Hay un par de lumas de carabineros dando vueltas por la casa de Castillo Velasco de Yerko Ljubetic (56), en La Reina alta. Un símbolo, una fina ironía quizás, de los tiempos en que Ljubetic se transformó en el primer presidente de la Fech elegido en elecciones tras el Golpe Militar y de la dura década de los 80 para quienes ostentaron cargos directivos en las federaciones universitarias.

Era 1984 cuando Ljubetic conquistó la Fech y era visto como el futuro de la DC. Al ver fotos de la época es inevitable hacer paralelos con Gabriel Boric, actual diputado autonomista y ex presidente de la misma federación de estudiantes. Apellidos eslavos, barbas vikingas, perfiles frontales.

Pero a diferencia de Boric, quien con 28 años se convirtió en diputado, Ljubetic y su generación no pudieron consolidarse en las esferas del poder con la llegada de la democracia. La G-80 de la DC, la generación a la que Ljubetic perteneció, se tuvo que conformar con cargos menores y técnicos, al menos en la primera década de la extinta Concertación, lejos de los puestos de confianza. Paradójicamente, luego de los gobiernos DC de Aylwin, en el que no fue invitado a participar, y de Frei, donde ocupó un cargo de corte técnico, Ljubetic se convirtió en subsecretario y luego en ministro del Trabajo con Ricardo Lagos. "Los que me propusieron para esos cargos no eran de mi partido", apunta. Eso, mientras las batallas que daba con su grupo de los chascones DC, la facción más de izquierda del partido, lo encontraban perdiendo mucho más que ganando.

Con el paso de los años fue quedando más claro. Ljubetic y los suyos habían dado la lucha en los años de Pinochet, pero llegada la democracia se extraviaron en los recovecos del poder.

La generación que prometía pasó virtualmente a perderse. De ellos, quedan en puestos de avanzada el subsecretario de Hacienda, Sergio Micco, y la diputada Yasna Provoste.

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Después de una candidatura testimonial a diputado en 2009 por Melipilla-Curacaví, Ljubetic desactivó su militancia. Fue ahí cuando dejó de participar y sentirse parte de la DC. Se dedicó a las asesorías sindicales y fue abogado del Instituto Nacional de DD.HH. hasta diciembre del año pasado.

En 2013 tomó la decisión de apoyar al candidato de Izquierda Autónoma por Providencia-Ñuñoa, Francisco Figueroa. "Había llegado a una falta de rigor partidario que ya no me parecía, así que decidí presentar formalmente mi renuncia", dice sentado en la terraza de su casa. "No solo estaba discrepando mucho de la línea de la DC y de los límites que se autoimponía en ese momento la Concertación, sino que me parecía que lo que iba a ocurrir era que la DC se terminó constituyendo en un obstáculo irremontable para los pocos ímpetus reformistas que en ese entonces había en la Concertación y posteriormente en la Nueva Mayoría. Finalmente, se cumplieron mis aprensiones. La DC, y lo digo con pena, ha cumplido un rol de obstaculizar y dificultar estos últimos ímpetus reformistas que hubo en la primera etapa de este gobierno de Michelle Bachelet y en algunos momentos de su gobierno anterior".

Irse de la DC no fue fácil. Fueron 33 años de militancia, siempre en 'los chascones', el ala más a la izquierda del partido. Sus primeras detenciones fueron por denunciar como fraude el plebiscito del 80. Luego vinieron por las protestas tras la muerte de Eduardo Frei Montalva y varias más encabezando movilizaciones estudiantiles.

Para Ljubetic, ese era el espíritu DC que debía perdurar, cercano al legado sindical de Manuel Bustos, uno de sus grandes referentes. El otro era el fallecido ex diputado y ex ministro Claudio Huepe, un líder que a Ljubetic le hacía quedarse en el partido. "Nosotros, algunos G-80, le decíamos que seguíamos en la DC por él y Claudio nos decía que seguía en la DC por nosotros", cuenta. La muerte de Huepe en 2009 coincide con el inicio del retiro de la vida partidaria de Ljubetic.

