El talento de Juan Román Riquelme saltaba a la vista. El argentino probó que estaba dotado de múltiples condiciones con el balón que lo hacían desequilibrante y extremadamente peligroso en cualquier cancha que jugase. Y eso lo sabía. Tanto así que muchas veces a lo largo de su carrera intentó no sólo ser el amo y señor dentro del campo de juego, sino que también fuera de él, lo que le trajo no pocos problemas en los clubes en los que estuvo.

Controversias sembró siempre. Como en 2001, cuando desafió al presidente de Boca Juniors poco antes de partir a Barcelona en la propia Bombonera. El volante no se sentía escuchado. Por ello, tras marcar un gol a River Plate celebró tomándose las dos orejas, gesto apodado como Topo Gigio,  justo frente al palco presidencial, donde se encontraba el timonel xeneize, con quien sostenía una dura batalla por temas contractuales. Serían sus últimas presentaciones en Argentina antes de partir a España.

También se cuenta entre las polémicas sus idas y venidas con la Selección Argentina, donde ofreció tristezas y alegrías. Fue titular en todos los partidos de la Copa del Mundo de Alemania, en 2006, pero renunciaría por las críticas a su rendimiento. Regresó para jugar la Copa América 2007, sólo para dimitir nuevamente dos años después, esta vez por la presencia de Diego Armando Maradona en la Albiceleste. "Diferencias personales", arguyó el trasandino para dejar de lado definitivamente a su combinado nacional.

Pero uno de los conflictos más relevantes en su carrera lo vivió con un chileno. Una verdadera guerra fue la que sostuvo el enganche con Manuel Pellegrini durante su estadía en el exitoso Villarreal de mediados de los 2000. Riquelme era el lider de ese "Submarino Amarillo" que se transformó en la revelación de la Champions League del 2006 al llegar hasta la fase de semifinales. Pero así y todo, había ripios en el camarín. Su actitud le generó múltiples roces con el estratego nacional, y a la par que su relación se desgastaba, la suerte del equipo decaía.

Los orígenes de sus constantes enfrentamientos eran los caprichos y exigencias, propias de su carácter frontal. Por su condición de estrella, exigía privilegios que lo diferenciaran del resto de sus compañeros, cosa que, por ejemplo, no fue aceptada por el Ingeniero. "Riquelme figura entre los cinco mejores jugadores del mundo en su puesto, pero no está comprometido con el club. Si las individualidades se ponen al servicio del equipo, fenomenal. Pero si quieren estar por encima del equipo, sobran... Román renunció al Villarreal, como antes había renunciado a la selección argentina. Y el primero que lo lamenta soy yo, porque es un jugador extraordinario, que prepara tres opciones buenas y luego elige la mejor. Pero Román se fue y el equipo siguió ganando", explicó el DT en ese momento.

Tras el conflicto, que le costó la salida, Riquelme regresó a Boca, donde ganaría la Copa Libertadores de 2007. Debió regresar a Villareal un semestre después, pero la relación con el club ya estaba quebrada. No sumó minutos. Y debió regresar a su país, al club donde era amor y señor.

En Boca Juniors, los problemas no desaparecieron. Sus roces con Martín Palermo, el otro líder del camarín xeneize, eran públicos. Lo mismo sucedió en el club con Julio César Falcioni, a quien terminó cansando con sus caprichos. Recién en 2014, los dirigentes boquenses, advertidos de la baja de su juego y las constantes lesiones, le abrieron las puertas para que se fuera. La relación ya no daba para más.