El sacerdote José Luis Burgos, párroco de Dalcahue, estaba esperando que llegaran más personas para empezar la misa del domingo pasado cuando comenzó el terremoto. Tras el sismo, los feligreses presentes empezaron a salir de la iglesia. Pero no porque tuvieran miedo de que la construcción se cayera, sino porque las autoridades pidieron subir a la parte alta del pueblo.

El templo no sufrió ningún daño y sólo tres figuras que estaban sobre un altar resultaron destruidas. "La iglesia estuvo cerrada dos años, porque fue restaurada y recién en septiembre nos la entregaron", explicó hoy el religioso, quien agregó que todo el piso fue cambiado. Sin embargo, la madera del techo y los pilares son los mismos que se usaron en 1890 para levantarla. "Aunque el movimiento fue fuerte, a la iglesia no le pasó nada", dijo sonriendo.

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Una actitud similar tenía hoy Pedro Cisternas, vicario de la iglesia San Francisco de Asís, de Castro. Contó que aun cuando el movimiento del domingo pasado impedía que las personas se mantuvieran en pie, los cerca de 60 templos que hay en Chiloé resistieron sin problemas. "Se nos cayeron unas figuras, pero no pasó nada más", aseguró.

Carpinteros de la zona

¿Cuál es la razón por la que ningún templo se vino abajo con el terremoto? Felipe Montiel, coordinador del Consejo de Monumentos Nacionales en Chiloé, tiene una hipótesis racional.

Apunta a los constructores.

"La mayoría de estas iglesias resistieron el terremoto del 60 y muchas están restauradas. Además, la madera es totalmente asísmica y eso permite más resistencia", detalló el profesional.

Pero lo más importante, agregó, es la forma en que fueron construidas. "Todas estas estructuras tienen ciertos tipos de amarres, empalmes, ensambles y uniones especiales que hacen que resistan". Y añadió: "Los que las levantaron eran carpinteros de ribera, hacían embarcaciones y formaron la escuela chilota de carpintería religiosa. Tienen una cultura de años, que se refleja en situaciones como ésta".

Otro punto clave es el material usado para hacerlas. "Todas son de maderas nativas de la zona. coigüe, mañío, tepa, alerce para las techumbres y ciprés en algunos casos", dijo Montiel, quien tras el terremoto recorrió ocho templos para ver los daños.

"En primera instancia no habían sufrido ningún problema en su estructura, pero de todos modos las revisaremos en conjunto con la Fundación de Amigos de las Iglesias de Chiloé", aseguró.