Le pasó lo que les pasa a algunas parejas. Sabía que no daba para más, pero siguió un rato más por cariño…

Sí, afortunadamente en este caso la pareja era sin hijos, en el sentido de las reformas que debieron impulsarse y no se impulsaron, que habría justificado seguir en la relación, para seguir con la metáfora.

Su salida de la DC fue sin escalas. Se movió hacia la izquierda, pero no pasó al PS, por ejemplo. Se fue más allá y fuera de la Nueva Mayoría hasta llegar al Frente Amplio.

Mi ruptura no solo fue con la DC, sino que también con la Concertación y lo que después fue la Nueva Mayoría como coalición. Me di cuenta de que no había una construcción deliberada del futuro. La Concertación había entrado en una situación de resignación de decir 'las cosas son como son'. Esa sacralización de la medida de lo posible, como una medida fundamental de la política, lo que provoca es una degradación de la política, una despolitización y finalmente pone en riesgo el sistema democrático, porque esto explica la desafección, el desprestigio, la falta de credibilidad. A mí me correspondía ir a un lugar donde se mantenga la esperanza de un mejor futuro, por utópico que sea, a través de la política. Eso es lo que tiene que ver con mi adhesión al Frente Amplio.

Ljubetic dice que en el Frente Amplio se ha encontrado con bastante gente de su generación y de generaciones anteriores. "Sin duda, el Frente y el Movimiento Autonomista es marcadamente joven, pero me he encontrado con ex DC y mucha gente que militó en mi época en partidos de izquierda, socialistas, comunistas, de la Surda, y es algo que debe incrementarse", asegura.

¿Cómo ve a la DC, ahora desde afuera?

Hay una tentación del camino propio, por sobre la convergencia con otras fuerzas. Hay una emergencia de esos sectores. Hay mucha gente en la DC que no se resigna a la pérdida de una hegemonía y les es muy difícil estar en una alianza donde ellos no ejercen el rol dominante. Soledad Alvear, Gutenberg Martínez, Ignacio Walker son herederos de esa mirada. Esa discusión tenía sentido cuando la DC tenía un tercio grande dentro de la política chilena, pero desde el término de la dictadura hasta ahora esa posibilidad no estuvo y menos está hoy día.

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A Ljubetic le tocaron tiempos peligrosos como primer presidente de la Fech luego de que el régimen militar disolviera la federación. Recién asumida la nueva federación se declaró estado de sitio. Hubo seguimientos, su vicepresidente, Gonzalo Rovira, fue relegado a Putre; rompieron los vidrios de la casa de Ljubetic. A eso le siguió la detención de 300 estudiantes de la Fech en trabajos de verano en Llayllay y San Felipe. El propio Ljubetic estuvo detenido entre 12 y 15 veces durante los 80. Cuenta que un carabinero le rompió una luma pegándole en la parte de atrás de la cabeza y luego se la quería cobrar, porque en la institución si se perdía una gorra o se rompía algo se lo cobraban a los mismos carabineros. "Le dije que no, que me había roto la cabeza, que cómo le iba a pagar la luma también. Me sacaron la cresta, pero no la pagué", enfatiza. Y agrega: "Fui objeto de golpizas, pero no me torturaron. Es decir, nunca me golpearon para sacarme información, me pegaron por represalia dentro de comisarías, buses, en la calle".

Ljubetic se sentía heredero de los 13 DC que firmaron en 1973 una carta contra el Golpe Militar. Se sentía orgulloso de trabajar con los pocos democratacristianos que trabajaron para defender los DD.HH. y el movimiento sindical. "Ese fue el rol fundamental que cumplió la izquierda de la DC aquellos años", recuerda. Luego le tocó coordinar a las juventudes políticas por el No: desde el MIR hasta sectores de la derecha. De ahí en adelante, admite, se vino una acumulación de derrotas dentro del partido después de fuertes debates sobre la dirección a seguir en democracia. "Al hecho de que éramos jóvenes se sumaba el hecho de que habíamos sido muy discrepantes. Nos vieron como una piedra en el zapato", dice Ljubetic. "Fuimos una generación perdida en alguna medida, pero no me gusta ponerme en plan víctima, porque nosotros también cometimos errores y desaprovechamos oportunidades. Por ejemplo, en la dictadura, mientras la izquierda llamaba a votar que No para el referéndum constitucional del 80, las juventudes políticas, incluida la DC, llamábamos a no votar, porque era un fraude. Eso fue marcando la relación con los más viejos", comenta.

