La fantasía se toma la pantalla grande en esta semana invernal. Encabezando los estrenos llega Cazafantasmas, reboot del clásico film de 1984, que llega al cine esta vez con un elenco compuesto solo por mujeres; Otro guiño al pasado aparece con La leyenda de Tarzán, que ya es uno de los personajes ficticios más veces llevados al cine.
1. El mínimo para aprobar
Crítica por René Martín.
Nota 4
Cazafantasmas. Dirigida por Paul Feig. Con Kristen Wiig, Melissa McCarthy, Jillian Holtzmann. Comedia. Estados Unidos, 2016. 116 minutos.
Erin Gilbert (Kristen Wiig) es una profesora en la Universidad de Princeton que ha dejado atrás su pasado como investigadora de lo paranormal y ha tratado de ganar algo de credibilidad en la comunidad científica más tradicional. El pasado regresa en la forma de su ex mejor amiga y compañera en la investigación del mundo de los fantasmas, Abby Yates (Melissa McCarthy), quien no ha dimitido en su pasión. El preocupante aumento de avistamientos de fantasmas en la ciudad, unirá a las amigas para entrar en el peligroso mundo de los cazadores de fantasmas.
Remake del clásico de la comedia de 1984, aquí encontramos tantos aciertos como desatinos, en una película que ha debido luchar contra la violenta reacción en redes sociales desde el momento en que se supo que estaría protagonizada solo por mujeres. Estupidez envuelta en misoginia, la reacción no tenía asidero alguno. El director Paul Feig ha demostrado que comedias y mujeres no son sinónimos de ramplonería y chistes baratos a lo Bridget Jones o Sex and the City. En historias como Damas en guerra (2011) o Spy (2015) el propio Feig se había encargado de desbancar estas creencias y en la nueva versión de Los Cazafantasmas tenía el material ideal para sentar de una vez por todas un precedente fuerte y claro.
Desde un casting con un grupo de las mejores comediantes de la actualidad, pasando por articular una historia que no busca tanto el eco del pasado sino que armar su propio universo contingente, hasta dar vuelta los prototipos, aquí existían elementos de sobra para crear un verdadero manifiesto, pero lamentablemente el resultado queda lejos de superar a lo hecho en las dos obras mencionadas y queda de manifiesto la falta de carisma en la médula del film, a pesar de la química incontrolable que anida entre sus protagonistas. Por otro lado, viniendo de Feig y contando con las actrices con las que cuenta, sorprende que sea un trabajo tan poco jugado y se mantenga siempre dentro de la corrección y la norma, porque ya no es rupturista tener a un elenco solo de mujeres, no es rupturista reírse y dar vuelta los prototipos, no hay novedad en los cientos de cameos del elenco original; lo anterior es el mínimo requerido y es muy poco lo que se eleva de éste. No existe bravura ni urgencia, sus observaciones son por lo general obvias, muchos chistes caen planos, no expande en nada el universo que ya todos conocían, y posee un montaje carente de ritmo siempre mortal en la comedia. No cae en el terreno de la comedia desechable, pero no se eleva hacia el olimpo donde vive la verdadera magia.
2. Como en casa
Crítica por Pablo Marín.
Nota : 5
La leyenda de Tarzán. Dirigida por David Yates. Con Alexander Skarsgård, Christoph Waltz, Samuel L. Jackson. EEUU, 2016. 110 minutos
Si se le cree a Wikipedia, Tarzán es el segundo personaje ficticio más llevado al cine. Y aunque el éxito animado que Disney facturó el '99, probó que la franquicia está vivita y reditando. La nueva entrega enfrentaba, a cargo del director de cuatro Harry Potters, otros desafíos más parecidos a los que Greystoke tuvo en 1984. Plenamente "hallado" en su vida de noble londinense, John Clayton, otrora "hombre mono" (Alexander Skarsgård), es requerido para desplazarse al Congo belga, a ver qué infamias se están ejecutando a nombre del rey Leopoldo. Volverá, entonces, a la selva, y lo hará en compañía de su esposa y de un comisionado de EEUU (Samuel L. Jackson). El resto es recorrer Africa para ganarle a los villanos y descubrir por qué hay un jefe tribal que quiere a Tarzán en bandeja. En este empeño, asoman una nueva performance malvada de Christoph Waltz (Django sin cadenas), la impronta sexy de Skarsgård y un colonialismo retrospectivo que anuda viejos y nuevos enfoques. Al final, con lo formulera que le toca ser, tiene lo que necesita: agilidad y eficacia.