Dijo que Nueva York ya no era lo mismo que en los años 70 y que más valía encontrar ciudades acordes a su temperamento que quedarse en una urbe aséptica y sin calor intelectual. Que el público le daba la espalda y que en Europa lo apreciaban más. En fin, Woody Allen se fue a Europa hace siete años para empezar una nueva vida profesional, que lo ha tenido registrando las grandezas y miserias de la burguesía londinense, barcelonesa, parisina y, próximamente, romana.

Sin embargo, hace un par de años hizo un alto y en un par de semanas filmó Si la cosa funciona, un trabajo rodado en Nueva York. Como en los viejos tiempos, su protagonista es un gruñón agnóstico y misántropo de origen judío, en el más clásico linaje de los pesimistas que poblaron Manhattan, Hannah y sus hermanas o Crímenes y pecados. El rol lo interpreta Larry David, protagonista de la serie Curb your enthusiasm y cocreador del programa Seinfeld, quien camina por su barrio haciendo alarde de su superioridad intelectual, masticando y escupiendo palabras de rechazo hacia el orden de este mundo.

La película es de 2009, es la antepenúltima de Allen y se estrena este jueves. Llega a Chile después de Conocerás al hombre de tus sueños (2010), que arribó en mayo. Será un año curioso para este director en Chile, porque en dos semanas más se comienza a exhibir Medianoche en París (2011), su último filme. Es decir, en apenas tres meses se habrán estrenado en el país tres películas de Woody Allen.

Con un guión que Allen rescató de los años 70 y que estaba en principio destinado al famoso comediante y actor teatral Zero Mostel (El violinista en el tejado), Si la cosa funciona tiene de protagonista a Boris Yellnikoff (Larry David), un insufrible físico cuántico que alguna vez estuvo a punto de ganarse el Premio Nobel por sus estudios de la teoría de las cuerdas. Como sucede con muchos personajes de este director, a Boris le parece que no es propio de un ser racional disfrutar la vida y se separa de su esposa, una mujer que aparentemente lo tenía todo. Luego deja su empleo en la universidad y decide poner fin a sus días tirándose al vacío. Pero tiene mala suerte y cae en el toldo de un negocio, quedando solamente cojo.

En el barrio da clases de ajedrez a chicos que, sin embargo, considera intelectualmente incapaces y, usando otro recurso típico desde los tiempos de Annie Hall, el personaje le suele hablar a la cámara. Boris no sólo es violento en sus verbos, también lo es en términos físicos. Si sus estudiantes son malos en el juego, no duda en tirarles el tablero de ajedrez por la cabeza.

Un buen día se encuentra con Melodie (Evan Rachel Wood), una chica sureña que tiene tantos sueños en la cabeza como pesadillas hay en la mente de Boris. La muchacha dice haber escapado de su hogar y no tiene dinero: Boris, en un acto de rara piedad, la acoge. Ella, en su infinita ingenuidad, quedará maravillada con el intelecto de él. Este, por su lado, se amoldará algo al carácter terrenal y cálido de Melody.

Si la cosa funciona, como le pasa a casi todo lo que Woody Allen dirige desde 1990, tuvo mejores críticas en Europa que en Estados Unidos. The New York Times rescató el buen trabajo de Evan Rachel Wood como Melody ("le da chispa femenina y disciplina actoral a la película"), pero Cahiers du Cinéma fue más allá y la consideró una de sus mejores películas recientes. "Allen recupera la fuerza cómica y la energía en la puesta escena, logrando una eficacia ausente en los últimos 10 años", afirmó Jean-Michel Frodon en la más prestigiosa revista de cine francesa.

MEDIANOCHE EN PARIS
El 25 de agosto se estrena esta comedia con Owen Wilson y Marion Cotillard, la más reciente de sus cintas. Fue exhibida en Cannes este año y se transformó en la película más taquillera de Allen en EE.UU., batiendo el récord de Hannah y sus hermanas.