¿Siente que tuvo que pagar un precio por eso?

Parte de mi generación de la JDC fue totalmente excluida del gobierno de Patricio Aylwin. En la interna tuvimos una confrontación de visiones muy dura entre las candidaturas de Aylwin y Gabriel Valdés. Eso le costó a gente de mi generación no ser parte del gobierno de Aylwin. Fuimos una generación que causó mucha fricción y eso hizo que fuéramos vistos con desconfianza y aprensión, pero no sería justo no asumir nuestras responsabilidades individuales y colectivas.

Fue una suerte de Boric en los 80. ¿Por qué cree que su generación no termina cuajando finalmente?

Mucha gente que se sintió compelida a ser parte de una lucha contra la dictadura sintió que en el retorno a la democracia su vocación política estaba satisfecha. Muchos no extendieron su compromiso político a un período de normalidad democrática. También pasó que esa generación pecó de una cierta ingenuidad en cuanto a lo que venía. Pensamos que los actores sociales iban a seguir siendo relevantes en la transición, cuando desde el día uno la transición se definió como "para el pueblo, pero sin el pueblo". Y eso fue explícito. Creímos que nos demoraríamos menos en sacar las cortapisas que heredamos de la dictadura, cortapisas que en algunos casos duran hasta hoy. Pensamos que por el solo hecho de que el movimiento juvenil hubiese sido un destacadísimo actor en la lucha contra la dictadura y que fue parte de las movilizaciones de todos los 80, que dicho sea de paso, es una generación que sabe que la dictadura no terminó por una franja televisiva, sino porque esa franja dio cuenta de años de movilización, de articulación y unidad. Pensamos que ese hecho iba a implicar que automáticamente iba a estar la posibilidad de asumir espacios y roles en la nueva época que venía. Eso no ocurrió. Hubo generaciones anteriores a la nuestra que ocuparon los espacios políticos y gubernamentales desde el primer día. Las ganas de recuperar el tiempo perdido de los que estuvieron en federaciones en los 70, por ejemplo, eran muy fuertes el año 90. Vieron una oportunidad de retomar una carrera política que había sido truncada, lo que es legítimo, y eso entró con mucha fuerza.

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Ljubetic es una de las actuales cartas que tiene el Movimiento Autonomista para presentar como candidato a diputado en las próximas elecciones. Sabe que sus redes están en el Santiago urbano, comunas como Santiago, Providencia, Ñuñoa. "Ya tuve una experiencia rural muy entretenida, pero yo era tan ajeno para ellos como ellos para mí", dice. Ljubetic compitió en Melipilla-Curacaví en 2009 para llenar un cupo en el pacto de la Concertación. Sabía que no tenía posibilidades y sacó un 10%.

Ahora, cree que puede ser diferente, aunque ante una eventual candidatura, Ljubetic quiere anticiparse y transparentar un episodio. En julio del año pasado fue detenido en un control rutinario entre la casa de un amigo y su casa. "Marqué en torno a un punto de alcohol en la sangre. Todo esto tiene que estar en conocimiento de la ciudadanía cuando uno aspira a postular a cargos públicos. Yo asumo las consecuencias de mi error".

A Ljubetic le quitaron la licencia de conducir por dos años.

Más allá del incidente, a Ljubetic se le ve entusiasmado en el Frente Amplio. Sus dos hijos, Carla (23) y Antonio (21), ya eran parte de esa agrupación cuando el padre se cambió de vereda. Carla, de hecho, es la vicepresidenta de la Feuc como parte del movimiento Crecer. "Se da una cosa que rompe la tradición de que los hijos van siguiendo al padre en sus trayectorias políticas. Tocó al revés. Ellos han sido activos participantes del movimiento estudiantil y han adherido a grupos que hoy conforman el Frente Amplio. Más bien, yo los seguí a ellos en lugar de ellos a mí".