En 1989, Leipzig, en Alemania Oriental, jugó un rol protagónico en la caída del Muro de Berlín y en el fin del régimen comunista. Pero la reunificación del país también marcó el comienzo de un período de decadencia de la ciudad, ya que las familias jóvenes se marcharon hacia el oeste, las fábricas cerraron sus puertas y muchos edificios quedaron abandonados. Veinticinco años después, la cuna de Richard Wagner vive un nuevo apogeo: se ha convertido en la nueva ciudad alemana de moda, al punto que muchos la empiezan a llamar la "nueva Berlín".
Leipzig tiene un papel importante a lo largo de la historia alemana. Fue un centro comercial durante el imperio romano, punto central durante la Reforma protestante y una ciudad industrial en el siglo XX. Ahí vivieron y se desarrollaron los músicos Johann Sebastian Bach y Felix Mendelssohn y el escritor Friedrich Nietzsche. Por su universidad pasaron Johann Wolfgang von Goethe y Angela Merkel. Incluso, en esa ciudad, por siete meses, vivió Michelle Bachelet para perfeccionar su alemán, durante su exilio en la RDA.
En 1982 comenzaron a celebrarse en la Iglesia de San Nicolás las "oraciones de los lunes", donde se reunían críticos del régimen que encabezaba Erich Honecker. Con el correr de los años, el número de asistentes fue creciendo tanto, que a las oraciones siguieron las "manifestaciones de los lunes", hasta que el 9 de octubre de 1989 se reunieron en la Augustplatz entre 70.000 y 100.000 personas, una muestra de que el país había cambiado y un impulso definitivo para que un mes después cayera el Muro de Berlín.
Pero la unificación alemana en 1990 provocó un efecto adverso en Leipzig, ya que la ciudad languideció tanto en términos poblacionales como en lo referido al empleo. No era ejemplo de oportunidades para los jóvenes, quienes decidieron probar suerte en el próspero occidente. El punto de inflexión se produjo en la década de 2000, cuando las firmas Porsche y BMW decidieron instalar plantas de automóviles allí.
Con el impulso del dinero fresco aumentaron las fuentes de trabajo, comenzó la restauración de la ciudad y la llegada de los jóvenes. Gracias a eso ahora la ciudad se ha transformado en un imán para los estudiantes y profesionales novatos, a pesar de que el resto de lo que fue la RDA aún lucha por levantar cabeza.
En cuestión de años se ha duplicado el número de postulantes a la Universidad de Leipzig y los arriendos baratos son una buena excusa para buscar un lugar en la ciudad.
Además, la urbe ha ganado renombre por su vida cultural, tanto por su historia como gracias a sus ferias de libros y ciclos de conciertos. Incluso, muchos artistas se han instalado en Leipzig, acondicionando antiguas fábricas como sus estudios y sus viviendas.
No por nada la alcaldía dedica el 10% de su presupuesto a la cultura, ya que, aparte de las fábricas de autos, entienden que un buen punto de atracción y desarrollo de la ciudad precisamente puede venir desde ese mercado.