Desde Los Simpson hasta casos recientes como Hora de aventura (Cartoon Network) y Gravity falls (Disney), hay series animadas que si bien son para todas las edades se puede argumentar que buena parte de su audiencia -o la mayoría en algunos casos- son adultos. El interés existe hace décadas, pero, al igual que ha ocurrido con prácticamente toda serie de televisión de los últimos diez años, los dibujos animados han dado un giro hacia direcciones más ambiciosas.

En los 90, producciones como South Park y Padre de familia introdujeron a las audiencias masivas el concepto de series animadas destinadas exclusivamente para adultos. Pero, en los últimos años, el atractivo de los nuevos títulos de este subgénero se ha alejado del uso de chistes de grueso calibre y la comedia del absurdo para abordar temáticas más complejas. A diferencia de las ya mencionadas, las series animadas de hoy cada vez se desmarcan más del modo "caso de la semana", donde una historia nace y muere dentro de un mismo capítulo, en favor de arcos argumentales que se extienden por temporadas completas y afectan la evolución de sus personajes.

La semana pasada, Netflix estrenó en Latinoamérica las dos primeras temporadas de Rick y Morty, serie que en Estados Unidos se emite desde 2014 en la cadena Adult Swim. El concepto: un científico loco y alcohólico obliga a su inadaptado nieto a acompañarlo en sus aventuras y experimentos, que generalmente implican viajes por el universo y entre dimensiones. La idea, que ha sido descrita como "un Volver al Futuro en drogas", no sólo da lugar a irreverencia, numerosas referencias a la cultura pop y su cuota de violencia exagerada, sino también a un estudio de la ansiedad y la depresión. Rick no es sólo un anciano apático que consume alcohol y drogas, sino que detrás de altas cuotas de humor negro esconde soledad y disconformidad con su vida. El segundo ciclo -el tercero se estrena a fin de año- termina con un momento despojado de toda broma, con Hurt de Nine Inch Nails sonando de fondo.

Similar es la propuesta de BoJack Horseman. La serie de Netflix -que lleva tres temporadas colándose en las listas de lo mejor de la televisión- muestra un mundo donde humanos conviven con animales antropomórficos, y su protagonista es un caballo actor que vive en decadencia desde que dejó su papel más conocido en una sitcom en los 90. Al igual que Rick y Morty, si bien se trata de una comedia, en la serie abundan momentos dramáticos mientras se ve a su protagonista hundirse en un hoyo de depresión. Pero no todo gira en torno a él. La historia tiene todo un mundo de secundarios que en la temporada reciente lidiaron con temas que fueron desde un aborto hasta la revelación de que un personaje es asexuado.

"Lo que inicialmente parecía una sátira de los excesos de las celebridades se transformó en una épica sobre el ego, frecuentemente divertida pero también profundamente triste", escribió este año Entertainment Weekly sobre la serie, agregando; "es un cliché comparar toda buena serie de televisión a Los Soprano, pero BoJack Horseman toca varias de las grandes ideas que movían esa historia; que todo tipo de felicidad es una breve ilusión".

El trabajo de series como Archer (FX y también en Netflix) ha ido por otro camino. Alejado del "dramedy" de las dos anteriores, la sátira de películas de espías como James Bond opta por moverse en el terreno de la comedia, no por eso quedándose atrás en elogios y complejidad, mezclando constantes referencias a la cultura pop con una permanente reinvención en sus historias y foco. Estrenada en 2010, tras siete temporadas al aire la producción ganó este año por primera vez el premio Emmy a Mejor Programa Animado, título que generalmente se reparten Los Simpson y South Park. La serie fue renovada para tres temporadas más, que serán las últimas.

Estas tres producciones no sólo han sido aclamadas por sus historias, sino también por su reparto de voces, que ha generado tal interés como para atraer a una camada de actores y personajes invitados: en Rick y Morty se puede encontrar desde Stephen Colbert hasta el director Werner Herzog, en BoJack Horseman a Olivia Wilde o a Lisa Kudrow, y en Archer a Burt Reynolds y Jon Hamm.