Más que contra el tiempo, la carrera de la Universidad de Chile es contra si misma. Tras siete fechas del torneo nacional, le fue imposible dar con el ritmo y la forma que hasta no hace mucho le permitió ubicarse en lo más alto del fútbol chileno. Ya diluída la opción de pelear por repetir el título, los azules tienen puesta la fe en reencontrarse en la Copa Libertadores, que aparece como la última chance de fijar un norte en un semestre que comenzó con muchas sombras.
Pero el debut copero reserva más dificultades. Al frente estará Emelec, que llegará al Estadio Nacional como el flamante bicampeón ecuatoriano y con la ambición de extender su éxito al terreno internacional. En lo futbolístico, luce más feble en defensa, pero lo contrarresta con un juego de rápidas transiciones más la explosividad que aportan sus extremos. Y si bien, el inicio de año los encuentra con menos fútbol en el cuerpo que el elenco de Martín Lasarte (en la Serie A de Ecuador se han disputado tres jornadas, versus las siete del Clausura), el "Bombillo" ya acumula dos victorias y un empate, para un total de siete puntos, dos más que los conseguidos por los laicos, con cuatro partidos más.
Por otro lado, Emelec mantuvo los nombres que se coronaron campeones en diciembre del 2014. Sólo tuvieron dos bajas, compensadas con dos contrataciones, aunque ningún movimiento comprende mayor relevancia. En la banca la situación es más curiosa, ya que el argentino naturalizado boliviano, Gustavo Quinteros, con quien los "eléctricos" consiguieron el bicampeonato, será el encargado de la dirección técnica de Emelec en el inicio de la Copa Libertadores, pero sólo hasta el 15 de marzo, plazo estipulado para que el técnico asuma en la selección adulta de Ecuador, premio a sus exitosas campañas. Este sí figura como un movimiento de mayor relevancia, pero aún no parece afectar a un equipo que viene convencido de poder hacerse con los primeros tres puntos en el campeonato continental.
Las tareas de "Machete"
En tanto, en la "U" se trabaja. Y hay bastante por hacer, considerando las presentaciones de las últimas semanas. De partida, uno de los puntos más preocupantes es la notoria baja individual de las piezas azules, apartado en el que los principales apuntados son los referentes del equipo, llamados a hacer pesar su experiencia. Johnny Herrera y Osvaldo González, por ejemplo, son dos que no han ofrecido la seguridad de antaño, mientras que líderes de la última campaña, como Gonzalo Espinoza y Mathías Corujo, aún no aparecen en este semestre.
Ripios hay en todas las líneas, donde la ansiedad, la misma de la que habla Rodolfo Neme en la antesala del estreno copero, parece primar por sobre el orden defensivo. Es común ver a las piezas del mediocampo abandonando su puesto en el ímpetu de recuperar el balón con rapidez, pero la presión no surte efecto cuando se le permite al rival utilizar los huecos que van quedando en el camino.
Lo que sucede de mitad de campo hacia arriba también da dolores de cabeza al cuerpo técnico azul. La partida de Patricio Rubio se siente de sobremanera, mientras que Gustavo Canales es el único que entrega luces, aunque sin el desnivel del semestre pasado, producto de su falta de fútbol tras una larga lesión. El estado de Sebastián Ubilla, más la eficacia de Leandro Benegas, por el momento, siguen siendo incógnitas.
Sin embargo, el punto más preocupante es, sin duda, el socio de Gustavo Lorenzetti, prácticamente abandonado a su suerte en las labores de creación de fútbol. Ramón Fernández inició otro torneo con serias dudas sobre su real aporte al equipo, y Maxi Rodríguez, que entrega buenas sensaciones en sus pocos minutos sumados en cancha, aún no da con el tono físico necesario para la alta competencia.
Sea como sea, hay trabajo que hacer. Martín Lasarte, o en su ausencia, Rodolfo Neme, deberán enfrentar a un Emelec que otorgará pocas licencias, y que no le temblará la mano si tiene la posibilidad de dar el que perfectamente podría ser el tiro de gracia para los azules este semestre. Una caída de entrada en la Copa Libertadores podría ser un golpe demasiado duro para recuperarse.