asentir con la cabeza.
Y el flash de la cámara inmortaliza entonces para siempre el nuevo cumpleaños de la U. Mientras los protagonistas, claro, continúan conversando porque tienen todavía mucho de lo que hablar, tanto que decirse. Pues si 90 minutos pueden durar a veces toda una vida, cuántas vidas hacen falta para poder hablar con propiedad de los 90 años de Universidad de Chile.