Puede ser la tierra prometida tras el apocalipsis. O el final de toda época y el inicio de una nueva civilización: una vida sin dinero ni ambiciones. Ellos están satisfechos por el pan de cada día en un mundo sin fronteras ni gobierno. Son Simón y David, nombres que les han asignado al llegar a Novilla, un territorio sin coordenadas, el lugar donde el escritor sudafricano J. M. Coetzee sitúa La infancia de Jesús, su nueva novela y que acaba de llegar a Chile.
Han cruzado el océano. El hombre (Simón) y el niño (David) son los recién llegados al país sin pasado. "¿Es su nieto?", le preguntan a Simón: "Ni mi nieto ni mi hijo, pero soy responsable de él", responde, y adelanta su autoimpuesta misión: encontrar a la madre del niño.
La última entrega del premio Nobel de Literatura 2003 fue ampliamente comentada desde su publicación, en inglés, en marzo pasado, principalmente en el Reino Unido y EE.UU. Un mes después, en abril, Coetzee adelantaba dos capítulos de La infancia de Jesús en Santiago, invitado por el ciclo La Ciudad y las Palabras, de la Universidad Católica.
La escritura del volumen es de un lenguaje directo, sin metáforas, donde los personajes que irán sumándose a la historia hablan en breves intervenciones. El narrador toma distancia, como un presentador en off de una obra de teatro. "Hay un trabajo notable de la sintaxis y el ambiente apenas descrito sugiere un paisaje urbano kafkiano", escribió en un extenso artículo sobre el libro la autora Joyce Carol Oates en The New York Times. Y de la trama agregó: "Es posible que Coetzee esté gentilmente parodiando las ilusiones mesiánicas (...). No es una alegoría con la transparencia de la Alegoría de la Caverna de Platón o de Rebelión en la granja de Orwell".
Sobre los eventuales guiños al cristianismo del libro y acerca de si era una tomadura de pelo, J. M. Coetzee, conocido por eludir las entrevistas, se remitió a citar una frase de la obra: "Si se trata de una broma, es una broma muy profunda".
SOY LA VERDAD
A Simón y David se les entrega un departamento, el C-55. Luego, el hombre consigue un trabajo de cargador de sacos de trigo en el puerto del lugar tras recibir un papel: "Vale de trabajo". El mensaje en el original de la novela se lee en español. Es el idioma que se habla en la nueva tierra. "En cuanto a su español, no se preocupe, persevere. Un día dejará de parecerle un idioma, se convertirá en algo natural". Algunos, en esta historia, leen El Quijote.
En un mundo de códigos remotos, las preguntas filosóficas abundan en La infancia de Jesús, sobre todo cuando se carece de apetito sexual y el pan es la dieta diaria. "¿No echa a veces de menos el simple contacto físico de antaño?", le pregunta Simón a Elena, una mujer que ya estaba en Novilla antes que él. "¿Puede la buena voluntad satisfacer por sí sola todas nuestras necesidades?", dice Elena.
Con el paso del tiempo, en la búsqueda de la madre de David, éste comienza a asistir a un colegio. En un momento se le da la instrucción de anotar decenas de veces: "Debo decir la verdad". Sin embargo, David escribe en la pared: "Yo soy la verdad" y repite: "Yo soy la verdad...".
¿En Novilla el socialismo es el ideal logrado? ¿David es Jesucristo o un nuevo enviado desde el más allá? "¿Quién es Dios?", pregunta Simón y alguien responde: "Dios sabe".