Como todos los días durante las últimas dos semanas, la cancha central del Club Providencia es el escenario de los trabajos de una dupla explosiva. Por un lado, Bastián Malla; y por el otro, Nicolás Massú, doble campeón olímpico, capitán de Copa Davis y flamante asesor técnico de la joven promesa.

Los conceptos que más se repiten son intensidad y actitud. El ex número nueve del mundo observa a su pupilo desde el fondo del court. Intercambia algunas opiniones con el PF, Marcelo Clavero, y con el profesor Sergio Rodríguez; mientras que, en el rectángulo de arcilla, el alumno pelotea con Jorge Aguilar, quien es asesorado desde el otro extremo por el ex tenista, Sergio Cortés.

El peloteo se transforma en un partido de un set. Malla toma la iniciativa, golpea duro, con un tenis mucho más ofensivo que el de costumbre. Aguilar lucha y complica. Ese repunte y su servicio ofuscan un poco al zurdo de 18 años, que en el siguiente punto afila la derecha para dejar sin opción a su rival. Todo es alegría.

Entremedio, hay espacio para los conceptos de Massú durante algunos descansos. Malla lo escucha, atentamente y sin interrumpir.

Sin embargo, el héroe de Atenas prefiere no explayarse. Conciso, breve. El resto, lo dedica a contemplar a su pupilo y concentrarse en su trabajo.

Otro aspecto destacado de estos días de trabajo, es la buena preparación física del joven alumno. En los pasillos del club es un comentario obligado, pues sus diferencias con años anteriores son notorias. Asimismo, los distintos índices de medición son sobresalientes, lo que alimenta las expectativas de que esta temporada pueda ser consagratoria.

Luego del vaivén de golpes, llegan al 5-4. El antofagastino sirve para cerrar su gran faena, pero se enreda. Cede su juego y el Zorrito Aguilar, fiel a su apodo y a su mayor experiencia, le rompe el servicio; gana el suyo y le vuelve a quebrar para cerrar el improvisado partido a su favor. Malla se enoja, pero esa molestia duró 30 segundos. Massú se acerca. Antes, esta misma escena, podía durar horas, y muchas raquetas podían sufrir las consecuencias. Ahora no. Todo es distinto, y eso es parte de un nuevo proceso, una nueva escala de madurez para el ex campeón mundial juvenil.

Como nunca antes, está consciente de sus falencias y de sus virtudes. Sabe que esta nueva actitud es vital para pensar en nuevos objetivos. "Siento que he progresado mucho con el revés, y veo que puedo jugar más agresivo. El Nico me hace jugar mucho más metido en la cancha", confiesa.

A diferencia de la decena de entrenadores que lo han intentado ayudar durante estos años, el nortino valora el carácter de Massú. "Es una persona que trata de transmitir su manera de luchar y toda su experiencia. Ahora ya no tiro los partidos, como antes, cuando me desmotivaba. Es algo que he venido practicando desde fines del año pasado, y se me fueron dando los resultados", destaca, con mucha ilusión.

También resalta la tranquilidad con que el viñamarino guía sus entrenamientos, que se extienden en doble turno. "Nico no me reta tanto. Él es muy táctico, y te plantea con fundamentos lo que hay que hacer. Además, tiene mucha paciencia, y también me dice que no tire la raqueta y que no me enoje tanto", sostiene.

Sobre sus proyecciones, Malla va con calma: "Quiero terminar este año dentro los 300 mejores, y así poder jugar la qualy del Abierto de Australia".

Massú se despide de su dirigido. La rutina se repetirá en la tarde. Desde la próxima semana, en Viña del Mar, comenzarán a notarse en la cancha los efectos de esta nueva sociedad tenística.