"Soy hija de buzo escafandra. Siempre conocí estos cementerios simbólicos, pero nunca pensé que me tocaría a mí venir, y menos a enterrar a mi propio esposo. El era tripulante y cocinero y cayó por la borda hace cinco años, un mes después del terremoto, pero nadie se percató. Estuvimos 25 años juntos, lo lindo es que quedó mirando la playa que tanto le gustaba, donde todo el tiempo acampábamos cuando pololeábamos", relata Gricel Soto, tres hijos y viuda de Mariano García, desaparecido en el mar a los 47 años. A pesar de que su cuerpo nunca fue recuperado, sus familiares realizaron todos los ritos de un funeral "convencional" y lo "enterraron" en el Cementerio Simbólico de los pescadores, en Talcahuano.
Prácticamente desconocido por el común de la gente, e incluso por las propias autoridades de la Octava Región, el Cementerio Simbólico se arraiga con más fuerza entre las familias de pescadores, lamentablemente, con cada vida que se pierde en el mar y cuyos cuerpos nunca aparecen para darles sepultura, como convencionalmente se hace.
Estos cementerios, sin personas dentro de sus tumbas, atesoran en cada pequeño nicho las fotografías, ropas y recuerdos favoritos del difunto. Son únicos en su tipo en el país y una tradición exclusiva de los pescadores de la Región del Biobío, que mantienen los 17 recintos que sobrevivieron los embates del 27/F.
Las reglas son claras: espacios sin rejas, abiertos y totalmente públicos y, lo más importante, en lo alto de peñascos, con la mejor vista al mar posible, como homenaje a quienes en él se perdieron. "Hace 40 años que vengo a ver a mi esposo, en julio de 1975 salió a pescar con cinco compañeros y ninguno volvió, no encontramos ni siquiera un pedacito del bote. Simplemente se esfumó. Están todos enterrados aquí, al menos, su recuerdo", cuenta su viuda, Nieves Muñoz.
Cuando la búsqueda de su esposo Julio Pérez se detuvo, Nieves veló sobre una mesa la tenida favorita de su marido. "Era la tenida que más le gustaba y que se ponía cada tarde al llegar a la casa. Esa misma ropita la pusimos en la cajita que enterramos aquí, y que hasta el día de hoy visitan incluso sus nietos y bisnietos, que no lo conocieron, pero igual vienen a dejarle una flor a su tata", dice la señora Nieves.
Cada familia mantiene las pequeñas tumbas, las adornan y las cuidan. Las hacen los propios pescadores, quienes también fabrican réplicas de las embarcaciones siniestradas. Así manda la tradición y así la han mantenido religiosamente los familiares de los desaparecidos en el mar desde 1650, cuando el Cementerio Simbólico Las Cruces de Los Lobos, en los cerros de Talcahuano -el más antiguo de la región-, acogió a su primer morador, aunque en esos años estaba en un lugar distinto de la bahía, en la caleta La Gloria, desde donde fue trasladado por el proceso de industrialización de la bahía de San Vicente.
Despedir en tierra a un pescador desaparecido en el mar y recordarlo en algún lugar "físico" atenúa en parte el dolor de las familias, los amigos y, especialmente, de sus viudas, muchas de las cuales siguen viviendo como casadas, al no poder, por distintas razones, regularizar su estado civil, algunas por más de 40 años. Ellas son las que cada domingo mantienen el lugar y no aceptan, ni aceptarán, intervenciones de la autoridad.
Así al menos lo plantea la Agrupación de Viudas de Pescadores Artesanales Desaparecidos en el Mar, luego que el municipio de Talcahuano anunciara este año que se hará cargo de la administración del recinto, luego que el Serviu le entregara el comodato del terreno. "Queremos sumarlo a la Dirección de Cementerios, para ornamentarlo, sólo eso, y evitar que sea foco de delincuencia", señaló el alcalde, Gastón Saavedra.
Actualmente, hay un recurso de protección en curso en la Corte de Apelaciones de Concepción, para dirimir este conflicto. "No se trata de que la autoridad haga lo que le plazca, sin consultarnos. Esto es patrimonio de los pescadores y no es un cementerio más. Según la Unesco, nos tienen que consultar a los sostenedores de la tradición, y por eso acudimos a la justicia", dice Edith Burgos, presidenta de la Agrupación de Viudas de Pescadores Artesanales Desaparecidos en el Mar.
Berta Ziembretch, autora del libro Cementerios simbólicos, tumbas sin difuntos -primera investigación sobre este rito funerario úni-co-, afirma que "el alcalde no entiende que es una tradición que se rige por normas no escritas, que están en el inconsciente colectivo y que no se pueden modificar. Los deudos por 300 años han cuidado del cementerio y lo consideran propio. Para ellos es un camposanto, sagrado, y no necesitan una autoridad", sostiene.
María Constanza San Martín (74) perdió a su hijo hace 50 años, luego a dos primos y dos sobrinos en distintos naufragios, y a todos los recuerda en el otro cementerio simbólico de Talcahuano, ubicado en Caleta Tumbes: "Acá tenemos el ce- menterio en un terreno de la Armada, pero los marinos, que no tenían idea de este cementerio, entendieron por qué es tan importante para nosotras y nos dijeron que no pensaban sacarnos, que nos quedáramos tranquilas. Menos mal, porque lo hemos construido entre todos, son años de sacrificio y es lo único que nos queda. Llegar acá, a lo alto, es un sacrificio, pero vale la pena. Me tranquiliza el alma ver el mar".