"No hay razón para preocuparse; la marea alta de prosperidad va a continuar", dijo a fines de 1929 el secretario del Tesoro de EEUU, Andrew Mellon, errando en prever la Gran Depresión y que un mundo nuevo sobrevendría. Si cuatro generaciones después alguien cree que la actual crisis mundial no dejará más rastros que el último par de años, puede estar cometiendo un error parecido.
Al cumplirse dos años de las primeras señales de lo que inicialmente se conoció como crisis subprime existe a nivel global un intenso debate acerca de cómo emergerá el mundo tras este episodio y cuáles serán las tendencias económicas que, incubadas o acentuadas por la presente recesión, marcarán los años venideros. Al menos tres de ellos parecieran aunar un consenso.
De partida, se espera una economía mundial con una relativa mayor presencia del Estado y de regulaciones, lo que desde ya se teme puede limitar el proceso de crecimiento futuro.
Asimismo, muchos analistas predicen que la llamada Gran Moderación de la volatilidad de la inflación de los últimos 20 años podría quedar remitida sólo a los textos de historia por un tiempo. Señalan que una fuerte presión al alza de precios es una amenaza real a partir de 2010-2011.
Por último, se observa un cierto rebalanceo de fuerzas entre el mundo desarrollado y el emergente, que si bien se apreciaba antes de la crisis, se acrecentó con esta. Los países emergentes seguirán acortando la brecha, liderados por China. El poderío chino perdió relevancia a partir del siglo XV ante el avance europeo, pero en sólo tres décadas China puede llegar a tener una economía de US$ 123 billones, tres veces superior al tamaño de la producción agregada de todo el mundo en el año 2000, calcula Robert Fogel, de la Universidad de Chicago.
UN MUNDO CON MÁS INFLACIÓN
El largo lapso de estabilidad macro entre mediados de los 80 y esta década, conocido como la Gran Moderación , se ha vinculado por un sector de economistas a una mejor gestión de inventarios y a una buena política monetaria.
El tema hoy es que esta última cambió con la actual crisis: su foco no sólo se volcó en el último par de años a restablecer el orden financiero y el crédito, sino que también se usaron nuevas herramientas para estimular la liquidez aun cuando las tasas de interés han topado un mínimo. Este nuevo rol ha despertado temores a mayores alzas de precios en futuros episodios de estrés, dice Hooper.
Asimismo, el rol activo del Estado en la economía ha producido grandes endeudamientos fiscales y el un déficit público que en EEUU superará el 11% del PIB este año. Temores sobre la licuación de la deuda vía impresión de dinero -como tras las guerras mundiales- alimentan las expectativas de inflación en los mercados. Ello eleva las tasas de interés y podría entorpecer el crecimiento económico.
El mercado de commodities, muy estimulado por el vigor de las naciones emergentes, también seguirá presionando al alza los precios. Los alimentos registraron un gran salto de precios en 2007 y 2008, mientras el mercado energético podría mantenerse apretado: esta semana la Agencia Internacional de Energía dijo que la producción de petróleo llegará a su máximo en 2020. En un escenario de demanda creciente, eso implica mayores precios por combustibles.
Otra fuente de inflación futura a partir de la crisis es una menor productividad de las empresas durante la recesión y a partir de posibles nuevas regulaciones, "todo lo cual tendería a subir costos", explica Hooper. Añade que también está el surgimiento de proteccionismo comercial, que traba los avances de productividad que contribuyeron a mantener la inflación a raya durante la década pasada.
MÁS ESTADO, MÁS REGULACIONES
Entre las principales tendencias surgidas a partir de la presente crisis se encuentra el mayor rol que está teniendo el Estado en la economía. "Las turbulencias financieras actuales han tenido todos los ingredientes de la gran crisis de los 30, que dieron a luz la revolución keynesiana. Así, no es tan sorpresivo que la respuesta de política económica tenga un sabor distintivamente keynesiano", dice Peter Hooper, del Deutsche Bank, en Nueva York.
Desde que el Estado norteamericano facilitó los recursos para que JP Morgan adquiriera a Bear Stearns en 2008, pasando por los rescates billonarios al sistema financiero, hasta el mayor gasto presupuestario que se ha adoptado en todos los continentes para contener la recesión, la idea de que el Fisco debe involucrarse activamente en la solución de la crisis ha cobrado fuerza, aunque levantando también grandes detractores.
Se avecina "un gran aumento del aparato gubernamental y el consecuente aumento de impuestos como medida redistributiva del ingreso", prevé Manuel José Balbontín, presidente de Compass Group.
En ese sentido, agrega, "lo que más me preocupa es la creencia de que el Estado puede hacer muchas cosas mejor que el sector privado, lo que creo que termina socavando la competitividad de EEUU y demorando la recuperación económica".
El rol del Estado también se hará sentir en el lado institucional, con mayores regulaciones, sobre todo en el mercado financiero.
"Va a ser una combinación de cantidad y calidad. Como en todos los ciclos, después de un período de gran desregulación, el riesgo es caer en una sobrerregulación", dice Balbontín.
A su juicio, "la regulación debiese enfocarse en la transparencia de los riesgos, la protección del consumidor, y evitar que un problema privado se convierta en un problema público, limitando el tamaño de entidades financieras demasiado grandes para quebrar".
EL AVANCE DE LAS ECONOMÍAS EMERGENTES
Con EEUU en recesión, desde el inicio de la crisis China se ha visto como el último motor de crecimiento en marcha. Detrás de ella, el resto de los mercados emergentes tuvo una mejor respuesta a la crisis que en eventos anteriores y se vieron menos afectados que los países desarrollados. De hecho, hoy prácticamente todos los análisis coinciden en que las primeras en recuperarse serán esas naciones, dando cuenta de un rebalanceo de fuerzas a nivel mundial. Este proceso comenzó en los 90, con el mundo emergente -especialmente Asia- creciendo muy por sobre las tasas de los países ricos y ahora se intensificaría, ganando más presencia como un polo de influencia global.
"Los emergentes van a seguir cerrando la brecha al crecer por sobre los desarrollados. Dada la tremenda necesidad de alimentos, energía y metales duros por el desarrollo de la infraestructura, el crecimiento poblacional y el consumo en los mercados emergentes, [el auge] de las materias primas claramente va a seguir", explica Balbontín.
Este mayor liderazgo, donde junto a Asia emergente se ve a Brasil y Rusia, entre otros, tiene como contraposición el debilitamiento de Europa y Japón. "Japón es una economía grande, pero enferma hace mucho tiempo, no es tan relevante; Europa también tiene sus problemas estructurales importantes y creo que van a estar enfermos por un buen tiempo después de esta crisis", advierte Balbontín.
Distinta en cambio es la situación de EE.UU. Pese a haber estallado allí la crisis, "la institucionalidad americana, el poder de su economía y su capacidad de reacción, van a permitir que por mucho tiempo EEUU mantenga su liderazgo", resume Balbontín.