El 27 de octubre de 1985, Eusebio Acasuzo arribó al Estadio Nacional de Santiago con la confianza a tope. Pese a que en aquellos meses no tenía club, puesto que desde enero sólo estaba sometido al régimen de la selección peruana, el arquero había aterrizado en Chile, para disputar la primera ronda del repechaje al Mundial de México 86, con el cartel de haber sido pocos meses atrás el titular en los dos partidos eliminatorios ante Argentina (1-0 en Lima y 2-2 en Buenos Aires).
El "Chevo", como lo conocía el hincha peruano, era absoluta prenda de garantía. A sus 33 años vivía la plena madurez futbolística y nadie discutía su condición de número uno en el pórtico. Ni siquiera la presencia de Ramón Quiroga en el banco de suplentes le suponía un grado de presión, después de sus enormes actuaciones frente al combinado albiceleste de Carlos Bilardo, comandado en la cancha por Diego Maradona.
"Pocas veces me sentía tan seguro en el arco de la selección. Esa tarde, cuando entré a la cancha, me creía el dueño del mundo. Estaba en mi mejor momento y quería ratificarlo justo ante el rival al que nos enseñaron desde chicos a querer ganarle", cuenta Acasuzo, quien jamás imaginó que aquella tarde su vida cambiaría para siempre.
Surgido de las divisiones de Unión Huaral, el arquero había ido quemando todas las etapas hasta adueñarse del arco de su país. Suplente durante varios años en la selección peruana, Acasuzo sufrió desde el banco la eliminación en primera ronda del Mundial de España 82. "Ese fue un golpe durísimo, porque llegamos a la última fecha de la ronda de grupo con chances de clasificar y perdimos 5-1 ante Polonia. Hasta el día de hoy no lo puedo creer", confiesa.
Con ese sentimiento de revancha, Acasuzo entró a la cancha del Nacional de Santiago. El antecedente de no haber perdido ninguno de los dos partidos disputados ante Argentina cinco meses antes, con el propio "Chevo" en el arco, convertía a Perú en claro favorito ante Chile. "Ese equipo tenía a Maradona, Pasculli, Burruchaga, Valdano, y aun así no nos ganaron. Estuvimos a ocho minutos de clasificar a la Copa del Mundo contra el futuro campeón. Por eso, cuando llegamos al repechaje, sentíamos que iba a ser más fácil que la fase de grupo", reflexiona.
Pero la realidad chocaría de frente contra el portero. Sin imaginárselo, todo se transformaría en pesadilla para Acasuzo en apenas 20 minutos. Los goles de Aravena, Rubio e Hisis cambiarían para siempre la vida de este hombre. "¿Sabes?, nunca más vi imágenes de ese partido. Sí lo tengo en mi cabeza hasta el día de hoy. Por ello, no tengo reparos en decir que de los tres goles que recibí, tuve gran responsabilidad en el segundo, obra de Rubio. No supe qué hacer en ese momento. Dudé entre salir o quedarme, y cuando sacó el remate estaba a mitad de camino", recuerda el portero, que jamás imaginó que en esos poco más de 20 minutos su vida cambiaría para siempre.
Y es que los tres goles que le convirtió Chile en esa tarde de primavera no sólo sellarían la suerte de Perú en ese repechaje. Acasuzo, hasta entonces el dueño absoluto del arco albirrojo, comenzaría a vivir una historia que jamás imaginó.
"El técnico (Roberto Challe) me sacó después del tercer gol. Más allá de cualquier autocrítica, me sentí muy mal. Me exponía frente a todos, de alguna manera me responsabilizaba de los tres goles, cuando, a mi juicio, sólo era culpable de uno. No podía creer que hiciera eso", recuerda el arquero, que a esa altura no tomaba conciencia de lo que se le venía por delante: "Cuando mis compañeros llegaron al camarín, algunos me abrazaron, como Velásquez y Barbadillo, y otros sólo me miraban. Era como si millones de ojos se hubiesen posado sobre mí. Sólo pensaba a esa altura en prepararme para jugar la revancha en Lima. Pero eso nunca sucedería".
Su arribo a Perú fue caótico. Varios medios lo apuntaban con el dedo y su casa se convirtió en foco permanente de noticias. Incluso, algunos hasta especulaban con la posibilidad de un soborno chileno. Acasuzo no volvería a atajar en la selección. Tampoco en el fútbol peruano, por un buen tiempo. Debió exiliarse futbolísticamente en Bolivia por unos años, hasta que se calmaran las aguas. Luego volvería a atajar a Unión Huaral, donde se formó, pero sólo para terminar su carrera de forma más digna. Aunque mentalmente se había retirado aquel 27 de octubre de 1985.
"Se dijeron muchas cosas. Ninguna cierta. ¿Que tenía un precontrato con la UC? Mentira, tenía ofertas de México y Ecuador. Claro, después de ese partido no podía quedarme en mi país. No estaba cómodo. Pero jamás me escondí. ¿Por qué iba a hacerlo si sólo era un partido de fútbol?", reflexiona el ex portero, quien mirando una foto de sus años como futbolista, que cuelga en el living de su departamento en Miraflores, no esconde su gran dolor: "Ese partido en Chile terminó cambiando mi vida para siempre. Sin duda. Todo lo que había construido se derrumbó. Se acabó mi etapa en la selección, me tuve que ir a Bolivia y debí soportar cosas que nunca pensé que viviría. El puesto de arquero fue más ingrato que nunca conmigo".