En el caso de un conjunto como Devo, que matriculó su huella en la historia del pop ataviados con cascos rojos y trajes de limpiadores de residuos nucleares, la vestimenta es un asunto de cuidado donde el tamaño sí importa.

"Encontramos a una persona con la misma talla de ropa que Bob y que puede usar nuestros disfraces sin problemas. Eso nos alivió", precisa Gerald Casale (66), bajista y fundador, ante la preocupación que debieron echar mano tras el trance más complejo enfrentado por la banda. En febrero, su hermano y otra de las piezas capitales del grupo, el guitarrista Bob Casale, murió a causa de una falla cardíaca, mazazo duro para parte de una generación crecida a principios de los 80 y alerta de incertidumbre para el propio destino de Devo.

Mark Mothersbaugh (64), el otro mentor de los estadounidenses -ambos al teléfono con La Tercera desde Norteamérica-, asiente: "Fue horrible, no supimos muy bien qué hacer. Claro que se abre todo una etapa de mucha inseguridad en la continuidad de un grupo que siempre trabajó muy unido. Pero, por lo mismo, y como buenos soldados que somos, quisimos seguir dando la pelea. Era la oportunidad de demostrar que podíamos superar una tragedia y seguir adelante".

Y como buenos soldados -metáfora acertadísima para una agrupación que con su estética se burló de los sistemas disciplinarios que estandarizaron a las sociedades de fin de siglo-, los originarios de Ohio torcieron la pérdida, encontraron a un nuevo miembro con la misma talla del fallecido Casale (Josh Hager) y volvieron a girar por EE.UU.

Un despertar que los traerá por primera vez a Santiago , esta vez no para sepultar una herida privada, sino que para algo mucho más colectivo: como una suerte de exorcismo, la visita de este jueves en el Teatro Cariola y del sábado en el festival RockOut en Espacio Broadway ajusta cuentas con su fallido concierto de 2007, cancelado apenas un día antes, bajo argumentos que nunca quedaron claros y que frustraron uno de los espectáculos más esperados de esa temporada.

¿Qué pasó en esa oportunidad?

Gerald Casale: Fue algo muy frustrante. Tocábamos antes en Brasil y fue imposible mover nuestros equipos para que llegaran a tiempo. Fue un lío de logística. También entiendo que hubo un problema con los productores involucrados, aunque nunca supimos bien qué pasó, sólo que se nos dijo: 'es imposible que lo logren'. Pero bueno, ahora debería estar genial y ¡exijo probar sus mejores vinos!

Esta vez tocarán en dos instancias muy distintas: un festival al aire libre y un teatro remodelado. ¿Se disfruta mejor la propuesta de Devo en un lugar íntimo?

GC: Nuestra música es muy moldeable a cualquier espacio.

Mark Mothersbaugh: Serán shows levemente diferentes, porque la gente los vivirá de modo distinto. Nuestras vestimentas se mantienen. Es probable que sea más emocionante en sitios pequeños, pero en un parque todo se disfruta de modo más masivo. Para Chile será un espectáculo de grandes éxitos, incluiremos todo lo que podamos; después de todo, venimos de EE.UU., debemos complacerlos.

Y sí se trata de complacer, la banda inició en junio un tour que configura a sus huestes como arqueólogos fascinados con la ciudad perdida: un periplo bautizado como Hardcore Devo que sólo se concentró en EE.UU. y donde revivieron material de su etapa más experimental y menos difundida, entre 1974 y 1977, previo al suceso de hits como Mongoloid, Whip it  o Freedom of choice, de ganarse la veneración de Iggy Pop y David Bowie, y de vislumbrar antes que casi todos un mañana musical saturado de tecnología, sintetizadores, voces espasmódicas y videoclips.

Casale se hace cargo: "En esta reciente gira, quisimos mostrar temas que jamás habíamos tocado en vivo. Fue como cuando nosotros éramos jóvenes y descubrimos el blues, la prehistoria de la música: qué ganas de poder ver eso en vivo. Tratamos de hacer eso mismo con nuestra obra".

Si Devo siempre encarnó el futuro, ¿no es irónico que hoy sólo están involucrados en proyectos que tratan del pasado?

GC: Esa nostalgia tiene que ver con el mercado más que con nosotros. Finalmente, los fans siempre te quieren ver como tú no eres: como alguien congelado en el tiempo.

MM: Cuando ya estás viejo, eso tiene su lado bueno y su lado malo (se ríe). Aún tenemos muchas ideas frescas, pero no siempre las podemos llevar a cabo. Además, la gente hoy está obsesionada con el Devo antiguo, con lo que hicimos hace más de 30 años, básicamente por bandas como The Black Keys, que reciclan el sonido de guitarras algo punks de los 70. Entonces, la gente ha vuelto a mirar ese período.

Habitualmente aparecen agrupados en el movimiento punk. ¿Sentían algo en común con grupos como Sex Pistols o Ramones?

GC: No, porque todo era similar. El punk hablaba de lo mismo y sonaba siempre igual. Nosotros no. Puedo decir que nosotros éramos punks de verdad, lo que realmente significa ese concepto, porque no seguíamos ninguna regla, odiábamos casi todo y hacíamos lo que realmente queríamos. Eso es muy punky, pero en el sentido real, de hacer lo que tú quieras.

Tomando en cuenta los variados estímulos que confluían en Devo, ¿es posible que una banda así pueda existir en el pop actual?

MM: ¡Dios! Eso es muy duro de contestar. Primero, hoy no hay grupos reales, porque sólo vemos canciones hechas por un computador y muchas chicas moviendo las caderas. Hoy sería imposible pensar en algo como Devo, porque eso es hoy el pop: se reduce a quién tiene el mejor cuerpo, las mejores caderas y el trasero más grande.