Gordon Matta-Clark tenía dos puntos débiles que funcionaban también como los motores de su vida. Uno era Sebastián, su hermano mellizo, nacido en 1943 cinco minutos después que él. De personalidad frágil e introvertida, Batán desarrolló, cuando mayor, una compleja enfermedad psiquiátrica, que terminó convirtiéndolo en el protegido de su hermano Gordon. El segundo era el famoso padre de ambos, el pintor Roberto Matta, quien los abandonó cuando sólo tenían cuatro meses.
La difícil relación con su progenitor sólo alentó las ambiciones artísticas de Gordon. Al igual que Matta, estudió arquitectura, pero nunca la ejerció. Al contrario, en vez de crear, Gordon deconstruía. Desde 1970, se dedicó a intervenir casas y edificios abandonados, haciendo cortes, agujeros y desmontando paredes. La Anarquitectura, como llamó a este nuevo lenguaje , lo liberó de la sombra de su padre y lo convirtió en uno de los artistas clave de la segunda mitad del siglo XX.
Pero hubo otra práctica más íntima, también estimulada por la figura de Matta, de la que Gordon habló poco: sus textos de arte. "Gordon creció persiguiendo a un padre que construía objetos bellos y estimulaba la conversación con mucho ingenio, pero que no estaba tan interesado en los precarios ofrecimientos intelectuales de un chiquillo. Aprendió a corta edad que si su conversación no era lo suficientemente entretenida o inteligente, no podría esperar mantener la audiencia: en ese caso, su padre se levantaría y se iría", cuenta Jane Craw- ford, viuda de Matta-Clark, en el prólogo de Art cards/ Fichas de arte, el primer libro que devela la faceta de escritor del artista.
El volumen, que llega esta semana a librerías de Santiago y luego a Nueva York, es editado por el sello local Sangría y es parte de una serie de actividades en torno a Matta-Clark, que se desarrollarán en junio en el Museo de Bellas Artes y que incluye un seminario y una muestra de su obra (ver recuadro). "El Centro Canadiense de Arquitectura nos cedió las notas de Matta-Clark para analizarlas y editarlas. Pensamos que él quería que se difundieran, por algo las guardó. Sus notas las vemos totalmente como literatura, es más bien poesía muy cerebral y experimental", comenta Carlos Labbé, co-editor de Sangría junto a Mónica Ríos y Martín Centeno. El uruguayo Aarón Lacayo estuvo a cargo de las traducciones y el artista Joaquín Cociña del diseño de la tapa.
ESPACIO Y LITERATURA
Los juegos de palabras fueron una obsesión familiar. Gordon se comunicaba tanto con su padre como con su madre, la artista Ann Clark, a través de cartas. Para sí mismo también escribía. El libro recoge esas notas y las divide en secciones: "Eternidad a corto plazo", con sus reflexiones más literarias, y "Come-A-Tectura", con sus ideas sobre el espacio y la arquitectura.
Escribe por ejemplo: La anarquitectura trata sobre hacer espacio/sin tener que construirlo/ un lugar agradable/ para joder/ fuera. En los 70, Gordon, junto a otros artistas compró terrenos baldíos en el Soho y los intervino con sus obras. Allí también fundó Food, un restaurante cuyo menú era creado por artistas como John Cage o Robert Rauschenberg.
En 1976, Gordon aloja en Nueva York a su hermano Batán, que sufre de alucinaciones. Una noche lo deja solo y cuando regresa, Batán se había precipitado seis pisos bajo su ventana. El artista quedó devastado. "Trabajando en varias dimensiones/ trabajando en memoria de mi hermano/ dibujando sobre mi única relación más importante", anota. Dieciocho meses después, Gordon moría de cáncer.
Ahijado de Duchamp, Matta-Clark escribía de todo y en varios idiomas. "Aunque espontáneas, sus frases convertían su agilidad mental en una especie de gimnasia oral", dice Jane Crawford. Lo cierto es que muchos de sus "poemas" son dispersos, herméticos y agudos. "Mejor labrado en el corazón/ que muy sobrecargado", escribe. Y otra: "El más profundo punto/ hecho por el hombre en una ciudad/ el más profundo animal/ donde toda vida se detiene".