Tres parejas de distintas edades y recorridos en común, esperan a una sicóloga que aún no aparece ni lo hará. Todas han llegado allí en busca de alguien que las escuche, comprenda y aconseje: Roberto y Andrea (Willy Semler y Amaya Forch), por ejemplo, los mayores del grupo, llevan más de dos décadas juntos, y aunque ha sido un buen matrimonio, los años han sacado a relucir las más ásperas diferencias entre ambos. Como padres no han logrado ponerse de acuerdo en la forma de criar a sus hijos; y como pareja, el machismo oculto de él choca de frente con el feminismo jactancioso de ella. Nunca han ido a terapia, pero ahora, mientras esperan en la consulta, sentados casi de espaldas, parecen convencidos de cuánto la necesitaban.
En 2012, el argentino Matías del Federico puso punto final a Bajo terapia, su primera obra. Hacía tiempo que junto a su compañía, agrupada en San José de la Esquina, en la Provincia de Santa Fe, donde nació en 1981, querían montar una comedia que abordara los conflictos que se tejen entre dos personas que deciden hacer su vida juntos. "Cuando comencé a escribir, sabía que quería retratar parejas de distintas edades y en distintos momentos de su relación, pero faltaba un enganche dramático que ayudara a los personajes a liberarse y expresar cómo se sienten. Así apareció la idea de someterlos a una terapia con una sicóloga que finalmente nunca llega, pero quien ha dejado varios sobres con consignas que todos deben seguir para que la sesión no se desmadre", cuenta el autor en su primera visita a Chile, para el estreno de la versión local de su obra que debutó el viernes en el Mori Parque Arauco, dirigida por Patricio Pimienta.
Esteban y Tamara (Iván Álvarez de Araya y Daniela Ramírez), varios años menor que Roberto y Andrea, llegan a la consulta luego de tres años juntos. Aún viven un fogoso romance, dicen, pero ella no se decide a dar un paso más allá e irse a vivir juntos. A su lado, Paula (Mónica Godoy) y Ariel (Nicolás Saavedra) sortean uno de los capítulos más complejos en su matrimonio de 9 años: mientras él es exitoso, bromista y chispeante, ella se encuentra sumida en el alcohol, entre las grietas de una depresión con intentos de suicidio y todo.
Del Federico cuenta hoy que nunca logró montar Bajo terapia junto a los suyos. "Nos faltaba una actriz. Piensa que en Santa Fe viven poco más de 7 mil personas, y el teatro sigue siendo muy amateur", dice. Al año siguiente, el también actor y director supo de Contar 1, el concurso de dramaturgia organizado por Argentores, la Asociación de autores, actores y productores teatrales argentinos. Tras postularla, su obra quedó entre las cuatro finalistas y hubo lecturas dramatizadas a tablero vuelto. Meses después, el Teatro Metropolitan City de Buenos Aires la incluyó en su programación al mando de Daniel Veronese, uno de los directores más prolíficos de la escena porteña. El despegue, a esas alturas, estaba en cuenta regresiva.
Luego del debut en Buenos Aires, en enero del año pasado, Bajo terapia -aún en cartelera- suma más de 350 funciones y ha sido vista por cerca de 150 mil personas. Pasó poco tiempo antes de que el mismo Veronese desembarcara con el mismo montaje en España, donde hoy recorre el país previo a su retorno a Madrid. Le siguieron versiones en Costa Rica, Estados Unidos, República Dominicana y, próximamente, en Colombia, Perú, Brasil, Paraguay, Italia y México. "Fue una locura", dice su autor. "Aunque siempre me he echado al bolsillo los prejuicios con el teatro comercial, pues aunque he visto montajes muy malos, sé que también los hay muy buenos, y lo mismo ocurre en el off. La clave de lo que llaman 'comedia inteligente' es no dejar reposar el texto en la risa fácil. Si así fuera, el teatro no cumpliría su función", opina.
La versión local de esta comedia de enredos, coproducida por Centro Mori y The Cow Company (Cock, Sunset Limited), bajo la dirección de Pimienta, quien encabezó la puesta en escena de la francesa Le prenom, el montaje más visto en Chile de 2015 con 17 mil espectadores, aterriza con escasas variaciones del texto original, "salvo algunos modismos", cuenta el director. "Creo que el máximo valor de este texto es su universalidad, que salta a la vista cuando lo lees y, desde luego, cuando lo ves sobre el escenario. Es difícil no sentirse reflejado en varias situaciones que el autor plantea, estés casado o soltero: a los primeros les podría hacer cosquillas y golpearlos incluso, y a los segundos darles un retorcijón, o al menos eso pretendemos", remata.b