Las razones del triunfo de Mad Men, 30 Rock y Grey Gardens en los Emmy




Mad Men, 30 Rock y Grey Gardens  fueron escogidas mejor serie de drama, mejor serie de comedia y mejor película para la televisión en Estados Unidos, en la gala de los Emmy. Las dos primeras, que acá emitieron HBO y Sony, repitieron su éxito del año pasado en la entrega de premios, mientras el telefilme juntó a Jessica Lange y Drew Barrymore para escarbar en el lado menos glamoroso de la aristocracia. Aquí las razones del triunfo de estas series.

GREY GARDENS: LA RECETA PROBADA
HBO se las sabe por libro. Hace años que domina la categoría de mejor película para la TV, y Grey gardens es un perfecto ejemplo de por qué. La parte principal de la receta es tener un elenco compuesto sólo por grandes estrellas de Hollywood. Y en este caso, el camino ya estaba recorrido casi completo cuando los realizadores ficharon a Jessica Lange y Drew Barrymore. Porque al margen de que ambas se despachan estupendas actuaciones (sobre todo por parte de Barrymore) que elevan la calidad completa de una película que en su guión deja algo que desear, ya sus nombres por sí solos estaban destinados a resultar  irresistibles para los votantes, que a veces consideran poco más que el elenco a la hora de elegir.

El resto del camino se recorrió gracias al atractivo de la historia que abordaron:  el  relato de aislamiento y miseria de la tía y prima de Jacqueline Kennedy, la aristocracia de facto en EE.UU.,  Edith Bouvier Beale madre e hija no necesitaban adornos ni excusas para conquistar el favoritismo.

30 ROCK: LOS GRANDES INFILTRADOS DE LA COMEDIA 
Hace años que los Emmy no encontraban una comedia para premiar una y otra vez. Pero en 30 Rock hallaron finalmente su mezcla perfecta. Porque la serie combina dos elementos que en los últimos años se han convertido en criterios indispensables en la premiación: el beneplácito de la crítica y el encanto masivo.

En lo primero, las credenciales de 30 Rock no podrían ser mejores: su elenco está liderado por la taquillera Tina Fey y el cinematográfico Alec Baldwin; tiene un humor inteligente, pero que no resulta demasiado sofisticado, que se ríe principalmente de los egos dentro de la TV, desde de sus figuras hasta de sus ejecutivos, con personajes excesivos y bromas que logran siempre tener dos lecturas: una obvia y la otra más fina.

Todo eso podría haber condenado a la serie al nicho y al Emmy de consuelo, pero ellos lograron pasarse al otro bando y convertirse en un referente obligado, a pesar de no lograr sintonías demasiado altas. Y el sistema fue simple: llenaron sus filas de invitados de alto perfil como Salma Hayek y Jennifer Aniston, que mantienen al programa dando que hablar, pero sin sacrificar la calidad.

MAD MEN: UNA SERIE PARA LOS LECTORES DEL SIGLO XXI
Hoy nadie fuma en su oficina. Tampoco estamos acostumbrados a tomar un Manhattan a las 12 del día y la formalidad con que se visten los publicistas de la agencia Sterling Cooper es anacrónica.

¿Por qué entonces Mad men conecta tanto con los profesionales que hoy van al gimnasio, usan pantalones de gabardina y que reemplazaron el aperitivo del mediodía (y los sucesivos whiskys que toma Draper) por la dosis matinal de Ravotril? ¿Por qué esta serie ambientada en Nueva York en los 60 resulta tan irresistiblemente actual?

La llave para empezar a responder estas preguntas es la palabra "ansiedad", esa incomodidad existencial que apenas logra aplacarse con tabaco, infidelidades y cocktails, y que en el fondo es miedo, miedo en estado puro.

Dan Draper teme que descubran de dónde viene, a Pete Campbell le da terror no cumplir las expectativas familiares, Peggy Olson está dispuesta a abandonar a un hijo con tal de no estancarse profesionalmente, y a Joan Holloway la abruma constatar que el matrimonio no soluciona nada: es mejor ser la amante resplandeciente de la primera temporada que la aburrida novia de un médico de la segunda parte.

A todos les ha costado mucho llegar donde están, así que no dudan en defender sus posiciones con uñas y dientes... y engaños. A medida que avanza, Mad men se va oscureciendo (la soledad de Draper es sobrecogedora) y se hace evidente la relación con los cuentos de John Cheever.

Comparten las casas perfectamente amobladas, la ropa elegante, los hijos saludables, el club de campo, la tranquilidad de los suburbios y, tanto como el miedo a la pérdida, el deseo (erótico, vital) de que todo eso dure para siempre. En esa pasión radica buena parte del encanto de Mad men.

Ahora que ya es un lugar común asegurar que las series son las novelas del siglo XXI, sería bueno ir un poco más lejos: Mad men, como todos los grandes relatos, ha penetrado el núcleo de su época, igual que Charles Dickens y Victor Hugo en el siglo XIX. Ellos crearon sus lectores, quienes seguían sus historias a través de la prensa. Mad men está haciendo lo mismo: es la gran novela de esta primera mitad del siglo XXI.

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