En los últimos cuatro días ha sido casi tan protagonista como su hijo de los aplausos de apoyo, de los gestos de cariño, de las reverencias de admiración y de esa ética tan argentina expresada en el "aguante". Lilian Clark (84 años), la madre de Gustavo Cerati, ha aparecido en su velatorio y en su funeral, con rostro abatido y caminar pausado, para agradecer de vuelta el fervor popular que aún despierta el músico, casi como una manera de cerrar un círculo íntimo que durante los últimos cuatro años -desde aquel fatídico accidente cerebrovascular de 2010, en Venezuela- la tuvo sin excepción visitándolo durante cada uno de sus días de agonía. Cada mañana, de lunes a lunes, recorría las 30 cuadras que separan su casa, en el barrio residencial de Villa Ortúzar, de la Clínica ALCLA, el último refugio del cantautor.
"Haber hecho eso y haber recibido todo este cariño de la gente me tranquiliza mucho. Me hace estar fuerte en una situación en que se supone que hay que estar así, en que hay que ser fuerte, pese a lo mucho que cuesta", comenta Clark, iniciando una conversación telefónica con La Tercera en plena mañana de domingo, justo cuando, casi como un pequeño simbolismo de mejores días, el sol pega fuerte sobre la ciudad, luego de varias jornadas azotadas por el frío y la lluvia torrencial.
"Igual, pese a todo lo que se diga, no es el desenlace que esperábamos", continúa la progenitora del cantante, consciente de ese consuelo generalizado que configuró la muerte de Cerati como un escenario predecible y hasta liberador ante su estado crítico. Al tanto, también, de esa máxima encarnada en la frase "poder decir adiós es crecer", parte de su tema Adiós y divulgada en la web tanto por sus hijos como por sus seguidores más acérrimos.
¿Qué la movía a nunca perder la esperanza?
Todo, porque sabíamos que estaba consciente de nuestro apoyo y amor. El final ocurrió, como ya todos sabemos, pero no es lo que uno espera luego de tanta lucha, de tanta batalla. Por eso, y pese a que ahora estamos más tranquilos, va a ser muy complejo aceptar este momento.
¿Cuál es su sentir actual luego de las masivas muestras de apoyo?
Las agradezco muchísimo. Por mi parte, creo que van a tener que pasar muchos días para que pueda estar mejor. Ahora estamos en una etapa de recogimiento, de intimidad familiar y no mucho más. Me cuesta mucho hablar aún, es difícil, pero con los días tenemos la esperanza de que todo se vaya sanando.
Tanto en el velorio como en el funeral hubo mucha presencia de seguidores chilenos. ¿Cómo sintió a través de los años la relación de su hijo con el país?
Fuertísima. El amaba muchísimo a Chile. Sus hijos, Lisa y Benito, son de allá, así que para él era parte de su patria. El pueblo chileno siempre estuvo presente en su historia como persona y músico. Por eso, ahora aprovecho de agradecer muchísimo toda la gente que llegó desde allá y los llamados que me han hecho. Han sido muy amables.
Tras su alusión al Cerati chileno, a ese que vivió en Santiago en los años 90 y que empezó a cimentar su carrera solista con el estreno del disco Amor amarillo (1993), Clark, con la voz más afectada, se excusa y sugiere poner fin a la conversación. "Ya habrá tiempo para profundizar todo con calma, por ahora la situación es muy reciente", repite, a modo de justificación. En su casa la espera su círculo privado, encabezado por Estela, su hija mayor, y quien durante el sábado también tuvo palabras parecidas para la prensa apostada en el lugar.
De algún modo, la actitud de recogimiento es el espíritu que por estos días domina a los más cercanos al hombre de Nada personal. Contactado por este medio, otro histórico, Richard Coleman, guitarrista que formó parte de los inicios de Soda Stereo -cuando eran cuatro, por lo que puede ser considerado "el cuarto Soda"- y que estuvo en la mayoría de los álbumes del conjunto y de Cerati solista, también prefiere no hablar y asegura que, con algo más de tiempo transcurrido, ya podrá volver a revisar sus sensaciones y recuerdos en torno al adiós de su amigo.
El músico chileno Christian Powditch, quizás el aliado chileno más férreo de Cerati y con quien formó el proyecto electrónico Plan V a fines de los 90, sigue en Buenos Aires, acompañando a la ex mujer del argentino, Cecilia Amenábar. Como parte de la misma línea, dice que ya vendrá el momento en que el resto del entorno del músico pueda empezar a entregar su sentir más acabado respecto del hecho, pero que, por ahora, tal como lo experimenta su enorme cantidad de fanáticos en todo el continente, el duelo continúa.