Un Chile muy diferente, inmerso en el régimen militar y que presionaba por alcanzar la democracia recibió al Papa Juan Pablo II en la misa que realizó en abril de 1987 en el Parque O'Higgins. Ayer, en cambio, en el mismo lugar, el Papa Francisco pudo apreciar un pueblo bastante menos politizado y en calma. Ambos convocaron audiencias parecidas: el primero, del orden de 500 mil personas, según notas de prensa de la época, mientras el segundo poco más de 400 mil asistentes, de acuerdo a estimaciones de Carabineros.
El 3 de abril del 87, poco antes de las 17.10 -hora del encuen-tro-, Juan Pablo II recorrió un Santiago que repletó veredas y lo saludó con pañuelos al viento, pues esperaban verlo beatificar a Sor Teresa de Los Andes. La "Homilía por la Reconciliación" sería seguida en el resto del país por la televisión oficial, la que no mostró en vivo el momento más incómodo que vivió el líder católico: las protestas contra el régimen militar.
Desde el comienzo de la ceremonia, cientos de personas comenzaron a lanzar piedras y palos a los carabineros en el sector sur del parque. Encendieron barricadas para hacer ver su descontento. La prensa afirmó que los responsables de los hechos eran militantes de las Juventudes Comunistas, rodriguistas y socialistas. La policía, por su parte, los repelió con carros lanzagases. Los sacerdotes salieron del público a dispersar una revuelta fuera de control. Ahí estaba un furioso padre Mariano Puga, intentando apaciguar a los más violentos; tratando de frenar la respuesta de Carabineros. El Papa, quien parecía no percibir lo que estaba sucediendo, inició luego un discurso más político. Sostuvo que si "la paz y la concordia" no primaban, "los conflictos pueden adquirir proporciones de tragedia". Abogó por la democracia y al final de la misa dio las gracias a los asistentes pronunciando una de sus frases memorables: "El amor es más fuerte". Momentos después, el Pontífice se arrodilló a orar. Llevó sus manos al rostro y miró a los asistentes con lo que fue interpretado como dolor y severidad. Óscar Blanco (52) asistió a ese acto cuando era estudiante. Ayudó a hacer un "cerco humano" para detener a los policías que avanzaban contra los manifestantes. Ayer, también acudió al lugar y dijo que vio un "ambiente tranquilo y respetuoso".
Treinta y un años después de ese encuentro, Francisco pudo apreciar un Chile distinto. Relajado y sonriente, el Papa realizó un trayecto desde La Moneda hasta el parque, donde miles de personas habían madrugado para verlo a las 10.20 horas en la misa "Por la Paz y la Justicia". Ingresó en su vehículo al interior del lugar a saludar a los feligreses que levantaban sus celulares para tomarle una foto y subirla a Facebook. Lo miraban alegres y respetuosamente. Como anécdota, alguien le lanzó un pañuelo y él rió. En su discurso, apeló a la sensibilidad local, aludiendo a las tragedias que ha tenido el país: ¡Cuánto conoce el corazón chileno de reconstrucciones y de volver a empezar. Cuánto conocen ustedes de levantarse después de tantos derrumbes!", dijo. Alejandra Sepúlveda (65) se desempeñó como guardia papal de Juan Pablo II en el 87 y también decidió ayudar en la misa de ayer. Señala que el ambiente no era el mismo que con Francisco: "Antes era más efusivo, la gente se entusiasmaba más. Hoy no hay tanto ambiente. Eso se nota".
De todos modos, el público lo escuchó con atención hasta el final. El Pontífice se despidió entre aplausos. De nuevo, arriba los celulares captando el momento para las redes sociales. Lo retuitearon miles de veces, se multiplicaron los "me gusta".