Vivió 77 años, pero por el número de logros bien podría haber sido el doble. Nacido en 1887 como Charles Edouard Jeanneret y rebautizado por él mismo, como Le Corbusier, el arquitecto fue infatigable. Creó más de 300 diseños en 12 países (aunque sólo ejecutó 78), escribió 34 libros, hizo discursos, conferencias y entrevistas, pintó cientos de cuadros, construyó muebles de diseño, co-editó una revista, inventó su propio sistema de proporciones, viajó por el mundo, tuvo amoríos, y le escribió a su madre una vez por semana. La historia, eso sí, recordaría al suizo nacionalizado francés como uno de los grandes motores de la arquitectura del siglo XX, al vislumbrar, en los años 20, la sobrepoblación de las ciudades, que necesitarían un mejor uso del espacio. Sus directrices cambiaron las forma de pensar del gremio.
Sólo un ejemplo: la Unité d'Habitation (1947-1952) en Marsella, Francia, condensó sus investigaciones sobre el problema de la vivienda, entendiéndola como una "máquina para vivir". El resultado fue un sistema de viviendas colectivas que funcionaba con servicios autónomos como gimnasio, jardines infantiles, pista deportiva, y que ha servido de inspiración para arquitectos de todo el mundo, muchos de ellos latinoamericanos. En Chile se refleja en conjuntos de edificios como la Unidad Vecinal Portales (1966) o la Remodelación San Borja (1969).
A 50 años de su muerte, ocurrida el 27 de agosto de 1965, llega al país Le Corbusier Le Grand (Phaidon), un volumen que recorre la obra del arquitecto en fotos, planos y dibujos. A su vez, en el Centro Pompidou de París abrió la retrospectiva Mesures de l'homme. Y a librerías de EE.UU. acaba de entrar Modern Man: The Life of Le Corbusier, una biografía del escritor Anthony Flint, que se detiene en los rasgos contradictorios del arquitecto: ¿Fue un racionalista o un poeta del espacio? ¿Fue un guía o un tirano? En lo político, ¿fue de izquierda o de derecha?
Devastación y oportunidad
Hasta sus 30 años, Le Corbusier quería ser pintor. Llegó a París en 1917, donde junto al artista Amédée Ozenfant sentó las bases del Purismo, un movimiento que usando la sección áurea quería superar al Cubismo. Así se volvió rival de Picasso. "Se opuso al español tachando su obra de insuficiente y tímida. El quería dar paso con su obra a la verdadera era moderna", cuenta el biógrafo Anthony Flint a La Tercera.
Sin embargo, fue Picasso el que brilló como pintor, y Le Corbusier se pasó a la arquitectura. Años después el malagueño reconocería su talento. "En 1949 se reunieron más felizmente cuando Picasso recorrió la Unite d'Habitation en Marsella. El artista agradeció la propuesta del arquitecto para una nueva forma de vivir", señala Flint.
Pero fue con la Villa Saboye, levantada en las afueras de París en 1929, que Le Corbusier consolidó definitivamente su carrera. La vivienda es considerada uno de los paradigmas de la arquitectura actual, junto a la Casa Farnsworth de Mies van der Rohe y la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright. "Para mí, la Villa Saboye es el equivalente arquitectónico del IPhone", dice Flint. "Luego vino Chandigarh (en la India) que representa lo que siempre quiso hacer: construir una ciudad entera desde el principio", agrega.
Su visión de una ciudad del futuro eficiente y monumental quedó plasmada en el Plan Voisin (1925) que llamó la atención en todo el mundo, incluido América del Sur. Sus ideas también llegaron a Chile, cuando arquitectos locales lo invitaron a desarrollar un nuevo plano para Chillán, tras el terremoto de 1939. El gobierno de la época nunca lo aprobó y el proyecto quedó en nada. También diseñó una casa en Zapallar para el diplomático Matías Errázuriz Ortúzar. "Con su fachada de piedra, techos de madera altos y vistas panorámicas del Pacífico, esta casa representó muy bien la relación que tuvieron los edificios de Le Corbusier con el paisaje. Tristemente nunca se realizó", dice Anthony Flint. Al final sólo Brasil y Argentina gozan de un Le Corbusier.
En cuanto a las relaciones profesionales, el suizo era temido. "En el atelier en 35 rue de Sèvres, había con frecuencia un poco de tensión cuando el maestro estaba cerca. El castigaba a los dibujantes por el más mínimo inconveniente. Su primo, Pierre Jeanneret, quien ayudó a dirigir el negocio, a menudo intervenía para suavizar las cosas, cuando el jefe se volvía particularmente veleidoso. Aún así, los jóvenes arquitectos querían trabajar con él, creyendo que eran parte de algo histórico, incluso cuando no recibían un cheque de pago durante semanas", dice el biógrafo.
Sin embargo, su faceta más controversial fueron sus cambiantes lazos políticos: en 1934 fue invitado por Mussolini a dar una conferencia en Roma; luego, durante la Segunda Guerra Mundial, colaboró con el gobierno de Vichy tras la ocupación nazi en Francia, supervisando el diseño de Argelia; para luego pasarse al bando de Charles de Gaulle, en 1944, trabajando en las viviendas de posguerra. Para Flint, el arquitecto era un oportunista que veía en la devastación un fantástico problema que solucionar. "Vio la construcción como un proceso iterativo, donde las nuevas ideas podrían surgir desde las cenizas", remata el biógrafo.