La primera vez que Joel-Peter Witkin se enfrentó a la muerte tenía menos de 10 años. Era domingo, y junto a su hermano gemelo y su madre iban de camino a la iglesia cuando oyeron el estruendoso ruido de un choque automovilístico. El pequeño Witkin se soltó de su madre y corrió a ver qué ocurría. Cuando llegó a la acera, cuenta, algo rodó hasta sus pies: era la cabeza de una niña decapitada en el accidente. "Me agaché para tocar su cara, hablar con ella, pero alguien me sacó de allí", ha dicho.
Con el recuerdo de esa macabra escena, el fotógrafo estadounidense ha explicado más de una vez su temprana fascinación por los muertos y cómo éstos se colaron en sus imágenes desde inicios de los 80. Los retratos de enanos, transexuales o hermafroditas desnudos que se mezclan con cadáveres humanos desmembrados han caracterizado su carrera, convirtiéndolo en uno de los fotógrafos más controvertidos del siglo XX. La polémica alude también a su método: Witkin, quien vive en Albuquerque, consigue en la frontera de México los cadáveres sin identificar para sus fotografías.
Exhibida en museos como el Guggenheim y el MoMA, en Nueva York, y el Louvre de París, la obra del neoyorquino llega por primera vez a Chile -desde el 30 de julio, en el Museo de Bellas Artes- en la muestra Vanitas, que reúne 30 imágenes, de 1981 a 2011.
La exposición fue ideada hace dos años, desde la Dibam, por Carla Franceschini, curadora del Museo Histórico, y la académica Patricia Abarca, quienes gestionaron, junto a la Galería Baudoin Lebon de París, la venida de las obras de Witkin. Además, el propio fotógrafo, de 74 años, acompañará la muestra, dictando dos charlas en el país: el 29 de junio estará en el Centro Cultural de Valparaíso y el 1 de julio en la Biblioteca Nacional.
El trabajo de Witkin no será el único que renovará la cartelera del segundo semestre de la pinacoteca nacional. Para fines de año, entre noviembre y diciembre, el museo acogerá la obra de otro fotógrafo de reconocimiento mundial: el peruano Mario Testino. Eso sí, las veredas desde las que ambos levantan sus cámaras son totalmente opuestas: mientras Witkin está obsesionado con plasmar escenas grotescas a la usanza fotográfica del siglo XIX, Testino se ha rendido ante la belleza tradicional, el glamour y la fotografía de moda con aspiración artística, retratando a celebridades como Kate Moss, Madonna y Naomi Campbell.
Arte y muerte
Más allá del morbo y la muerte, la obra de Witkin se codea con el arte y la poesía. Sus complejos montajes evocan pasajes bíblicos o pinturas de artistas como Courbet, el Giotto o Botticelli. Entre sus piezas más antiguas estarán Prince Imperial (1981) y Courbet in Reijlander's Pool (1985): ambas tienen desnudos.
"Witkin trabaja con sexo explícito, sadomasoquismo, niños desnudos, temas que no trajimos. Sabemos que el público acá es más conservador. De todas formas habrá desnudos y muertos, porque no podemos hacerles el quite. Habrá un cartel afuera de la sala con una advertencia sobre lo fuerte de las imágenes, pero nada más", dice la curadora Carla Franceschini. Además, la muestra será contextualizada con libros y fotografías mortuorias y científicas del Museo de Medicina de la U. de Chile y colecciones privadas.
Apoyada por el Consejo de la Cultura, el Instituto Francés y aportes privados, la muestra también reúne trabajos de sus últimos años, en que Witkin ha dejado de lado los cadáveres e, incluso, ha dado toques de color a sus imágenes. "Es un trabajo más romántico, gentil y compasivo, porque he crecido. Tanto la obra nueva como la vieja tratan de enfrentar la irracionalidad de este mundo", ha expresado el fotógrafo.