Hace un poco más de 14 años, Patrick Rothfuss leyó la novela Cyrano de Bergerac y quedó impactado. Fue toda una revelación. Muy niño leyó Las crónicas de Narnia, de CS Lewis y luego devoró sistemáticamente todo la literatura fantástica que encontró. Pero en el clásico personaje francés había otra cosa: nada de fantasía. "El personaje me noqueó. Era un poeta, un filósofo, un espadachín. No había magos malvados en la historia. Los problemas vienen de lo que dice Cyrano", cuenta. "Me pregunté por qué no había ningún personaje como él en las novelas fantásticas", agrega. Entonces, Rothfuss decidió que debería existir uno. Y escribió El nombre del viento.
 
Sobrepoblado y a veces parecido a un gueto, en el mundo de la literatura fantástica no es fácil destacar.  Menos con una primera novela. El estadounidense Rothfuss parece haberlo logrado. Alabado por la crítica de EEUU, El nombre del viento agotó 12 ediciones en España a seis meses de su lanzamiento y  ahora arriba a las librerías chilenas. Novela juvenil con ecos de El señor de los anillos de JRR Tolkien, narra las aventuras de Kvothe, un personaje con estatura de superhéroe en un mundo alternativo plagado de referencias a la Edad Media y donde existe la magia.

OTRA FANTASIA
Inspirado por Cyrano de Bergerac, Rothfuss también admite una similitud con Casanova. "Tomé prestado de él algunas de sus aventuras, su arrojo y su sinuosa personalidad. También quería que Kvothe fuera un mago, pero no otro brujo cliché. Pensé en figuras arquetípicas de magos: Gandalf, Merlín, incluso Moisés. La clave no es que ellos hagan magia, lo que de verdad los hace cool es que realmente saben lo que está pasando en el mundo. Ahí apareció Kvothe: un músico, un mago, un mentiroso y un ladrón", dice Rothfuss a La Tercera.
 
Al comienzo de El nombre del viento, el héroe ya ha abandonado su vida de aventuras y se esconde en la barra de una posada, sirviendo cerveza. Pero las circunstancias lo obligan a revelar su identidad. Entonces, cuenta su vida a los parroquianos.

Sin ánimo de dificultar el camino, Rothfuss empieza por el principio: Kvothe cuenta su niñez en una caravana de artistas ambulantes y luego narra su aprendizaje en la magia. Es un chico brillante, solitario y valiente que después de penurias callejeras, logra matricularse en una universidad donde sigue estudiando las artes mágicas.  Lejano al estilo infantil de Harry Potter, Rothfuss enfrenta a Kvothe a una hechicería inusualmente realista: proviene de un entrenamiento espiritual.

"Casi toda la fantasía de hoy parece el set de una película. Son novelas que lucen como si hubieran sido hechas a partir de una receta:  elfos, hechiceros diabólicos, dragones, profecías, espadas mágicas... Yo quería hacer algo diferente. Contar una buena historia y usar elementos clásicos de la literatura fantástica, pero en un mundo realista", dice Rothfuss.

Al final de El nombre del viento, Kvothe todavía es un adolescente. Vivirá muchas aventuras más. Al menos dos libros de otras 800 páginas. No por nada, Rothfuss demoró 14 años en escribir la saga de su personaje.