Caóticos, revueltos y frenéticos. Así son los trece nuevos episodios de Orange is the new black y así fueron también los días de trabajo durante el año pasado para Laverne Cox, una de las más populares actrices de la comentada serie de Netflix, cuya quinta temporada debuta este viernes 9.
Al igual que a muchas de sus compañeras de reparto, a Cox le comenzaron a llover las invitaciones a proyectos de cine y televisión tras el éxito, los premios y elogios que han recibido los cuatro ciclos anteriores de la producción, en los que se muestra el día a día de un grupo de reclusas de la ficticia penitenciaría de Litchfield, y donde ella interpreta a Sophia Burset.
"En mi caso, estaba en Los Angeles grabando Doubt el año pasado, por lo que tuve que estar viajando constantemente a Nueva York para las escenas de Orange... fue bastante complicado armar el calendario pero no me podría quejar", cuenta la ex chica reality, activista LGBT y nueva amiga de Michelle Obama -con quien se ha reunido varias veces a comentar la serie-, una de las favoritas del elenco de la comedia de Netflix y a estas alturas un verdadero ícono de las minorías sexuales en Hollywood, en especial tras convertirse en la primera mujer transgénero en aparecer en la portada de la revista Time y en ser nominada al Emmy en toda la historia del galardón.
Y aunque Doubt terminó siendo el primer traspié actoral de Cox, luego de ser cancelada por la cadena CBS tras sólo dos episodios al aire, Orange is the new black regresa cargada de expectación por parte de sus seguidores y en un momento de su trama en el que todo lo que viene parece ser clave y determinante. De hecho, la nueva temporada comienza con las reclusas tomando el control del centro penitenciario, enfrentándose a la autoridad -y entre ellas mismas- para exigir sus derechos.
"El caos que se desata en la prisión va revelando el lado más humano de cada uno de los personajes", asegura Cox al otro lado del teléfono, expresando cada idea con la misma intensidad que promete el nuevo ciclo de la serie, en el que esta vez los trece capítulos recorrerán los hechos de sólo tres días.
Si bien la serie nunca abandona su lado cómico, esta temporada parte casi como un thriller.
Sí, y me gusta eso, porque da la sensación de que no sabes realmente en qué va a terminar todo esto, de que todo lo que venga para adelante será pura sorpresa. La prisión ha sido tomada por las prisioneras y eso le da una nueva perspectiva y vuelve todo más incierto. Además, creo que está más conectada que nunca con la realidad. Hay todo un movimiento de resistencia que se está desarrollando en Estados Unidos actualmente y es interesante ver cómo Litchtfield se empieza a dividir entre quienes se suman a esa resistencia y quienes parecen estar más cómodos con el status quo.
¿Cree que esta nueva estructura narrativa de la serie es un cambio significativo también?
Es un recurso para esta temporada que no sabría decir si se seguirá usando en el futuro. Jenji (Kohan, creadora de la serie) decidió hacer toda la temporada en tres días y creo que con eso logra intensificar todo lo que ocurre, porque son tres días particularmente agitados y emocionantes en Litchfield en los que los personajes cambian y pasan muchas cosas.
En casi toda la temporada anterior y en el comienzo de esta Sophia aparece aislada del resto ¿Es ese el destino de su personaje, el de la excluida, la ermitaña?
Es muy interesante el arco que ha seguido Sophia en la serie. En la primera temporada estaba más conectada con el resto de las reclusas, la iban a ver a su dormitorio, le contaban sus historias, algo que fue cambiando paulatinamente con el correr de los capítulos y cuando empieza a tener conflictos con Gloria (Selenis Leyva). Cuando pierde su salón de belleza pierde también su forma de contacto con el resto, pero eso podría cambiar ahora.
¿Es finalmente esta la temporada más política de la serie?
La serie siempre ha sido política en cierta forma. A fin de cuentas, todo gira en torno a un grupo de mujeres encarceladas, donde vemos los problemas que existen en todo el mundo, desde los conflictos raciales hasta la corrupción a la que se enfrenta un guardia de la cárcel, por ejemplo. Y ahora, todo comienza con lo que ocurre en la temporada anterior, cuando Litchfield se privatiza y las reclusas dejan de ser tratadas como seres humanos sino como algo casi desechable. Pero lo interesante es que esas son preguntas y temas de debate para el público, ya que a Jenji lo que le ha preocupado siempre son las historias humanas que hay detrás de ese sistema. Creo que esa es la razón principal para explicar la buena respuesta que ha tenido la serie: hay un ambiente inevitablemente politizado que invita a la reflexión, por supuesto, pero lo que está al centro del relato son los errores, la ironía y las luchas de las personas.