"No hay una mejor explicación que la que nosotros hemos dado: los cisnes fueron afectados porque su alimento, el luchecillo, desapareció de gran parte del humedal. Eso tuvo que ver con cambios en la calidad del agua que ocurrieron después que comenzó a operar la planta de celulosa en 2004", dice Eduardo Jaramillo, investigador del Instituto de Ciencias Ambientales de la Universidad Austral (UACh).
Jaramillo, junto a José Escaida, Carlos Amtmann, y Nelson Lagos, es uno de los autores del libro "El humedal del río Cruces y el cisne de cuello negro", recientemente publicado por la editorial de la UACh, en el que se hace una reconstrucción de la crisis de este santuario de la naturaleza y un balance de las lecciones que dejó este episodio, que según se explica en el texto, marcó un antes y un después en la institucionalidad ambiental chilena.
Este investigador desde un comienzo estuvo vinculado al caso del río Cruces y al primer estudio científico que emitió la universidad, en 2004, para explicar la muerte de los cisnes, a petición de la ex Comisión Nacional del Medio Ambiente.
En la publicación se reafirma la hipótesis sobre el origen de la crisis ambiental, la que no estuvo ajena a los cuestionamientos, en especial luego de la publicación del informe final de la UACh, en 2005. Ese año, recuerdan los autores, el Caseb, centro de investigación de la Universidad Católica, emitió un documento en el que afirmaba que con la información disponible no era posible establecer en forma precisa "qué elementos o compuestos atribuidos a la operación de la planta de celulosa serían la causa principal, directa e inequívocamente de la desaparición del luchecillo, la principal fuente de alimento del cisne".
La conclusión generó la molestia de la UACh que no dudó en emitir una declaración pública, en la que decía que ninguna de las conclusiones del Caseb modificaba los resultados del informe final.
Jaramillo señala que este fue un momento muy particular, porque existían lazos entre los investigadores de ambas casas de estudio. "Fue una situación especial, porque no nos imaginamos que en tan corto tiempo iba a haber otro grupo de investigadores que criticara el estudio", dice.
EL ESTUDIO MÁS COMPLETO
Para el investigador una de las grandes lecciones que deja este caso, es que los estudios de línea base ambiental con el que se aprueban los proyectos industriales, en especial los de gran envergadura, deben ser más completos. "Esto con el objetivo que los tomadores de decisión tengan todos los antecedentes", dice Jaramillo.
Este científico lidera hoy el mayor estudio ambiental que se ha realizado hasta ahora sobre el santuario, cuyos resultados se darán a conocer antes de junio. "Estamos viendo todo, desde la calidad de agua y sedimento, pasando por todos los tipos de fauna, y terminando en las eventuales amenazas", explica.
La investigación se realiza en el marco de un convenio de cooperación entre la universidad y Arauco, la dueña de la planta de celulosa, acuerdo al que se llegó tras el fallo del Primer Juzgado Civil de Valdivia de 2013, que obligó a la firma a cumplir con seis medidas para preservar el humedal.