En Newcastle, al noreste de Inglaterra, las cosas no son tan sofisticadas como en Londres. Las expectativas de vida son menores que las del resto de Gran Bretaña, los niveles de alcoholismo son peores y, en general, la vida es más dura. Uno de sus ciudadanos es Daniel Blake, carpintero de 59 años que acaba de sufrir un ataque cardíaco y que, imposibilitado de volver al trabajo, busca inútilmente un seguro por enfermedad en el infierno de la burocracia estatal.
El trabajador, interpretado por el actor y comediante inglés Dave Johns, es el héroe de la película Yo, Daniel Blake, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2016. En un encuentro de particular buen nivel y donde los favoritismos apuntaban siempre a películas como Toni Erdmann, Elle y Paterson, el triunfo del nuevo filme de Ken Loach (nacido en 1936 y ganador de su primera Palma de Oro en el 2006) fue visto por muchos como un galardón ideológico en tiempos en que el conservadurismo y los nacionalismos son dominantes en Europa.
Pero más allá de aquellas elucubraciones, la película del inglés Loach (que este jueves se estrena en salas locales) es en rigor uno de sus dramas más sólidos en varios años. El clásico y viejo sustento partidista de izquierda está presente, pero de una manera funcional a la historia de Daniel Blake, que luce siempre real y cercana, un poco como en sus filmes Sweet sixteen (2002) y Kes (1969), donde los personajes hablaron antes que el discurso.
Escrita junto a su habitual guionista Paul Laverty, la trama transcurre en pocos días. Los necesarios para recrear los estrechos márgenes de acción que puede tener un hombre acorralado por los embates del papeleo, la ineficiencia y, en último término, el deshumanizado territorio burocrático en el que se mueve.
Tras un diagnóstico médico que le aconseja antes que nada dejar su trabajo y acogerse a algún tipo de jubilación por incapacidad, Blake empieza un camino cuesta arriba. Los doctores del sistema estatal no creen en el diagnóstico que le ha entregado su cardiólogo y lo declaran apto para retornar a la fábrica. Daniel, sabiendo que demasiado esfuerzo físico es un pasaje a la tumba, apela a esta decisión y mientras tramitan su reclamo conoce a Katie (Hayley Squires), una joven madre soltera que acaba de ser expulsada de un centro de acogida para personas sin hogar. Gran parte de la película se centra en la relación entre ambos, una suerte de lazo de padre e hija, donde la dignidad y el espíritu de lucha de Daniel funciona como modelo para la vulnerable Katie.
En una reciente entrevista a la BBC, el realizador dijo que había escogido Newcastle porque sus "habitantes eran fuertes, plenos y con un carácter muy definido", pero también porque "tenían el sentido de la dignidad de la gente del noreste de Inglaterra". Precisamente el personaje de Daniel Blake es de los que nunca para de moverse ni hablar, generalmente enfrentando con entereza todos los oprobios posibles.
También es de los que se enojan ante las injusticias y Loach, habitual lector de The Morning Star (el periódico del Partido Comunista de Gran Bretaña), no ve nada malo en enfurecerse si hay razón detrás. "Si no estás enojado contra la humillación constante, entonces ¿qué clase de persona eres?", afirmaba hace poco a The Guardian.