Las razones que llevaron a película sobre Irak a triunfar en los Oscar
Una narración trepidante, que acercó la guerra a la audiencia como ninguna otra, fue vital para que Vivir al límite ganará seis premios Oscar. Además, la temática bélica siempre ha sido más valorada por la Academia que la ciencia ficción, el género de Avatar.

Hasta ayer, la cinta Vivir al límite tenía al menos dos obstáculos para ganar el Oscar a Mejor Película: una reciente avalancha de críticas de veteranos de guerra que desacreditaban su veracidad y la poderosa competencia de Avatar, un esfuerzo de producción que le tomó 12 años de trabajo a su realizador, James Cameron. Además, la cinta de Kathryn Bigelow arrastraba una discreta taquilla, en un momento en que la Academia de Hollywood optó por los filmes comerciales, nominando a Star Trek y la mencionada Avatar, grandes éxitos de boletería.
Finalmente, la cinta bélica barrió con todos sus potenciales inconvenientes y, al llevarse el Oscar a Mejor Película y otras cinco estatuillas, demostró poseer tres cosas que en Hollywood son infalibles: una historia bien contada, un tema capaz de conmover o causar identificación en la audiencia y un pie -o los dos- en el género bélico, que nunca defrauda a la Academia.
Que Vivir al límite sea una cinta tan tensa y eficaz se debe a un guión trepidante que avanza al ritmo de las pulsaciones de los soldados y, también, acerca el conflicto de Irak al público como ningún otro lo logró. Los fracasos recientes de cintas sobre Irak y Afganistán pecaban de estar lejos del campo de batalla o de predicar demasiado. Fue el caso de Leones por corderos, filme de Robert Redford que llevaba el conflicto de Afganistán a los pasillos de las universidades y el Congreso. Sus protagonistas eran un profesor liberal (Redford), un senador republicano (Tom Cruise) y una periodista escéptica (Meryl Streep). A pesar de sus estrellas, la producción sólo recaudó la mitad de su inversión.
La mala fortuna también fue evidente en Redacted, incursión de Brian de Palma destrozada por The New York Times y The Washington Post. A diferencia de Vivir al límite, que evita ideologizar su trama, De Palma discurseaba contra la guerra de Irak. Uno de los pocos trabajos que por lo menos a nivel de críticas había salido bien parado era La conspiración, donde un padre (Tommy Lee Jones) busca el paradero de su hijo enviado a la guerra. No por nada el guión pertenece a Mark Boal, el mismo de Vivir al límite.
El segundo as de la película de Bigelow para imponerse sobre Avatar fue la identificación: la incursión militar estadounidense es un drama real, demasiado real, mientras que Avatar fue percibido siempre como ciencia ficción, género despreciado por los premios. En 1978 La guerra de las galaxias no pudo contra Annie Hall de Woody Allen y en 1983 E.T. fue derrotado por Gandhi.
Los seis Oscar de Vivir al límite también responden a una debilidad de la Academia por el género bélico: en 1953 De aquí a la eternidad logró ocho; en 1957, El puente sobre el río Kwai se hizo con siete y en el 70 Patton igualó ese número. Vietnam tuvo sus mayores glorias con El francotirador y Regreso sin gloria (que en 1979 alcanzaron cinco y tres Oscar respectivamente) seguidas de Pelotón, que en el 87 obtuvo cuatro.
Estas películas se hicieron desde la reflexión, cuando los conflictos ya habían terminado. Con Vivir al límite no ocurre lo mismo, pero de todos modos la película llegó seis años después de que se lanzara la campaña militar en Irak, en marzo del 2003.
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